No se encuentra la riqueza que abundaba en otras épocas y
los dirigentes de la AFA no supieron acompañar procesos juveniles que resultan
decisivos para el futuro de la mayor
Por Alberto Cantore
El comienzo del fin: la derrota ante Corea del Sur. Foto: AP
JEJU, Corea del Sur.- Una nueva desilusión, otra frustración
que se acumula. El recorrido de la Argentina por el Mundial Sub 20 de Corea del
Sur resultó corto y agigantó una problemática que acumula diez años de
desencantos. Un tropiezo que es otra marca dolorosa, que viaja más allá de la
eliminación en la etapa de grupos de la Copa del Mundo. Las alarmas suenan
desde hace tiempo, pero nadie las escucha. Los juveniles son el futuro de la
selección Mayor y corregir el rumbo debe ser una urgencia para la nueva
dirigencia del fútbol nacional. Los resultados son el producto de los procesos
y ahí es donde se tienen que buscar las razones del extravío. El ciclo actual
es un ejemplo de la ausencia de un proyecto, hundirle el cuchillo a quienes
tomaron el desafío o castigar a los futbolistas sería enseñar una mirada miope,
evadirse, distorsionar la realidad para encontrar una excusa. Muy lejos
quedaron los días de gloria, en las que los títulos se encadenaban y la Sub 20
era el equipo que movilizaba a todos, el que invitaba a poner despertadores
para levantarse a media madrugada, como en Malasia 1997, o llenar estadios,
cuando el país organizó el Mundial, en 2001. No hay recetas ni pócimas mágicas:
para reencontrarse con ese pasado hay que planificar a conciencia el futuro.
La Argentina ya no se mueve con soltura entre los juveniles.
Todo le cuesta demasiado. Vive con angustia, sin soportes. Aunque no gustan,
las comparaciones se vuelven inevitables. Tal vez hay que observarlas como
método de aprendizaje y no como una evaluación de resultados, logros,
conquistas. Tal vez ejecutar ese ejercicio sirva como reflexión, como un punto
de partida para explicar el presente. Al ensayar la retrospectiva, saltará a la
luz con crudeza que ya no es lo que se era. No se ve el sello distinto de
aquellos juveniles que dejaron una estela bajo la tutela de José Pekerman.
Seguramente, se tratará de una mezcla de varios factores, algunos ineludibles.
Surge una coincidencia: cambiaron las camadas. No se
encuentra la riqueza que abundaba en otras épocas. Esos jugadores
desequilibrantes que, por más que no desembarcaban en los juveniles con un
nombre hecho, mostraban condiciones de diamantes en bruto. ¿Unos pocos casos?
Ariel Ibagaza, Esteban Cambiasso, Juan Román Riquelme, Pablo Aimar, Juan Pablo
Sorin, Javier Saviola, Carlos Tevez, Sergio Agüero, Maximiliano Moralez y
Lionel Messi, acaso como la irrepetible última gran joya del fútbol argentino.
Sin los considerados distintos, que pueden romper el molde por sí solos, queda
el trabajo, consolidar un plan. Nada de eso sucedió en la última década, en la
que un desfile de directores técnicos, con ideas diferentes de juego y hasta de
cómo desarrollar las tareas, fueron sucediéndose en las selecciones juveniles.
Desde hace un tiempo, los juveniles importan en las palabras
y los discursos floridos, poco en los hechos. Muchos se llenan la boca, pero al
momento de actuar le dan la espalda. El ciclo Úbeda empezó enrarecido y el
periplo fue una carrera de obstáculos. Después de 20 años se volvió a elegir
una conducción, tras la presentación de carpetas, proyectos. Pero la selección
sufrió una modificación que generó revuelo, sospechas, miradas desconfiadas y
acusaciones mediáticas. La desprolijidad ensució el programa. El campeonato
sudamericano de Ecuador enseñó las distancias y un puñado de acontecimientos
reflejaron que se viajaba a la deriva. La ausencia del acompañamiento de
dirigentes explotó con una expulsión (Tomás Belmonte), que recibió tres
partidos de suspensión y la Argentina no tenía quién defendiera una reducción
de la pena, apelara, tuviera cargo para discutir la sanción que saltó de una
fecha -de manera provisoria- a las tres jornadas de cumplimiento efectivo. Una
señal contundente también de que la AFA dejó de tener peso en la Conmebol.
La negativa de Independiente para ceder a Ezequiel Barcos
fue el reflejo de las miserias de quienes conducen los clubes, que al saber que
el actual ciclo tenía fecha de caducidad ejercían presión para beneficiar a sus
equipos en detrimento de la selección. Mientras acusaban con falsedades al
cuerpo técnico, exponían al juvenil, a quien le "comían" la cabeza
con malicia. Egoísmo en estado puro. Otros clubes ofrecían palabras dulces,
pero puertas adentro estudiaban las formas para demorar la salida de los
chicos. No es nuevo el procedimiento. Dos años atrás, camino a la Copa del
Mundo de Nueva Zelanda, River cedió con demora a Mammana y Vega, quienes
llegaron el día del debut, porque el técnico Gallardo los quería para el
partido decisivo por los cuartos de final de la Copa Libertadores 2015, ante
Cruzeiro, en Belo Horizonte, donde los millonarios debían revertir una derrota.
Ninguno de los dos defensores firmó la planilla en Brasil y al borde del sueño
estuvieron sentados en el banco de suplentes en el debut con Panamá.
Los títulos sudamericanos Sub 17, en San Luis 2013, y Sub
20, en Uruguay 2015, son una isla. Quizás la última pequeña muestra de una continuidad,
porque ese grupo que eligió Humberto Grondona empezó a proyectarse en 2011, con
edad de Sub 15, en un torneo en Fray Bentos. El resto fue lo que apura esta
realidad. La Argentina, el país que más coronas mundiales (seis) entre los Sub
20, en los últimos 10 años ofrece números que hacen pensar cómo hizo en el
pasado para ser campeón. Porque en 2009 y 2013 -el Sudamericano se jugó en el
país y no superó el corte de grupos- no se clasificó a los mundiales; en 2015 y
ahora fue eliminada en primera rueda. La derrota en los cuartos de final en
Colombia 2011 queda como la mejor actuación dentro de una estadística
preocupante y como ejemplo irrefutable del derrumbe.
Hoy la Argentina tiene la mirada clavada en el mundial de
Rusia 2018 de Mayores. El futuro técnico de la selección arribó al país y ya
anda recorriendo estadios, el presidente de la AFA, Claudio Chiqui Tapia, junto
con el vicepresidente Daniel Angelici, sellaron la salida de Jorge Sampaoli de
Sevilla... El siguiente paso debería ser una rápida elección, con presentación
de proyectos y de carpetas, de quién conducirá a los juveniles y no la
imposición de nombres, algunos sin ninguna experiencia en divisiones
formativas. Sería una sana decisión de la denominada nueva AFA, un paso
adelante para empezar a reconstruir desde las ruinas, recuperar el prestigio,
porque los juveniles son el futuro del fútbol argentino.
Fuente Cancha Llena
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.