Un poco de justicia. Maximiliano Meza festeja el empate y
Rodrigo Arciero se agarra la cabeza. Independiente rescató apenas un punto
contra Patronato.
Por Nahuel Lanzillotta
La versión local del Rojo volvió a mostrar sus problemas de definición. Desperdició muchas situaciones y tuvo problemas atrás. Sobre la hora, Meza aprovechó una falla del arquero.
Ese corazón rojo no puede más. Sufre un mal de goles que se
repite fecha a fecha en el torneo local. Hace de todo Independiente para
conquistar el arco de enfrente, pero sigue torcido. No puede concretar. Y lo
padece. Anoche se perdió infinidad de situaciones y recién logró empatarle
sobre la hora a un Patronato necesitado, que había acertado en la primera
parte. Así, el Rojo de Ariel Holan quedó a 10 puntos del líder Boca y le
apuesta todo al plano internacional.
La sorpresa fue el condimento más picante del primer tiempo. Y la diferencia estuvo en la
contundencia. Parece una contradicción decir que el equipo de Avellaneda tiene
problemas de definición cuando llegaba de meterle cuatro goles de visitante a
Nacional de Paraguay por los cuartos de final de la Copa Sudamericana. Pero ese
duelo en tierra guaraní parece haber sido una excepción. Porque en la Superliga
le cuesta muchísimo al Rojo pensar en frío al momento del último toque. Le pasó
contra Chacarita, en la fecha anterior, y terminó sufriendo hasta el final para
llevarse los tres puntos de San Martín. Y le volvió a suceder anoche, en su
cancha. Y tuvo un problema adicional. A ese defecto, la falta de gol, se le
sumaron desacoples en una defensa que venía mostrando firmeza.
Y esa coyuntura fue aprovechada por el oportunista
Patronato. Apostó al contraataque el conjunto entrerriano y le salió bien de
movida. Ya había avisado con un desborde por la derecha de Rodrigo Migone y el
tiro sin dirección de Blas Cáceres, de frente al arco. Y en la segunda llegada
sería de la noche al arco del bueno de Martín Campaña, los visitantes dieron el
golpe para dejar boquiabierto al Diablo. Jonás Gutiérrez perdió en su lateral y
los centrales no pudieron contener a los delanteros de Patronato. La bajó
Cáceres, la aguantó Migone y resolvió Sebastián Ribas, con un bombazo que se
calzó en el ángulo.
Hubo un silencio. Pero no había tiempo para lamentos. Nadie
podrá decir que Independiente no tuvo reacción. Ya estaba dominando el juego
antes del batacazo. Y lo siguió haciendo luego. Tuvo la pelota y, lo mejor,
supo qué hacer con ella. Maximiliano Meza fue el conductor asignado del local.
Ubicado como volante interior derecho en el 4-3-3 que dibujó ayer Holan, el ex
Gimnasia confirmó su buen momento y se hizo cargo de la creación. Produjo
buenas situaciones, pero a su generación no le acompañó la conclusión adecuada.
Gran recibimiento. Ariel Holan fue ovacionado por primera vez desde que dirige al Rojo. Los hinchas premiaron su valentía
Una vez más, el Rojo -anoche vestido de un blanco radiante- falló en el área de enfrente, de manera increíble. Tuvo varias y muy claras. Esta vez, el arquero rival no fue la figura del partido. El experimentado Sebastián Bértoli apenas tapó un tiro de Leandro Fernández desde lejos. Lo más preocupante para Holan fue la falta de puntería de sus dirigidos. Porque Independiente las tiró casi todas a cualquier lado. Ni Lucas Albertengo (había pegado dos gritos en Asunción), ni Martín Benítez, ni Ezequiel Barco, ni Fernández... Ninguno pudo. Desde afuera o adentro del área -grande y chica- ni de cabeza y tampoco por abajo.
El Rojo fue una máquina de errar goles con el arco de
frente.
Fernández fue el que más oportunidades desperdició. Tuvo una actuación
muy lejos de su capacidad el goleador del equipo de Avellaneda. Al técnico no
le tembló la muñeca.
Sacó a los que más fallaron: Benítez, Fernández y Albertengo. Y metió a Juan
Manuel Martínez para que desborde por la derecha, a Juan Sánchez Miño para que
tire centros y a Emmanuel Gigliotti para que cabecee. Los tres intentaron
llevar a cabo sus tareas. El Puma tuvo un par de frentazos claros, pero de
manera insólita tampoco le acertó al arco adversario. Holan movió al equipo de
acá para allá. Cambió puestos y probó de todas maneras posibles. Parecía no
haber remedio para el mal de goles que aquejaba al local.
Los de Paraná no cruzaron el círculo central en todo el
complemento. Y durante 90 minutos la vida fue eso que transcurría mientras
Independiente se comía goles, uno atrás del otro. Hasta que en el enésimo
centro, a los 44 minutos, Bértoli le regaló la pelota a Meza, que rompió el
maleficio y puso el empate para darle algo de justicia al resultado. Una
derrota hubiera sido demasiado castigo.
Fuente Clarín
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