Por Sebastián Fest
Hugo moyano, feliz en la puerta de la aFa
Entre tantos enigmas que Julio Grondona se llevó a la tumba,
el porqué de la progresiva destrucción de la selección nacional como eje
ordenador del fútbol argentino es quizás el más importante. El mismo dirigente
que en sus primeros años le dio jerarquía, seriedad y blindaje antidemagogia a
la celeste y blanca decidió un día contratar a Diego Maradona como técnico. Lo
hizo, se dijo, para darles el gusto y callar a tantos que se lo pedían. La
realidad les demostraría cuán equivocados estaban. La sola justificación, si
realmente fuera esa, habla de un llamativo desprecio por la propia obra.
Un
festín para un psicólogo.
Aquel movimiento de Grondona fue un antes y un después para
la salud de la selección, aunque tanto o más decisivo que lo de Maradona había
sido el desmantelamiento del exitoso proyecto de los juveniles liderado por
José Pekerman. De acostumbrarse a jugar finales y ganar títulos mundiales, la
Argentina pasó a no clasificarse en el sudamericano -cuatro plazas entre diez
equipos- o a irse eliminada en la primera fase del Mundial.
Pese a la derrota por goleada ante Inglaterra en la fecha
inicial del Mundial de Corea del Sur, el futuro de la selección de Claudio
Úbeda no está escrito aún. Depende del técnico y de sus jugadores, una vez que
ya no molestan los dirigentes. Tan diferentes son las expectativas a la “era
Pekerman”, que superar la primera fase ya sería un éxito. Es lo que no se
logró, por ejemplo, dos años atrás en Nueva Zelanda.
El ruido del fútbol argentino, a veces insoportable, tapó
una frase de alguien que, de tanta responsabilidad que tiene, debería pensar
bien lo que dice cuando abre la boca. No lo hizo Hugo Moyano, el hombre de los
múltiples poderes: sindicales, políticos y deportivos.
“Barco no fue convocado”, dijo Moyano, que se olvidó de que
es vicepresidente segundo de la AFA y se movió exclusivamente como presidente
de Independiente. Dos cargos que convierten en virtualmente imposible que no
supiera que Ezequiel Barco, su jugador, había sido llamado por Úbeda.
En Independiente admiten hoy que su presidente “no tuvo una
frase feliz” e insisten en que el problema es otro: a Barco, que no hay que
olvidar que tiene sólo 18 años, no le gusta estar en la selección porque no se
siente “contenido, bien tratado”. Y Úbeda no supo “manejar el tema”.
¿Será así? Que Fernando Redondo posara como universitario
para El Gráfico cuando se autoexcluyó de la selección de Carlos Bilardo antes
de Italia 90 fue una rareza y no mucho más. Que un juvenil pida no ir a la
selección es, en cambio, un síntoma de que algo muy importante no funciona.
Quizás falle el propio jugador, quizás su técnico, quizás el grupo, quizás su
club, quizás la AFA. O todo junto.
Y entre tantas hipótesis, una certeza: es
hora de admitir que el Sub 20 y los juveniles importan cada vez menos. Paso imprescindible
para actuar en consecuencia.
Porque las opiniones y los sentimientos serán libres, pero
hay gente que no debería tener margen para hacerse la distraída con el tema.
Eso incluye a Moyano, pero sobre todo a Claudio Tapia, que a la hora de los
ravioles del domingo puede seguir siendo, si lo desea, el yerno subordinado al
suegro gremialista. Para el resto del tiempo se lo eligió como presidente de
una AFA que es mucho, pero mucho más importante que Independiente, Boca o
cualquier otro club.
Fuente Clarín
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