Por Nahuel Lanzillotta
Independiente quedó muy lejos de la versión que ilusionó en
el inicio del semestre y parecía que podía llegar a pelear el torneo. Las
causas de este tobogán en el que sigue bajando el equipo de Falcioni.
Hubo ilusión en todo Independiente. Se sostenía sobre
pilares no del todo firmes, es cierto. Pero el equipo de Julio César Falcioni
invitó a los hinchas a entusiasmarse por su muy buen arranque en el campeonato,
en el que nunca brilló, aunque era efectivo, sólido y tenía momentos de fluidez
en su juego. Sin embargo, después de estar las primeras siete fechas invicto
(con cuatro victorias y tres empates), el castillo de naipes empezó a
desmoronarse poco a poco, partido a partido. Y hay varios porqué.
Cualquier análisis de este Independiente debe partir desde
la realidad austera de un plantel corto. De antemano, hasta a los más
optimistas les costaba augurar a un Rojo que pueda aspirar a meterse en la
pelea por un título ante este escenario de vacas flacas producto de la crisis
económica del club. Afuera de la Copa Argentina. Afuera de la Sudamericana. Era
imposible sostener una múltiple competencia. Pero en el ámbito local,
Independiente pareció acomodarse y aprovechar la irregularidad de los otros
grandes.
Falcioni le sacó jugo a la pretemporada y preparó otra
propuesta, alejada de la línea de cinco defensores del semestre anterior que
despertaba muchas críticas y ya no le entregaba seguridad. Optó por plantear
una idea más audaz, que fue bienvenida por los fanáticos que miran al
entrenador de reojo por su estilo habitualmente más conservador. Con poco, el
Emperador se animó a más con un 4-3-3 a veces o un 4-2-3-1 que ponía más
hombres en el área rival.
Le funcionó de arranque. Hasta logró hacer rendir a Andrés
Roa, siempre resistido por los simpatizantes. El equipo tenía desborde y
vértigo por los costados, principalmente con Sebastián Palacios. Y juego por el
medio con Alan Velasco. Lucas Romero presentaba un gran nivel en el círculo
central y daba garantía y distribución. Con el correr de los encuentros se fue
diluyendo todo. Pasó de caerse en los segundos tiempos, a no llegar ni al
descanso, como le ocurrió con Sarmiento. ¿Qué pasó? Pasaron cosas, diría un
expresidente.
La necesidad económica llevó a la dirigencia a aceptar
vender a Palacios, titular indiscutido por el técnico y un futbolista que
aportaba desequilibrio para desentrañar defensas rivales. Nunca pudo reemplazar
su ausencia. Y, creer o reventar, la irregularidad se inició tras su ida. Hasta
ese momento, Independente solamente había perdido en Tucumán. No se señala que
el Tucu era la figura del equipo, ni que era imprescindible, pero sí que,
además de perder lo que él podía generar por su zona, el resto sintió que el
ataque ya no funcionó de la misma manera. Faltaba una pieza, un engranaje. En
síntesis, su partida resintió el poderío ofensivo, que tampoco era una
aplanadora.
La lesión de Roa, le guste o no a la gente, también jugó en
contra. El colombiano había encontrado confianza por primera vez desde que puso
sus pies en Avellaneda. Estaba suelto y hasta convertía. Ante su salida,
Falcioni aprovechó para incluir al Perro sin sacar a Domingo Blanco y Alan
Soñora del equipo. Pero Velasco debió correrse a la izquierda, un puesto que no
le permite explotar, y allí quedó enjaulado hasta hoy. Para colmo, Roa volvió a
quedar en el ojo de todos al entrar mal con Vélez.
El bajón de las individualidades alteró también el producto.
Lucas Romero no volvió a ser el mismo tras la lesión. El otro Romero, Silvio,
entró en sequía y estuvo siete cotejos sin convertir.
Verdad 1: poco hacían
sus compañeros para generarle situaciones de cara al arco.
Verdad 2: el Capitán poco hacía para asociarse y construirse
el camino al gol.
Otro factor que sin dudas tiene influencia en esta
involución del Diablo es el contexto institucional. Atrasos salariales,
jugadores que ven cerca la finalización de su contrato y que nadie los llama,
otros que buscan irse ante alguna oferta, las aguas agitadas por la política de
cara a las elecciones… Un combo que no es el ideal para lograr la armonía
necesaria en el vestuario, condición excluyente para encarar cualquier ambición
seria de salir campeón.
La falta de alternativas de experiencia a la hora de mirar
hacia el banco hizo -hace- el resto. Falcioni cometió errores con cambios, ya
sea por la tardanza en hacerlos o por no acertar en hacerlos. Tampoco tiene mucho
para elegir: muchos chicos que dan sus primeros pasos; poco nombre de renombre
para afrontar exigencias máximas. Y eso, se paga.
Así y todo, el Independiente de Falcioni perdió varios
puntos en partidos ante rivales que en el once contra once no tenían más que el
Rey de Copas, por el contrario. Ahí es cuando las decisiones de los
protagonistas y las malas decisiones del DT suman -restan- su aporte a este
tobogán que aleja al Rojo cada vez más de lo que fue al inicio.
Fuente Infierno Rojo
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