Ilustró rrrojo Imágen Universidad de Yale Fuente web
Ya lo determinará el estudio de alguna prestigiosa
universidad norteamericana. Por ahora, no está comprobado que sentir devoción
por la camiseta del club que uno dirige se traduzca en mayor compromiso y
mejores decisiones.
A la espera de esas conclusiones, Ariel Holan pasea su
doble condición de entrenador e hincha de Independiente -en orden indistinto-
con contagioso entusiasmo.
Recitará de memoria la formación del primer campeón
Nacional, el del 67, y agitará la mano como cuando el agua está caliente cuando
se le mencione la defensa de los 70 que sostenía las travesuras de Bochini y
Bertoni.
Feliz por ser entrenador de Primera y doblemente feliz por
hacerlo en su club, Holan acepta los pedidos de fotos de mozos y comensales que
también son hinchas. “Somos cinco millones”, dirá, feliz.
“Soy entrenador desde
que me levanto hasta que me acuesto”, señalará en otro momento como
equilibrando, sin querer, corazón y mente.
Sabe Holan, y lo admite con cierto desencanto, de las
chances ciertas de que los aplausos al socio que es técnico se conviertan en
reproches y eventualmente en insultos.
Mientras tanto, es tan paciente para
posar para otra foto y responder al enésimo mensaje de Whatsapp, como
apasionado para meterse con la estructura del fútbol argentino y elogiar la
nobleza de su plantel.
Está en su salsa, se le nota. Disfruta a full del lugar en el que lo pusieron
la vida y la profesión. No debe haber mejor modo de afrontar una profesión de
riesgo.
Fuente Clarín
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