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domingo, 24 de diciembre de 2017

¿Y si toleramos las contradicciones?

La sociedad del fútbol no necesitó precisiones para dar su veredicto: no hay margen para arrepentirse.


Ariel Holan festeja el título de la Copa Sudamericana en Brasil. MARCELO CARROLL


Por Sergio Danishewsky


Lo que hace ruido en esta historia, la única pieza que no encaja en este tira y afloje que no es el primero ni será el último en la historia de las relaciones laborales, es la carta de despedida. O mejor: lo terminante de su contenido, el nulo margen de maniobra que dejaba a las partes, incluido el propio autor.

Porque, ¿cómo se vuelve de aquel “la seguridad de mi familia es innegociable”?. Ariel Holan se puso un límite y lo traspasó días después.

La lectura elemental, la obvia, dice que semejante declaración de principios sobre las barras y lo difícil que se hace trabajar en ese contexto, queda manchada cuando el personaje en cuestión cambia de parecer. ¿Cambió de parecer? ¿Alguien puede pensar seriamente que Holan cree que el fútbol argentino solucionó sus problemas con la violencia en cuatro días, y que el fútbol argentino se convirtió por fin en el paraíso?

Resulta necesario que, como ocurrirá, cuente qué lo llevó a repensar todo. Pero parece que la sociedad del fútbol, la que canta en las tribunas las canciones de los violentos, la que insulta a los jueces de línea con una saña que ni los barras tienen, ya bajó el martillo. Holan, el apretado por Bebote, no tiene derecho a desdecirse, a dar marcha atrás, a admitir que se equivocó no una sino dos veces: cuando expuso todas sus dudas ante la Comisión, lágrimas incluidas, y cuando creyó resolverlas con una carta cuya dureza -supuso- le resolvía las dudas que jamás dejó de tener.

¿Hubo una promesa de mejora en el contrato ofrecida en pleno casamiento? ¿Hubo un ruego de la Comisión al no encontrarle sucesor? ¿Hubo quien le habló del desencanto que su salida generó en el hincha? Todas son hipótesis verosímiles.

¿Y si sencillamente se vio afuera y se arrepintió de su decisión, aun pensando lo que piensa sobre el salvajismo del fútbol? Al parecer, ni siquiera en estas Fiestas hay grandeza para tolerar conductas imperfectas.




Fuente Clarín

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