Este domingo, la Bombonera será la escenografía del saludo
de los brazos en alto de un Independiente que se juega su última chance de
pelear el título. Detrás de la coreografía existe una historia que muy pocos
conocen y que Olé te revela.
Tagliafico, capitán del Rojo, con el tradicional saludo.
Por Favio Verona
El Libertadores de América explota. Estalla en un rugido
atronador, en una arenga efusiva, como si fuese un volcán a punto de hacer
erupción. Las tribunas se encienden cada vez que el equipo sale en hilera hacia
la mitad de la cancha. Y parecen detonarse en un grito ensordecedor cuando el
capitán, Nicolás Tagliafico, da el paso al frente para comandar el saludo con
los brazos en alto hacia los cuatros costados. La imagen remite inexorablemente
a un pasado signado por la gloria. La cancha parece ser una máquina del tiempo.
Hay mística en ese viaje hacia el ayer. Hay tradición, esencia, reminiscencias,
reivindicación de la historia. Hay lágrimas sobre los rostros de los hinchas
que ya peinan canas o portan carnet de socio vitalicio. Y también hay un
pequeño reconocimiento hacia quienes transformaron a Independiente en sinónimo
de grandeza. Porque a veces son los pequeños detalles los que hacen a los
grandes homenajes.
Durante el verano, Ariel Holan llamó a Ricardo Pavoni para
que les enseñe a los futbolistas cómo debe hacerse el saludo. El técnico quería
reeditarlo no sólo en los partidos de la Primera, también en los encuentros de
Inferiores. Al principio, los futbolistas no se animaron. Pero el 20 de abril
falleció Pipo Ferreiro (jugador y técnico del Independiente campeón del mundo
en 1973), y apenas tres días después, en su honor, los jugadores hicieron el
saludo ante Arsenal (2-0). La costumbre se mantuvo y, desde ese momento, el
equipo cosechó cinco triunfos y tres empates. "Aunque parezca algo mínimo,
estas cosas te unen como grupo. Te agrandan ante la adversidad, te fortalecen y
ayudan a afianzar el sentido de pertenencia. Hay un gesto desafiante cuando lo
hacés de visitante, enfrentándote a los silbidos, con la cabeza en alto.
Tendría que instaurarse como una tradición porque eso genera una comunión con
el hincha. Sé muy bien de lo que estoy hablando porque lo viví", le
comentó el Chivo Pavoni, símbolo histórico del club, a Olé. El saludo fue un
sello distintivo de Independiente en las noches coperas de los 60 y 70, cuando
el Rojo supo izar su bandera hasta en los lugares más recónditos del mundo. Lo
que muy pocos saben es cómo surgió la coreografía. A sus 75 años, Miguel Angel
Santoro lo recuerda con absoluta precisión: "Fue en 1963. La idea de
hacerlo se le ocurrió a Manuel González García, preparador físico del cuerpo
técnico que encabezaba el Colorado Giúdice (NdeR: entrenador que en
Independiente ganó dos torneos locales y dos Libertadores). El era un hombre
muy estricto, un duro de ésos que son imprescindibles". La idea era
distinguirse del resto. "Ellos querían hacer algo diferente", cuenta
Pepé. A fines del 63, Giúdice estableció normas de convivencia que el plantel
debía respetar en las concentraciones y entrenamientos. Cada vez que algún
futbolista cometía alguna falta, tenía que abonar una suma de dinero que se
destinaba a un fondo común. “Empezaron a recaudar mucho y todos nos
preguntábamos a dónde iba a parar esa plata. Nadie sabía qué destino tenía. Una
noche, la institución organizó una gran fiesta en el salón del Automóvil Club
Argentino. Fuimos todos los jugadores con nuestras esposas. En medio del
evento, González García nos regaló unos anillos de oro con el símbolo olímpico
y la letra I, de Invencibles. En ese momento supimos a dónde había sido
destinado el monto que habían juntado. Ese mismo día, en medio del salón, nos
explicó cómo iba a ser el saludo que íbamos a tener que realizar en cada
encuentro. Y comenzamos a ensayarlo para implementarlo en los partidos”, relata
Santoro. Rubén Marino Navarro, un recio defensor, iba a ser el primero en
comandar la coreografía, pero el destino no quiso. Al poco tiempo sufrió una
fractura y finalmente fue Chivita Maldonado quien heredó la capitanía y debió
ir al frente. Su estampa se convirtió en el símbolo del Rojo que conquistó
América en el ’64 y el ’65.
Cada movimiento tiene un significado. "Exhibíamos las
palmas de las manos para demostrar que las teníamos limpias, que íbamos a jugar
con hidalguía y caballerosidad, que teníamos valores. Encarábamos en hilera,
yendo de frente, con la intención de mostrar grandeza. Y levantábamos los
brazos para convencernos y juramentarnos que íbamos a ser vencedores. Nosotros
nos sentíamos invencibles”, rememora Santoro. Pipo Ferreiro y Pavoni continuaron
con la costumbre de dar el paso hacia adelante a la hora de salir al campo.
Nadie sabe por qué motivo algún día dejó de hacerse. “El saludo es un símbolo
de la gloria y el respeto que el club supo ganarse en sus épocas de esplendor.
Las manos en alto representan la búsqueda del cielo y la eternidad. Siento que
simboliza la unión entre la gente y el equipo. Es casi un mito, un pequeño
rasgo de la identidad de la institución”, remarcó Holan. “Notamos que cada vez
que lo hacemos, la gente se levanta. Algunos incluso se emocionan cuando pisás
el césped y caminás hacia el círculo central escuchando al público. Eso te
motiva en serio”, enfatizó Tagliafico. En la Bombonera, Independiente reeditará
la histórica postal ante 50.000 personas que dispararán una silbatina
estruendosa. Los jugadores les van a hacer frente. En un foro de Boca ya se
instaló la versión de que van a tratar de impedir que el Rojo pueda hacer el
saludo. Por supuesto que será un detalle, pero en Inglaterra los clubes tienen
tradiciones que se respetan a rajatabla, más allá de los resultados. Y parece
una buena iniciativa tener memoria y respeto por las raíces.
Chivita Maldonado al frente en Independiente de los 60.
Fuente Olé



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