En una gran nota del diario El País de España, Sergio Agüero
habló de sus orígenes en la villa, de las exigencias de su padre, de como tomó
la muerte de Diego Maradona y de lo que le faltó para ser el mejor del mundo.
Sergio “Kun” Agüero es cercano y carismático. Nada que no
conozcan sus más de 3,5 millones de seguidores en Twitch (plataforma digital).
Le gusta hablar y es divertido. Pero en la conversación tiene los brazos
cruzados. El fútbol es su trabajo y las consolas, su pasatiempo. Se relaja
cuando habla de su infancia, cuando recuerda el barrio de Los Eucaliptus, una
villa en Quilmes, al sur de Buenos Aires. Entonces se apasiona. Busca
explicarse y ya no le importa el reloj. Campeón de América, máximo goleador de
la historia del Manchester City, Agüero aterrizó en un verano convulso en el
Barcelona y ahora está a punto de debutar tras recuperarse de una lesión en el
gemelo derecho. Este miércoles ya disputó un amistoso.
Pregunta. ¿Cómo es la interacción con el público en Twitch y
en un campo del fútbol?
Respuesta. Totalmente diferente. En el mundo virtual intento
imaginar qué es lo que piensa la gente que está del otro lado. Intento buscar
anécdotas y contarles cosas que me pasaron que les puedan resultar
interesantes. Además, la interacción es directa: me escriben en el chat. Y,
cuando me ven jugar [a videojuegos], se ríen. Parece que les gusta que sea malo.
P. En el campo de fútbol seguro que malo no es.
R. No, ahí me defiendo a muerte. En la cancha, la gente
viene a ver lo que hice toda mi vida. No hablo, juego.
P. ¿Está cómodo exponiéndose?
R. No tiene nada que ver lo que sentís cuando hacés un
streaming respecto de lo que te pasa cuando ves que salís en los medios de
comunicación porque tenés una determinada pareja. Eso sí que lo trato de
evitar. En ese sentido, no me interesa exponerme. Pero también tengo claro que
soy una persona pública.
P. ¿No lo tuvo fácil cuando su pareja era la hija de
Maradona?
R. Si quería evitar exponerme, eso fue todo lo contrario. Me
fui acostumbrando.
P. ¿Lo pasó mal?
R. No. Es la hija de Diego y eso tenía una determinada
repercusión. Lo que generaba Diego era inmenso.
P. ¿Cómo vivió la muerte de Maradona?
R. Mal, muy mal. ¿Cómo lo podía vivir? Tenía partido de
Champions ese día. Cuando me enteré, pensé que era mentira, como tantas otras
veces. Pero como veía que cada vez lo decía más gente, le pregunté directamente
a la mamá de Benjamín [el hijo de 12 años que tiene con Gianinna Maradona]. Me
acuerdo hasta lo que le pregunté. “¿Es verdad o no?”, le escribí. Me contestó
que sí.
P. ¿Qué hizo?
R. Pensaba en mi hijo. En que lo tenía que llamar. Me
preocupaba mucho cómo se iba a enterar de la noticia. Cuando pudimos hablar, ya
lo sabía por un compañero de colegio. Diego y Benja se llevaban muy bien. Diego
era un fenómeno con mi hijo. Y Benja lo amaba. Le pedí a mi hermana que lo
fuera a buscar al colegio y que lo intentara distraer. Al día siguiente me
escribió: “Papá, quiero ir a verlo”.
P. ¿Qué le dijo?
R. La idea no me gustaba. Tenía miedo de que se quedara con
un mal recuerdo. Pero como él quería, lo dejé ir. Fue al velatorio en la Casa
Rosada con su madre.
P. ¿Le comentó algo al día siguiente?
R. Sí, claro. Me dijo que le dio un beso y que se puso a
llorar. Yo intentaba contenerme para que mi hijo no me viera mal. Fueron días
muy difíciles. Al menos, Benja se pudo despedir de su abuelo.
P. Maradona fue, en su momento, el mejor del mundo. ¿Usted
se sintió entre los mejores?
R. Jugaba para eso. En el City hice las cosas muy bien para
que la hinchada y los periodistas me pudieran valorar como a uno de los mejores
del mundo. Sé, claramente, que hay otros mejores y no tengo problema en
reconocerlo. Pero me fue bien. Estuve a un nivel alto y gané muchos títulos.
P. ¿La diferencia entre usted y jugadores como Messi y
Cristiano es técnica o mental?
R. Futbolística. Ese talento viene de fábrica.
P. ¿El de Cristiano también?
R. Es más delantero que Leo. Y lo que tiene él, como todo
goleador, es que cuando está con confianza hace goles, goles y goles.
