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domingo, 4 de junio de 2017

El infiltrado

Gigliotti tiene pubalgia, pero está dispuesto a infiltrarse con tal de ser titular. Si la mete, no lo grita.


El Puma Gigliotti.


Por Favio Verona

Volver trae nostalgias. Volver siempre lleva implícita una carga emocional: es invitar al pasado a sentarse en la mesa, es navegar en las vivencias del ayer. Emmanuel Gigliotti tendrá hoy una tarde de ésas que dejan huella. Cuando vuelva a pisar el césped de la Bombonera, su cabeza explotará de recuerdos. Se le vendrán encima las imágenes de la marea humana que habita esa mole de cemento cayéndose en una avalancha a sus pies en un grito de gol. O el impacto de la patada que lo hizo volar hasta China, en una especie de exilio futbolístico que duró dos años, después del penal que le tapó Barovero en el Monumental y de las bombas que le llovían en la Argentina.

Boca no es un club más para el delantero a pesar de que sus palabras intenten reflejar lo contrario: “Tengo una relación normal, igual a la que mantengo con cualquiera de mis ex equipos, como All Boys o Colón”, le dijo a Olé hace algunas semanas. Boca es una marca que lleva grabada a fuego. Boca es la felicidad por haber pertenecido y también el dolor de no haber perdurado. Boca es el club que marcó un quiebre en su vida. Boca despierta en él sensaciones ambivalentes de las que hoy intentará aislarse. Gigliotti tratará de tener la cabeza en blanco, pero seguro le resultará imposible no ensimismarse en sus cavilaciones, no detenerse, al menos por un segundo, en las reminiscencias que asomarán a cada paso.

“No le gritaría un gol a Boca”, dijo en la semana. Si le toca convertir, la descarga irá por dentro. Recorrerá sus venas mientras intente contenerse. Porque él no lo va a decir, pero quiere revancha. Tiene tantas ganas de jugar que, a pesar de que los estudios médicos que le realizaron el viernes confirmaron que tiene un principio de pubalgia, se acercó de inmediato a Ariel Holan para advertirle que quiere ser titular. Y que está dispuesto a infiltrarse con tal de estar desde el arranque. “Hoy defiendo los colores de Independiente y quiero lo mejor para mi equipo”, aclaró, porque él sentía que había necesidad de  hacerlo. Boca tiene un significado para él. Pero Boca hoy es pasado. Independiente es el presente. Independiente y la ilusión a la que se aferra media Avellaneda:  ganar para meterse de lleno en la lucha por un campeonato que está en pleno punto de ebullición.
La molestia física del Puma mantiene en vilo a Holan, quien todavía no decidió si va a incluir al atacante entre los titulares. El jugador se muere de ganas por jugar y el técnico bajará el martillo recién esta mañana, cuando el plantel haga trabajos de reactivación muscular en el salón principal del hotel en el que está alojado en el centro. Allí evaluarán cómo responde. La idea es que integre la alineación inicial, aunque su presencia estará supeditada al factor físico.

Si no juega, Benítez podría adelantarse para habitar el área y Erviti se vestiría de enganche, por lo que Nery Domínguez entraría para conformar el doble cinco con Diego Rodríguez. Otra opción que baraja el entrenador es poner a Meza de enlace y mantener a Erviti como acompañante del Torito en el medio.

Gigliotti sabe que no puede darse el lujo de pedir descanso justo en un partido en el que el morbo va a ser un invitado especial. Este es el choque en el que los hinchas del Rojo quieren que demuestre. Para él será un desafío sobrellevar esa presión. Esa presión que ya lo atosigó cuando Butrón, el arquero de Alianza Lima, emuló a Barovero hasta en la vestimenta y le atajó un penal en Avellaneda. Esa presión que puede meterle a Boca si la mete.



Fuente Olé

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