El guardavallas se metió en la cadena productiva de
jugadores que actúan en esa posición criados en las inferiores; cómo piensa y
qué siente el nuevo referente de Independiente
Por Jonathan Wiktor
Martín Campaña crece en su puesto debajo de los tres palos.
Foto: AFP
Durante sus primeras semanas en la Argentina, Martín Campaña
solía conducir su coche por las fabriles calles de Avellaneda como un completo
forastero, un total desconocido. Era el amanecer del año pasado y su
contratación fue la respuesta de los directivos al desmedido aullido popular:
Diego Rodríguez, arquero titular por ese entonces, otro buen producto de las
inferiores, era el centro de las críticas por algunos errores no forzados.
Mauricio Pellegrino, testigo del escarnio público en cada partido, concluyó que
la llegada de un competidor directo desembocaría en un veredicto: Rodríguez
-hoy destacado en Rosario Central- levantaba su nivel o, de lo contrario,
perdía su puesto. El uruguayo firmó su contrato el 11 de enero de 2016. Esa
tarde era un completo anónimo para el fútbol argentino. Faltaban 54 días para
la conquista de la titularidad.
Campaña era un gurí esmirriado cuando su padre, también
arquero, le dijo que mejor no, que el arco era todo un drama, que se parara de
delantero. Sabía de lo que hablaba y quería que su hijo eligiera una posición
en la que estuviera menos expuesto a la crítica destructiva. "Es un puesto
ingrato", fueron las palabras. El pequeño Martín apenas se inmiscuía en el
fútbol cuando intentó jugar de nueve. Lo hizo un tiempo, sobre todo en partidos
informales, pero no pudo detener el impulso de ser arquero. El consejo de su
padre sonó más bien a mecanismo de protección, de autoprotección. Por dentro
estaba encantado.
La historia de Campaña pudo haber sido otra. Luego de dar
sus primeros pasos en Deportivo Maldonado, equipo de su ciudad, se marchó a
Montevideo, la gran urbe uruguaya, en busca de las luces del fútbol. Defensor
Sporting, el tercer equipo charrúa con más títulos -detrás de los gigantes
Peñarol y Nacional-, aprobó su fichaje para las inferiores. Ahí fue donde hizo
gran parte de las categorías formativas.
Hasta que una mañana le dijeron que
quedaba libre. Armó su bolso y se fue.
Lo que vino luego fue un largo transitar por el interior de
Uruguay. Campaña siguió con rumbo errático sobre los márgenes del deporte
profesional, aferrado como un lobo a su presa. En 2007 volvió a Deportivo
Maldonado -el club de su infancia-, para reiniciar su camino. Un año más tarde
fue transferido a Atenas de San Carlos, en el que sólo jugó seis meses. De ahí
pasó a Cerro Largo de Melo. Todos de la segunda división. Su primer roce en la
primera fue en Racing de Montevideo, en 2010, cuando tenía 21. En 2011 volvió a
Cerro Largo, pero todo era distinto: el equipo jugaba en la primera y las
exigencias eran otras. Campaña tuvo un campeonato extraordinario y su
crecimiento terminó en la cuarta posición, lo que los clasificó a la Copa
Sudamericana.
Estaba en su esplendor. El Maestro Tabárez, con olfato de
elefante africano, tomó nota y lo llevó como primer arquero a los Juegos
Olímpicos de Londres.
Seis meses después de su experiencia en tierras británicas,
le llegó el turno de cerrar una herida. Defensor Sporting, en donde lo habían
dejado libre, contrató a Campaña a préstamo por seis meses. Antes de que
terminara el vínculo, cautivados por su alto nivel, le compraron el 50 por
ciento de su ficha. La misma institución que lo descartó cuando era joven tuvo
que pagar para volver a tenerlo. Fue uno de sus grandes triunfos. A Defensor se
sumó como suplente; se ganó el puesto. Se hizo enorme. Un adelanto de lo que
pasaría en Independiente.
Sus pasos empezaron a escucharse al otro lado del Río de La
Plata. Con Pellegrino como entrenador, los Rojos habían tenido un buen segundo
semestre de 2015, pero la relación entre el público y Diego Rodríguez seguía
sin cicatrizar. Los directivos, con la aprobación del entrenador, salieron a
buscar a un arquero. El Cebolla Rodríguez lo recomendó y Campaña se incorporó
durante el receso de verano. En la primera mitad del año siguiente el equipo
dejó de funcionar, las individualidades empezaron a desvanecerse y el Ruso
perdió el puesto. El 5 de marzo de 2016, en el Libertadores de América, se
produjo el debut de Campaña. Aquella noche Independiente le ganó 4 a 1 a Colón
y el uruguayo, con tres intervenciones simples, se fue ovacionado.
Campaña, de esa manera, logró meterse en el medio de la
cadena productiva de arqueros criados en las inferiores de Independiente. Pepé
Santoro, con ojo de lince, ya había formado a buenos especímenes. Fabían
Assmann, Adrián Gabbarini y Rodríguez compartieron plantel durante varias
temporadas. Antes había sido el turno de Ustari. En el medio estuvo Emiliano
Martínez, que no llegó a debutar pero que fue vendido al Arsenal inglés, donde
es una de las principales alternativas para Arsene Wenger. El futuro está en
manos de dos promesas: Gonzalo Rehak y Franco Vélez.
Todo eso sin contar a Lucas Molina, que falleció de muerte
súbita en 2004, y a Emiliano Molina, que murió en un accidente de tránsito en
2005, en el Puente Pueyrredón.
Tras la renuncia de Pellegrino, Milito se hizo cargo del
plantel y mantuvo a Campaña en el arco. El ex defensor, sin embargo, tomó una
polémica decisión al contratar a su amigo Damián Albil, quien se formó en el
club pero que, con 37 años, ni siquiera es suplente. Holan, se sabe, no dudó ni
un segundo en dejar al uruguayo entre los titulares.
Hace tiempo que en Avellaneda dejó de ser un desconocido. Su
camiseta es una de las más vendidas.
Fuente Cancha Llena
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