La selección argentina de fútbol deja los Juegos Olímpicos
como una consecuencia lógica: si las cosas se hacen mal, terminan mal
Por Sebastián Fest
Foto: AP
RÍO DE JANEIRO - Queremos ganar siempre, pero hoy nos tocó
perder: Las Leonas con las británicas, Los Pumas con la misma selección. y el
fútbol, aquel glorioso fútbol argentino, con los catrachos. Con Honduras, rival
con el que no se podía empatar porque equivalía a perder. Se empató. Los Juegos
Olímpicos son así, demasiado bien le estaba yendo a la Argentina en los
primeros días. A veces se pierde, y cuando llega el momento hay que aceptarlo.
Hay 11 días más por delante, mucho por soñar.
Queremos ganar siempre, sí, mucho más si se trata de fútbol
y en Brasil, pero tarde o temprano la realidad se habría impuesto: a no ser que
los integrantes de la selección fueran magos, no nos podía ir bien en el fútbol
de los Juegos Olímpicos. Nos fue mal. Mejor antes que después.
Mejor antes que después porque ya no se puede perder más
tiempo. La selección mayor tiene un técnico, Edgardo Bauza, y con él muy
probablemente se eligió también una línea de juego. ¿Y el futuro de los
seleccionados juveniles? ¿Formó parte del debate a la hora de designarse a
Bauza? Todo indica que no, porque la AFA tiene otras prioridades: cobrar los
1.250 millones que le deben y afrontar los centenares de juicios que pesan
sobre ella.
Dos asuntos importante, sí, aunque sea urgente ocuparse del
fútbol juvenil, de esos equipos que nutren a una selección mayor que en menos
de dos años debería estar jugando el Mundial de Rusia. Hace años que no se hace
nada, y esa desidia desembocó en las lágrimas de hoy, comprensibles, humanas y
que hablan muy bien de jugadores que sienten la camiseta, aunque con eso ya no
alcance. Algo de eso se vio en los instantes previos a que Ángel Correa pateara
el penal: su rostro y su lenguaje corporal decían, casi gritaban, que lo habían
cargado con demasiada presión, la de solucionar con un penal un desastre de
proporciones monstruosas que se arrastra desde hace años en la Argentina.
Búsquenle el lado positivo y véanlo desde este punto de
vista: mejor que fallara, así nadie puede engañarse ya. Los buenos jugadores y
ese comprobado amor a la camiseta ya no garantizan nada. Pregúntenle a
Honduras. Y eso que el fútbol, siempre tan diferente, siempre superior y
alejado de los demás deportes, había compartido esta vez con el resto de la
delegación argentina la experiencia única que es la villa olímpica. Querían
realmente ser olímpicos, al igual que Julio Olarticoechea, que, de paso,
enterró involuntariamente esa frase que cada tanto circula, la de "hay que
darle una oportunidad a los del '86", como si no la hubieran tenido ya con
su máximo exponente al frente de la selección.
Fuente Cancha Llena


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