Si bien los arqueros de Uruguay, Venezuela y Perú fueron las
figuras de los tres últimos partidos, hay culpas propias: sólo Messi asiste a
los centrodelanteros argentinos; los errores de los extremos
Por Cristian Grosso
Benedetto ensaya una queja en el área de la Bombonera; esta
vez no se repitieron las alegrías. Foto: LA NACION / Rodrigo Néspolo
Malvadas finales, además de clavar puñales sembraron un
hechizo. Como si perder las definiciones de Brasil 2014, Chile 2015 y Estados
Unidos 2016 no hubiese representado suficiente castigo, aquellos síntomas se
transformaron en un cuadro tan agudo que la Argentina teme desfallecer. La
selección atravesó esos 360 minutos, entre el tiempo regular y los alargues,
sin convertir. Había un mensaje encriptado. Desde entonces la selección viaja
por toda Sudamérica peleada con el gol. Alejada de ese capital que ofrece una
rentabilidad única: el gol es un aliado imprescindible para la victoria,
incluso, muchas veces desentendiéndose de los merecimientos.
Apenas 16 gritos en 17 fechas, la peor cosecha de la
historia rumbo a un Mundial. Sólo nueve como local, menos que cualquier otro
camino a Rusia. Hace 435 minutos que no convierte un gol propio, porque en el
medio festejó uno en contra del venezolano Rolf Feltscher. Para encontrar el
último tanto de jugada hay que remontarse a noviembre del año pasado, ante
Colombia. Bauza todavía era el técnico. 'El día que entre uno., entran mil',
sentencia una máxima callejera con el deseo como mayor sustento. ¿Por qué no en
Quito? Cierto. Y, ¿por qué tendría que ocurrir en Quito? Un vendaval de 33
remates desató la selección contra Venezuela y Perú. Ni un gol, árido cañoneo.
Messi es el goleador camino a Rusia con. cuatro gritos. Pero
dos fueron de penal, uno de tiro libre y otro porque se desvió en un rival
uruguayo. Cuando queda sólo una fecha de las interminables eliminatorias,
¡todavía no convirtió de jugada! Síntoma de una selección que añora el poder de
fuego de futbolistas que arrasan en las ligas más poderosas.
A otros les tocó vestirse de salvadores o héroes
accidentales. Con un grito de Biglia la selección ganó en Barranquilla. Un
tanto de Mercado le dio la victoria ante Chile, en Santiago. También Mercado
abrió el triunfo frente a Bolivia, en Córdoba. Fue Otamendi el que rescató un
empate contra Venezuela a minutos del final. Ramiro Funes Mori hizo el primero
en Lima en la igualdad con Perú. ¿Y los delanteros? Di María, dos. Pratto, dos.
Higuaín, uno. Lavezzi, uno. Punto. Y también desfilaron Tevez, Agüero e Icardi.
Es verdad que los arqueros rivales casi siempre se lucieron, como el
ecuatoriano Alexander Domínguez, el brasileño Alison y el paraguayo Villar, en
sus visitas al país.
Para Sampaoli, el problema no es el 9. Faltan varios ensayos
para el partido con Ecuador, pero si hubiese que jugar ya mismo, el entrenador
sostendría a Benedetto. No hay reproches hacia su producción, más allá de que
la exquisita puntería que había mostrado en las prácticas no lo acompañó en
las, al menos, tres situaciones de gol que dispuso ante el arquero Pedro
Gallese. Pero no hay condena sobre el centro atacante de Boca. Sin la sombra de
una tormentosa culpa ni la angustia, Benedetto puede sostenerse en la
titularidad.
El cuerpo técnico sí encuentra un déficit en la calidad de
asistencias que recibe el centrodelantero. Ocurrió con Icardi y se repitió con
Benedetto. Si no los pone de cara al gol Messi, prácticamente nadie ofrece
auténticas asistencias. A las bandas les ha faltado jerarquía. A Lautaro
Acosta, por ejemplo, y especialmente a Di María. Desequilibrio en el pie a pie
y desborde. Si funcionan los pistones y desbordan su marca, la zaga debe acudir
al rescate y el N°9 argentino puede encontrar espacios. Una cadena de aciertos
va agrietando la fortaleza adversaria. La Argentina no logra esa sintonía y los
movimientos quedan atenazados. Detrás de cada gambeta el acorazado oponente
descubre una nueva excoriación, pero el único que se quita marcas es Messi.
La selección no escapó del empate en sus tres últimos
partidos. Tres puntos que la condenaron al sufrimiento. Los tres tuvieron una
figura excluyente, el uruguayo Fernando Muslera (8 para la nacion), el
venezolano Wuilker Fariñez (9) y el peruano Pedro Gallese (8). Embrujo,
desenfoque, infortunio. Si hubiera razones esotéricas, son ingobernables. Mejor
rastrillar las terrenales, en las que se puede tallar. Sin buenos
abastecedores, sin aceitados circuitos, sin afirmadas sociedades, el área se
vuelve zona minada. La selección se quedó sin gol hace tiempo. Sólo quedan 90
minutos para escapar del laberinto.
Fuente Cancha Llena La Nación
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