Miremos las caras de los que rodean esta escena de barbarie.
No hay signos de horror. Fue la crónica de una muerte anunciada, y ni siquiera
se suspendió el partido. Dos caras de una profunda enfermedad socia
Por Alfredo Serra
Por Matías Oliva
Emanuel Balbo, apenas 22 años, hincha de Belgrano, no murió
por azar, accidente, descuido. Emanuel Balbo estaba condenado de antemano.
Las fotos y las filmaciones no mienten. Desde antes del
comienzo del partido, inocente, entró en un callejón sin salida.
De pronto se sintió empujado por muchos hinchas que lo
fueron llevando hasta el para avalanchas, y después hasta el límite: el borde de
la pared fatal.
Cuatro o cinco vándalos lo levantaron en vilo mientras
gritaban: "¡A este hay que tirarlo, hay que tirarlo!".
No pudo defenderse. Cayó al vacío. Poco importa si lo
arrojaron o, al verse perdido, se tiró para librarse de la turba. Sólo importa
que está muerto. Llegó al hospital con muerte cerebral, y el lunes se apagó la
última luz de esperanza.
Pero volviendo a las imágenes, algo espanta tanto como su
muerte: las caras y los gestos de los muchos testigos que rodeaban la escena.
A pesar de la inminencia del drama, del casi seguro y negro
final, no se advierte en ninguno una señal de estremecimiento, de estupor, de
miedo ante el inevitable destino de Emanuel Balbo.
Sólo se ven miradas de curiosidad, como quien contempla algo
de escasa importancia. También, de indiferencia. Como si ese acto de violencia
en el ámbito del fútbol formara parte natural del hecho, el paisaje y el
escenario.
Y peor aún. En algunas caras hay sonrisas.
¿Qué le está pasando a esta sociedad? ¿Qué nos está pasando?
Un hombre empujado a la muerte ante otros hombres incapaces
de detener ese acto brutal no es un hecho aislado. No pertenece únicamente a un
domingo, a un estadio, a un partido de fútbol.
Exhibe y denuncia una profunda enfermedad social. De larga
data en el fútbol, por cierto. Y siempre rematada por el hipócrita latiguillo:
"Algo que no debe repetirse".
Con un doble cachetazo en un Domingo de Pascua… Porque ese
partido, ese Belgrano-Talleres que empezó con linchamiento y terminó con
muerte… ¡no debió jugarse!
La mínima decencia humana exigía la suspensión. Pero el
negocio es más fuerte. La otra cara de la tragedia.
Fuente Infobae

No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.