P. ¿A usted le faltó dar algo más?
R. Muchas veces pensé qué era lo que me faltaba. Y un día le
pregunté a Leo. Me dijo que para tener chances de ganar el Balón de Oro tenía
que ganar la Champions. Y tiene razón. Es importante también el tema de copas
con las selecciones. Mire el caso de Cannavaro, por ejemplo, cuando ganó el
Mundial en 2006. Jugué grandes temporadas, metí muchos goles y gané muchos
títulos, pero no estaba en la final de la Champions. Y, justamente, el año
pasado cuando llegamos a la final, tuve el problema de la rodilla, la covid y
las diferentes lesiones.
P. ¿Y problemas con el entrenador?
R. No. Nunca tuve problemas con Guardiola. Jamás discutí con
él. Sí tuvimos que aclarar cosas. Cuando llegó, como no nos conocíamos, tuvimos
una etapa un poco de tanteo. Los últimos tres años fueron fantásticos. Nada que
decir. Es un entrenador que siempre quiere el máximo. Si tiene una idea de
partido en la cabeza la hace. Le da lo mismo si tiene que dejar fuera del
equipo al que había marcado tres goles en los últimos partidos. Le da lo mismo
el nombre del jugador. Salvo que sea Messi. Siempre acepté cuando me tocó jugar
y cuando no. Gabriel Jesús, nada más aterrizar en Mánchester, empezó a jugar de
titular. No dije nada.
P. ¿Pero en qué pensaba?
R. En que ya llegaría mi momento, que tenía que seguir
trabajando. Y no me olvido. Gabriel Jesús se lesionó en un partido contra el
Bournemouth. No había delanteros y me tocó jugar. En esos tres meses metí 20
goles. Le di a Pep la confianza que necesitaba.
P. ¿Se arrepiente de haber fichado por el Barça?
R. No. Vamos a ser sinceros. ¿Qué jugador no quiere estar en
el Barça? Yo te diría que a la mayoría de los futbolistas les gustaría vestir
esta camiseta, por más que el Barça esté bien o mal. Llegué con la expectativa
de jugar con Leo y de que se armara un buen equipo, que era lo que el club
trataba de hacer. Cuando me llamaron pensé: “Me da igual lo que me paguen. Me
pongo bien y voy a ayudar al equipo en lo que más pueda”.
P. ¿Como titular?
R. Solo te podés considerar titular cuando hacés las cosas
bien y ayudás al equipo. Si no, no. Y eso es en lo que pienso. En ayudar al
equipo con algún gol cada vez que me toque jugar. Más allá de los cambios que
pasaron, que entre ellos está la salida de Leo.
P. ¿Fue difícil ese momento?
R. Fue un momento de shock. Él estaba muy mal. Cuando me
enteré no lo podía creer. Ese sábado lo fui a ver a su casa. Y, por mi
personalidad, como no lo veía bien, intentaba hacer que se olvidara de lo que
había pasado. Veía que estaba medio apagado y lo intentaba distraer. Le contaba
de mi equipo de Sports y las cosas que estábamos haciendo.
P. ¿Cuál fue su primera consola?
R. La Family Game. La del Mario Bros. Me la consiguió mi
viejo. La compró usada. Todavía vivíamos en la villa.
P. ¿Y la primera pelota?
R. La pedí para Reyes. Había que esperar un año para cada
regalo. Yo siempre jugaba con la pelota de mis amigos. El problema que teníamos
en el potrero era que atrás de uno de los arcos había una palmera. Y si tirabas
la pelota ahí, se pinchaba. Era catastrófico. Yo a mi pelota la cuidaba. Era
pillo: elegía a los buenos para jugar. Los malos la tiraban siempre a la
palmera.
P. ¿Recuerda la última vez que fue a la villa?
R. Tenía 16 años. Cuando pregunté por los chicos con los que
me juntaba, uno estaba muerto, el otro preso, a otro lo buscaba la policía.
Chicos de 15 años. Todavía mantengo contacto con algunos de mis amigos.
Seguimos hablando, más de 20 años después.
P. ¿Cómo era su vida en el barrio de Los Eucaliptus?
R. Escucho hablar a la gente de las villas y pienso que no
tienen ni idea de lo que es. El que está ahí tiene otra vida. Está en su mundo.
Hay como un sistema propio, con sus verdulerías, con sus carnicerías y con sus
almacenes. Hay de todo. Y todo a un precio asequible para la gente de la villa.
