Por Lucas Campos
A cien años de la Revolución Rusa, todo se tiñó de rojo. Al
menos, el mundo del fútbol lo hizo. Roja la camiseta, roja la garganta de
gritar tantos goles, roja la nariz de Amorebieta y rojas las manos de aplaudir
la pared entre Lenin y Albertengo. Todo, Rojo.
Así, todo de rojo, Independiente salía caminando al césped
medio árido del Defensores del Chaco. Campaña le levantó las manos al ventoso
aire Guaraní y Erico se acomodó en alguna nube para observar cómodo el match,
copero.
El ejército rojo con todo. Con la hoz comenzó a depurar el
árido campo y con el martillo comenzó a pegarle golpes de nocaut a la defensa
de Nacional. Sin embargo, martillazo fue el que le pegaron a Amorebieta, que
tuvo de su mismo remedio y salió con el tabique fracturado. A la cancha
Domingo.
Pero de a poco, Lenin fue encabezando la gloriosa revolución
y le dio el poder a Barco. “Salvo el poder, lo demás es todo una ilusión”,
decía Vladímir. Entonces el pibe del Rojo acumuló a cinco jugadores paraguayos
y lo dejó solo a Meza, que martilló la red sobre el palo izquierdo. ¡Gol Rojo!
Y la garganta ya se iba acalorando.
Pero martillado también estaba Campaña, que no salió y le
hicieron un gol en el área chica. 1 a 1 y al entretiempo bien calentito. Igual,
como Campaña todo lo soluciona, al mismo arquero todo se le perdona. En el
complemento, Independiente creyó en sí mismo. En su propia historia.
Y no hablo de política, habló de fútbol. De un color. El
rojo. O, el Rojo de Avellaneda. “Es preciso soñar, pero con la condición de
creer en nuestros sueños”, gritó Lenin, que habilitó al que tiene pinta de
campesino de soviet para que centre a Fernández, quien de cabeza, clavó el 2 a
1 para la alegría de Holan.
Segundos después, el proceso revolucionario se dio solito y
solo. Con las condiciones a favor, Fernández luego de fallar el penal, no
perdonó en el rebote. Y por último, la magia. Pase largo de Meza para
Fernández, que habilitó a Vladímir Lenin para que este haga lo suyo. Una pared
hermosa entre el revolucionario y el campesino, tocando y tocando, para que
este último,como no podría ser de otra manera, de zurda, la mande al fondo de
la red.
Arriba Rojo, bien arriba. El olor a Copa duerme con nosotros
aún. Y se asienta más en nuestra complicada piel, cuando Independiente gana
jugando. Jugando al fútbol. Porque es lindo ganar, pero para los de
Independiente es aún más hermoso cuando se gana jugando. Con y contra todos.
Con y con todos. Todos juntos, todo Rojo, como Lenin.
Fuente De la Cuna al Infierno
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