Por Román Failache
El límite es muy fino. Es un hilo tan delgado como el de un
gol de diferencia el que habilita a afirmar que Independiente fue “paciente” y
no un equipo que jugó mal.
Si Sánchez Miño no definía con la sutileza con la que lo hizo y esa pelota tomaba un destino que no tuviera al arco en su recta final, el relato hubiese sido distinto.
“Otro tren que se va”; “la misma historia de siempre”; “en los partidos difíciles, el equipo desaparece”.
Sin embargo, Independiente fue inteligente y ganó otro duelo gracias a la astucia del planteo. Se adecuó a lo que tenía, buscó la misma manera de lastimar desde el inicio y le resultó efectiva.
Si Sánchez Miño no definía con la sutileza con la que lo hizo y esa pelota tomaba un destino que no tuviera al arco en su recta final, el relato hubiese sido distinto.
“Otro tren que se va”; “la misma historia de siempre”; “en los partidos difíciles, el equipo desaparece”.
Sin embargo, Independiente fue inteligente y ganó otro duelo gracias a la astucia del planteo. Se adecuó a lo que tenía, buscó la misma manera de lastimar desde el inicio y le resultó efectiva.
En palabras de Pep Guardiola: “Un extremo es alguien que ha
de pasarse muchos minutos solo, en una banda, prácticamente sin moverse, sin
tocar la pelota, sin intervenir. Esperando. Como un arquero, puede estar
cuarenta minutos sin tocar la pelota y, de pronto, ha de hacer una intervención
casi milagrosa”. Eso fue, ayer, Ezequiel Barco, alguien que casi no participó
del juego activo, pero que fue completamente determinante en las dos acciones
que derivaron en gol. Condujo bien en la primera y metió un pase en honor al
Bocha en la segunda. Mismo caso para Rigoni, quien también ganó siempre en el
mano a mano en las que generó y que se obnubiló a la hora de entregar con
exactitud. Así y todo, fue una de las llaves para horadar la defensa.
¿Cuántas veces habremos escuchado que, a la hora de la
didáctica, no hay nada mejor que predicar con el ejemplo? A Nicolás Tagliafico
le cabe esto como a ningún otro jugador en el plantel. Un capitán dentro y
fuera de la cancha, que se subió a un avión el martes, recorrió 15.700 km en 21
horas, arribó el miércoles y fue titular, alma y (otra vez) figura de este
equipo. Es de las personas más profesionales que vistieron la camiseta del club
en estos últimos años, y por más que sea dificilísimo, la dirigencia debe hacer
lo imposible por retenerlo. Lo que genera es mucho más de lo que se conoce.
Hablando de la dirigencia, ¿habrá escuchado la conferencia
de prensa del técnico? “Que se enteren que no somos tontos”, avisó, salpicando
a los de la AFA, árbitros y a un par más. No soy de la escuela de quejarme por
los arbitrajes -con Boca me sentí gravemente perjudicado, no obstante hubiese
sido hipócrita reclamar algo después del partido que se salió a jugar- pero
esto ya es una tendencia insoportable. Estamos hablando de un equipo al que
desfavorecen semana tras semana. En cada partido, hay un lesionado distinto por
las diversas acometividades de los rivales con los jugadores de Independiente,
abundan los offsides mal cobrados ‘porque los árbitros se equivocan’ y escasean
las rojas y sanciones. Esto es producto de la poca presencia del club en AFA,
cuando paradójicamente el vicepresidente es Hugo Moyano. Poner un nombre en
actas no alcanza, lo que se necesitan son, antagónicamente, actos. Ayer, Holan
citó a Perón con eso de que “mejor que decir es hacer y mejor que prometer es
realizar”. Fue todo un mensaje para los directivos.
Ya al día en la agenda, Independiente quedó quinto,
matemáticamente en terreno de clasificación por repechaje a la Copa
Libertadores. Lo hizo con trabajo y paciencia. Optimizando disposiciones
tácticas según el rival y sacrificándose. Con efectividad e inteligencia. Con
compromiso, actitud e intensidad. Y silbando bajo, contra varios pronósticos,
el tiempo nos va devolviendo al lugar que pertenecemos.
Fuente Orgullo Rojo

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