El problema es que es muy difícil progresar. Le pasó a mi viejo. Buscaba
trabajo y muchas veces no se lo daban cuando decía el lugar en el que vivía. Y
eso sigue pasando. Hay gente complicada, también. Claro. Pero también hay
mucha, como mis viejos, que son gente de laburo, que quieren lo mejor para
ellos y para su familia. Pero parece que quieren que nos quedemos siempre ahí.
Que vivamos nuestra vida ahí.
P. ¿Y cómo se sale? ¿Con un talento como el suyo?
R. Tenés que tener talento, sí. Y suerte. Mucha suerte.
Necesitás a alguien que te ayude. Yo tenía a mi viejo, que conocía una persona
que trabajaba en Independiente. Y todos los años le iba a romper las pelotas
para que me hicieran una prueba. Si no hubiese sido por él, no hubiese llegado.
He hablado con otros chicos, como Carlos Tévez, y todos vivieron una situación
similar.
P. ¿Solo se puede salir con el fútbol? ¿Y si se estudia?
R. El que vive en la villa tiene que ir a un colegio
público. Voy a contar lo que me pasó a mí. No sé cómo es ahora. Cuando pasé a
Independiente, el club me mandó a un colegio privado. Tenía 12 años. En el
privado estaban haciendo divisiones de tres cifras y yo en el público hacía de
una. Imagínese la diferencia. No estaba capacitado para estar ahí. Y me empecé
a sentir mal. No me sentía cómodo ni libre. Quería volver a mi lugar, en el que
la maestra me entendía. Es una lástima que eso pase. Es una lástima que se
tenga que recurrir a colegios privados.
P. ¿Hay una solución?
R. Quizá la solución pasa por una mayor participación de las
municipalidades (ayuntamientos). No tiene que ser un tema nacional. Un
presidente no puede hacer magia. La propia municipalidad tiene que intentar
darle trabajo a la gente. Yo no sé de política, pero sé lo que pasa en una
villa. La gente habla mal de las redes sociales. Y puede ser que en algunas
cosas tengan razón. Pero, al menos, en las redes sociales se muestra la
realidad de lo que pasa. Antes la gente solo podía ver lo que pasaba en la
tele. Eso no es la verdad. Entonces, el que vive en la villa siente que le
mienten. Yo viví en los dos lados. Sé cómo son las cosas.
P. ¿Le agradeció a su padre?
R. Claro. A los dos, a mi mamá también. Pero a mi viejo le
pregunté por qué me rompía tanto las pelotas. Siempre me decía que jugaba mal.
Hasta el día de hoy.
P. A Messi le pasaba lo mismo.
R. Sí. Lo hemos hablado. Y nos cagamos de risa. Mi viejo fue
muy estricto y buscaba que no me relajara. De grande le pregunté: ¿Che, por qué
me cagabas a pedos? ¿Por qué no me dejabas ir a jugar a la pelota?
P. ¿Qué le contestó?
R. Que lo hacía porque se daba cuenta de que yo tenía mucha
calidad y que sacaba mucha diferencia. Quería meterme en la cabeza que me
encantara el fútbol. Cada vez que me prohibía jugar, a mí más me gustaba jugar
a la pelota, más quería ir a entrenar. Hoy cambió mucho todo.
P. Por ejemplo…
R. Antes, en mi época, había mucho respeto a los más grandes
y al entrenador, obviamente. Si te decían algo, o te pegaban una patada, te la
aguantabas. Si algún grande te hacía una broma, te quedabas callado. Pero todo
eso que nosotros sufrimos, ahora no lo hacemos. Y, como hoy a los jóvenes los
tratamos diferente, ellos se pasan de confianza. A veces hay que poner un poco
de límites. Hoy a los jóvenes les afecta mucho lo que se les dice. Se ofenden
cuando les decís que jugaron mal. Y hasta les baja la moral. Es increíble.
Tengo buena onda con los más chicos y busco la manera de decirles las cosas
para que no se lo tomen a mal. Yo quiero ganar. No quiero un compañero bajo de
moral. Pero me pasa lo mismo con mi hijo. Si le dijo algo, se enoja.
P. ¿Juega bien?
R. Juega bien. Pero si te gusta el fútbol tenés que tener
otra mentalidad. El sacrificio es muy importante. La última vez que vino a
verme me preguntó: “¿Nunca faltaste a un entrenamiento?”. Nunca, le contesté.
Le cambió la cara. La mayoría de los jugadores que llegan es por la disciplina,
por el respeto que muestran y porque son muy responsables. Me gustaría que
Benja fuese futbolista, pero si no le gusta quiero que estudie. Que tenga la
posibilidad que yo no pude tener.
Fuente Orgullo Rojo
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