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lunes, 8 de agosto de 2016

Llegó Bauza, empieza el desafío del equilibrio en la selección argentina




Por Diego Latorre



Presentación de Edgardo Bauza, nuevo DT de la selección, en el predio de la AFA. Foto: LA NACION / Mauro Alfieri



En el fútbol argentino lo paradójico está a la orden del día. Uno mira alrededor y ve un enorme vacío. No hay organización ni institución, y la casa se empieza a construir por el techo en lugar de levantarse desde el suelo. Sin embargo, desde el mismo momento en que se supo que el elegido para ocupar el puesto de entrenador de la selección era Edgardo Bauza la palabra imperante es "equilibrio", justamente uno de los elementos faltantes en estos tiempos revueltos.



En cierto modo es lógico que así sea, porque durante su exitosa etapa al frente de San Lorenzo , el Patón se aferró a ese término para explicar buena parte de su ideario futbolístico. ¿Por qué lo hizo? Cuesta descifrarlo. Tal vez para distanciarse de la nueva camada de técnicos que evitan usarlo. En definitiva, Bauza pertenece a otra generación, aunque para nada se lo deba considerar un técnico de la vieja escuela. Lo cierto es que el equilibrio pasó a ser desde esta semana el nuevo objeto de deseo de la selección, la meta a perseguir.



Bauza llega al equipo nacional envuelto en el misterio de una decisión confusa, pero con el crédito abierto. En un país que lo único que consagra es el éxito, el técnico rosarino reúne algunas condiciones indiscutibles. Sobre todo, los títulos de Copa Libertadores logrados con Liga de Quito y San Lorenzo.



Hablamos de una persona con mucha prestancia, que impone respeto con su sola presencia, pero que además se lo ha ganado. Sobre todo de los jugadores, que en el mundo del fútbol son quienes terminan decidiendo y torciendo las opiniones, porque llevan y traen la información y conocen la verdad de lo que ocurre puertas adentro de un vestuario.



En ese sentido, Bauza tuvo la cualidad de manejar bien a los planteles que dirigió. En una época en la que hay tantos protagonistas alrededor que tienden a confundir al futbolista hasta transformar la relación juego-jugador en algo mucho más individual que colectivo, el Patón ha sido un gran administrador. Supo manejar los egos y las vanidades, y con eso se ganó el cariño de sus dirigidos.





También hay que sumarle a favor la autenticidad y claridad de su mensaje. Lealtad, compromiso y sinceridad siempre son valores que el futbolista agradece de su entrenador, y Bauza provoca esas conductas tanto con la palabra como con la acción. Apoyándose en ellas tendrá que cumplir su primera misión: seducir y convencer a Messi para que vuelva al plantel. Y recién a partir de ahí se verá qué pasa.



Pero seamos optimistas y pensemos que el Patón conseguirá el regreso del capitán. Entonces sí comenzará el verdadero desafío del equilibrio, el que tiene que ver con lo puramente futbolístico.



En un principio, no sé qué estilo pretenderá darle Bauza al equipo. En un club, un técnico siempre está más limitado en sus chances para elegir y no dispone de toda la jerarquía que el Patón sí tendrá en la selección. Fundamentalmente en algunos sectores de la cancha con superpoblación, es decir, desde la mitad de la cancha hacia adelante.



Bauza no tiene una idea de juego bien marcada pero será interesante ver cómo gestiona la relación entre Messi y el bendito equilibrio, que todos sabemos se relaciona siempre con robustecer la zona defensiva para que el equipo no quede descompensado. Establecer un puente de conexión entre lo que el 10 y los mejores jugadores del plantel necesitan para poder jugar bien, superar al rival y ganar, y que -al mismo tiempo- el equipo no se desordene es el gran desafío por delante. No serviría un conjunto demasiado hermético y rígido al precio de que Messi no la toque, ni tampoco otro protagonista que quede expuesto de manera permanente.



Ahí está el nudo de la cuestión. Habrá que ver cómo se trabaja el funcionamiento para que Messi quede arropado, no se aísle, tenga socios, un soporte colectivo, y sobre todo, continuidad en el manejo de la pelota. Es decir, que pueda intervenir la mayor cantidad de veces posible y lo haga en un contexto favorable para que pueda explotar su capacidad en las zonas y las circunstancias que debería hacerlo



¿La selección encontró entonces al técnico perfecto? Sería prematuro afirmarlo. Personalmente me quedaron "rebotando" episodios sueltos de su carrera, partidos aislados que me generan alguna sombra de duda. Uno de ellos, muy simbólico, fue el Real Madrid -San Lorenzo en la final del Mundial de Clubes. Hay instancias en las que se define la naturaleza de los técnicos, momentos límite que ponen a prueba el carácter, la conducta y las ideas. Aquel encuentro era una de ellas.



Es innegable que existían diferencias de capacidades y que el escudo de Real Madrid es el más potente del mundo, pero también San Lorenzo tiene una marca, una historia, un prestigio que defender. Y el prestigio se defiende siempre desde la identidad. Bauza, en ese momento, prefirió cambiar la postura, la forma de jugar del equipo, quizás buscando ganar el partido en una jugada. Se lo puede llamar inteligencia, pero entiendo que el partido merecía otra cosa. Porque, ¿quién puede asegurar que jugando a inhibir al rival se obtienen mejores resultados que potenciando nuestras propias fortalezas?



Aquella vez me puse en el lugar de un delantero de San Lorenzo que acostumbrado a moverse en una geografía habitual de la cancha y a estar todos los partidos cerca del gol, se vio aquel día parado 30 metros más atrás, persiguiendo a los defensores rivales, jugando sin la pelota. Y me decía que me hubiese quedado con otro sabor si hubiera entrado a jugar con la sensación de que se podía ganar, por el simple motivo de que en el fútbol nada está garantizado de antemano.



Entiendo que los momentos irrepetibles se deben asumir con el atrevimiento preciso para jugar bien al fútbol, porque cuando los complejos superan a las posibilidades obviamente hay más chances de perder que de ganar. Sin embargo, Bauza eligió una especie de papel prefabricado de víctima. Y creo que ese partido marcó nuestra visión sobre el técnico rosarino.



Pero aun así estimo que el Patón tiene crédito. Es un técnico capaz, que casi siempre armó buenos equipos y realizó buenas campañas. Es curioso, e injusto, que sea el entrenador quien con los resultados y el rendimiento tenga que venir a reparar todos los daños causados por la irresponsabilidad de los dirigentes que nos llevaron a la actual crisis institucional.



El técnico es hoy la cara visible de una estructura, de una organización que no existe. Pero en su enorme generosidad, el fútbol -con su magia- puede lograr que un equipo con un entorno tan negativo alrededor pueda estar en condiciones de ganar, que en definitiva es lo único que interesa en la Argentina. Dependerá en buena medida de las habilidades del nuevo entrenador. Y como él mismo dijo, de si es capaz de estar a la altura de una selección como la nuestra.





Fuente Cancha Llena

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