Sampaoli, en su último partido al frente de Sevilla.
Por Diego Latorre
Ser entrenador de la selección argentina de fútbol no es
para cualquiera y quien vaya a ocupar ese cargo debe cumplir un requisito
esencial: poseer la sensibilidad suficiente como para saber qué es y qué
significa representar una parte de la historia de nuestro fútbol. Esto, que
puede parecer abstracto, me parece determinante y antecede a cualquier análisis
sobre la elección del estilo y de los jugadores, sencillamente porque la sensibilidad
está estrechamente ligada al conocimiento.
El obsesivo nuevo técnico de nuestro equipo nacional es un
apasionado. Le gusta el juego y habla del juego, conoce la enorme exigencia que
implica el puesto y también es consciente de lo que conlleva entrenar a la
selección argentina. Por supuesto, esto no garantiza el éxito, porque los
imponderables son infinitos y nadie tiene la llave de la vitrina con los
trofeos. Pero para empezar, ese conocimiento de su trabajo ya me deja más
tranquilo.
El contexto en el que Jorge Sampaoli llega a la selección no
es el mejor: lo hace en un momento de suma urgencia y entre opiniones
divididas, prejuicios y envidias. Ha sido cuestionado más humana que
futbolísticamente por algunos de sus colegas y también atacado por sus ideas
políticas, cuando se me ocurre que el único modo de evaluar y juzgar a un
entrenador es a partir de su obra.
Hace más de 20 años que en la Argentina venimos escuchando
el discurso de que ganar es lo único valioso, que oímos y leemos mensajes
perniciosos y destructivos que le quitan al fútbol su grandeza y su significado
como hecho cultural, que lo reducen al ganar como sea. Como si la obra, que no
son los circunstanciales títulos ganados, diera igual. Y no sólo no es así,
sino que de paso esos mensajes tampoco han ayudado a ganar.
La obra de un director técnico es el resultado de sus
creencias, de sus convicciones, de lo que siente. Si un entrenador no sabe bien
hacia dónde va corre el riesgo de caer en la desorientación y perder el respeto
de sus jugadores. Porque si algo necesita un futbolista es creer en quien
conduce el grupo, y generalmente se cree en la gente que demuestra entender lo
que está haciendo y sabe por qué camino quiere ir. Más aún en una selección,
donde se dispone de pocos días de trabajo. Ahí, si no se tienen las ideas
claras resulta mucho más complejo formar un buen equipo.
Sampaoli tal vez no tenga los pergaminos de otros
entrenadores, pero ha hecho jugar muy bien a diferentes equipos durante mucho
tiempo, y lo logró manteniendo un hilo conductor, más allá de las expectativas de
esos equipos y hasta de las características de sus jugadores.
Los suyos fueron siempre conjuntos dominantes, presionantes
y agresivos que -a la vez- le dieron valor a la tenencia de la pelota. En sus
comienzos, el técnico de Casilda quiso asemejarse a Marcelo Bielsa, riguroso en
los aspectos tácticos específicos y vertical en su juego. Después, según sus
propias palabras, se fue dando cuenta de que la elaboración del juego no se
relaciona con una pretensión estética sino con una necesidad de que el equipo
viaje junto para mejorar la calidad del ataque y defenderse mejor al perder la
pelota. Entonces fue rellenando la mitad de la cancha e incluso abrió la puerta
a la presencia de un estratega (Jorge Valdivia en Chile), algo que Bielsa nunca
hizo con Juan Román Riquelme, por ejemplo.
Características de un estilo
La demostración de que Sampaoli tiene claro lo que pretende
es que en Sevilla repitió la experiencia, buscando el desequilibrio por afuera
con extremos o volantes aptos para el uno contra uno y generando fútbol por
adentro con jugadores muy dúctiles con la pelota.
De ahora en más el nuevo técnico deberá pensar cómo elaborar
el juego para que Lionel Messi participe y sea determinante en el
funcionamiento, para que explote al máximo sus condiciones, algo que no siempre
buscaron los técnicos anteriores, porque Messi nunca podrá mostrar su mejor
versión si se juega al contraataque o se parte al equipo con cuatro delanteros
y seis hombres de perfil defensivo.
Salir bien desde atrás, moverse en bloque y progresar desde
la pelota es el espíritu de Sampaoli, un entrenador que alcanzó la elite
partiendo desde muy abajo porque está capacitado y su obra tiene fundamentos.
Hasta aquí no hay dudas de que se ha ganado el derecho a dirigir la selección.
El futuro está por escribirse.
Fuente Cancha Llena
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