Se impuso 2-1 con un cabezazo del Walter Erviti en el último
minuto del descuento; el Globo había abierto el marcador con un tanto en contra
de Gigliotti y Barco había empatado para el Rojo, de penal
Por Jonathan Wiktor
El festejo de Erviti y Rigoni. Foto: FotoBAIRES
Independiente dio anoche una muestra más de coraje. Si había
algo que le faltaba a este equipo renovado, que acaba de completar una semana
perfecta, era un triunfo como el de anoche, a puro nervio, en la última jugada
y en el Libertadores de América, donde hasta hace dos semanas se sentía
incómodo.
Otra vez con una versión inestable, que conjugó un primer tiempo
chato y un segundo de alto vuelo, Independiente, que se mete en la pelea, se
hizo fuerte en la tormenta, cuando estaba contra la pared, y le ganó con
justicia 2 a 1 a Huracán que murió en la costa, a 12 minutos de dar el golpe
en Avellaneda.
La vorágine de partidos apretados repercutió en el físico de
varios de los jugadores de Independiente, que venían de hacer un desgaste
anormal tras el clásico y el duelo con Camioneros, por la Copa Argentina. Los
músculos pesaban cuando empezó el partido. Se notó de inmediato.
Huracán,
testigo de lo que pasaba, trató de romper la estructura de su rival aislando a
los conectores (Rigoni, Benítez y Barco), la carta más pesada del conjunto de
Holan. Cada vez que defendía, la visita retrocedía para ajustar las marcas y
tapar los espacios. Sin espacios no había sorpresas. Independiente era una
sombra.
A los 20 minutos, una delicia de Rigoni pareció encender el
mechero. Pero fue una ilusión. A los 26, durante el peor momento de
Independiente, llegó la descarga de Huracán. Con la pelota encima, luego de un
rebote de Campaña tras un cabezazo de Fritzler, Gigliotti, en el día de su
cumpleaños número 30, intentó rechazar la pelota, pero la metió en su propio
arco. A partir de ahí, Huracán, orgulloso de lo que había logrado, avanzó
algunos metros. Independiente, confundido, quedó preso de su desconcierto. Poco
después, Villalba tuvo un tiro libre que pudo haber terminado en gol. El
lateral izquierdo puso a prueba otra vez a Campaña, uno de los mejores, quien
evitó el segundo. El tiempo llevó a Independiente a un plano anodino. El juego
se hizo individual. Huracán, con poco, logró desarmar a su rival.
Erviti fue la llave
Para la segunda parte Holan se dio cuenta de que necesitaba
un golpe de efecto. Sacó a Nery Domínguez y le dio lugar a Erviti, que esperaba
en el banco de suplentes. En un partido con pocos espacios y sin tanto lugar
para el vértigo que caracteriza a este equipo, Erviti tuvo que oficiar de
cerrajero. El local avanzó, hizo que la pelota circulara y asustó a los de
Parque de los Patricios. El partido ya era otro.
A Huracán le empezó a pesar la victoria parcial. Lejos de lo
que había pasado en el arranque, en donde jugó más suelto, vio que estaba cerca
de asaltar el invicto de Independiente y se perdió. Rigoni, a todo esto, se
cambió de banda, pasó a jugar a su izquierda y martilló desde ahí.
Independiente agigantó su imagen. Benítez, desde adentro, encontró ciertas
libertades. Barco fue a la derecha, a someterse al duelo con Villalba.
El invicto se le escapaba ante un rival de menor calibre. La
desesperación flotaba. Hasta que a los 33 minutos, cuando todo era griterío,
Fernando Echenique sancionó un penal de Nervo, que tocó la pelota con la mano.
Barco, el dueño de las ejecuciones de corta distancia, se hizo cargo. Fue gol.
En vez de festejar, el joven futbolista fue a buscar la pelota adentro del
arco. El triunfo se olía. Así fue que entonces, en la última jugada del
partido, Erviti, tras una combinación entre Tagliafico -frío y cerebral en el
momento más caliente- y Albertengo, metió el segundo gol de Independiente, que
cerró una semana perfecta.
Fuente Cancha Llena
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