Por Sofía Franzoia
Puede fallar el equipo, el DT o los dirigentes, el
árbitro... O todos a la vez. Pero, ¿Saben lo que nunca falla? La hinchada, la
gente que en cada partido renueva esa promesa de amor que un día juró con el
Rojo.
Cuando el hincha dice
"La que te sigue en las buenas y en las malas"
sabe que hay que estar, y estar es estar.
Tal vez el equipo no lo merecía, pero sin dudas lo
necesitaba. Y la gente va a estar ahí, no importa si es día de semana, si
tienen que poner una excusa en el laburo, faltar a un compromiso, dormir poco o
incluso viajar los kilómetros que sean necesarios para estar acompañando al
querido Independiente.
¿Vender el sentimiento? Nunca.
El Rojo tenía un partido decisivo y los hinchas, como
siempre, estuvieron presentes. Pero para ello primero debieron enfrentar un
raid de condiciones desfavorables, sea AFA
o Conmebol, la que más les guste.
A primeras horas de la mañana, la marea roja que copó
Rosario, comenzaba a esperar a un costado del Coloso, para sacar su entrada.
Bonaerenses, santafesinos, mendocinos, cordobeses e incluso rosarinos velaron
un considerable tiempo de espera.
Llegando las 12:30, horario en que se abrían las boleterías,
el calor se hacía sentir acompañado del humo de las parrillas que colocaron
justo al lado de los simpatizantes. Dos ventanillas para populares y sólo una
para platea. Los plateistas para llegar a sacar su entrada, antes tenían que
atravesar un terraplén de arena.
Nuevamente el mantenimiento de los estadios y organización
por parte de la Superliga dejó en claro cuánto le importa la seguridad y el
bienestar del público de Independiente.
El horario del partido se acercaba y el Parque Independencia
se llenaba de casacas rojas.
Al dirigirse a la cancha, los que habían sacado platea, se
llevaron la peor parte. La policía modificó el ingreso y los plateístas, algo
molestos, debían rodear el parque y hacer la misma fila que la popular.
La novela no termina ahí, ya que luego de pasar los cacheos
y llegar a la tan ansiada tribuna, nuevamente se hizo presente la falta de
respeto por el estado de las instalaciones. Recordemos que el jueves había
llovido, dejando las butacas llenas de agua con sus drenajes tapados. Los
hinchas con lo que tenían al alcance incluso con las manos comenzaban a sacar
el líquido para poder sentarse. Si esto pareciera poco, la odisea continuaba
con el inminente y caluroso sol que estuvo presente toda la jornada.
El juez no desentonó con fallos totalmente parciales y
lejanos a los reglamentos.
El niño mimado por la Conmebol, adicto al VAR, olvidó
impartir justicia en cada jugada. Sus errores y el mal momento del equipo
dejaron al público con lo único que no le pueden quitar.... Alentar de corazón.
Fuente La Visera
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