Por Eduardo Verona
Frustración. Fracaso. Decepción. Cualquiera de esas palabras
puede definir el paso de la Selección Sub/23 en los Juegos Olímpicos de Brasil.
El equipo del Vasco Olarticoechea mostró un perfil acorde al cambalache que
monitorea al fútbol argentino. Los jugadores, varios de ellos muy valorizados,
revelaron que fueron sobredimensionados por el mercado y el ambiente.
-¿Se fue perdiendo la capacidad creativa, la habilidad de
los jugadores argentinos?
-Sí, sí, se ha ido perdiendo.
-¿Cuáles son las causas?
-Fundamentalmente, la falta de horas de juego. Antes, el
jugador tenía más potrero, más tiempo.
Estaba cinco o seis horas jugando al fútbol. Hoy, los
chicos, no juegan. O juegan poco. Tienen muchas actividades. Y trabajan. Porque
hay chicos que por una cuestión social, tienen que salir a trabajar. Nunca
descartamos que aparezca algún jugador que nos refresque la memoria. Eso sí: si
hablamos de cantidades, está claro que van disminuyendo.
-¿Es grave la situación?
-Es grave que nos acostumbremos, como pasa en toda la
sociedad y debe pasar en otros ámbitos que no conozco tanto como el fútbol.
Ojo: no disminuye el interés por el fútbol, no disminuye su atracción, pero los
actores van teniendo otras características. Lo que en otros tiempos llevaba un
tiempo de aprendizaje, ahora se convirtió en otra cosa. Se van quemando etapas.
Muchos de los chicos que son promocionados a Primera llegan con un montón de
limitaciones. Y esto lo provocan las urgencias. El jugador se convierte en un
instrumento del sistema. Se seguirá jugando, pero será como administrar
pobreza.
-¿Cómo es eso?
-Va a haber sistemas, estrategias, duelos tácticos. Pero
habrá menos técnica, jugadores incapaces de desnivelar a través de la
improvisación o el talento. Todo será esfuerzo. Nos estamos olvidando mucho del
juego, porque la expectativa que genera todo lo que rodea al fútbol tomó más
protagonismo que el juego en sí. Me resisto al tremendismo, pero hay un vacío
de talento.
En junio de 2001, José Pekerman, en una estupenda entrevista
que concedió a la revista Al arco y en
su rol de entrenador de las selecciones juveniles, aportaba una mirada
que ya anticipaba la crisis cultural que padece el fútbol argentino.
¿Qué veía Pekerman por aquellos días?
Lo que sucede ahora.
El fracaso de la Selección Sub/23 que dirigió el Vasco Olarticoechea en los
Juegos Olímpicos que se están realizando en Brasil, también refleja el
diagnóstico que había dado el técnico argentino hace 15 años.
Comentaba que se resistía al tremendismo Pekerman, pero
advertía un "vacío de talento". Y hablaba de "administrar
pobreza". Esa síntesis quedó brutalmente expresada en Brasil. El sistema
al que Pekerman criticó con dureza ("El jugador se convierte en un
instrumento del sistema") viene produciendo desde una ficción mediática
cracks que no son tales. Como Correa, Calleri, Pavón, Lo Celso y tantos otros
inflados por el ambiente, generando confusiones que se propagan en todas las
direcciones.
Por supuesto que no son responsables los jugadores de los
intereses y operaciones económicas que los trascienden. Ellos reciben elogios
desmesurados por una rachita de partidos favorables y por un par de goles que
hayan conquistado. Sueñan con irse a Europa. Con mirar de cerca a Messi y a
Cristiano Ronaldo. Con firmar contratos fabulosos. Con creerse que son mejores
de lo que en realidad son. Y no son pocos los que se terminan estrellando por
no haber completado etapas formativas.
Se podrá argumentar, con razón, que la Selección que armó a
los ponchazos Olarticoechea estaba predestinada a convivir con la más cruda
resignación. Se podrá repetir que esa institucionalidad destruida de la
Selección por la ceguera, la vanidad estúpida y la ineptitud galopante de los
dirigentes, no podría concluir con otro escenario que no fuera una gran
frustración.
Pero en no pocas oportunidades en la cancha se producen
construcciones futbolísticas que las lecturas previas no contemplan. En la
situación límite, suelen aparecer respuestas valiosas. Respuestas inteligentes
de los jugadores. Más allá del técnico de turno, de los dirigentes, de los
climas, de las ausencias y de las distintas adversidades.
Pero no fue el caso. No hablamos de temple, de garra, de
personalidad, de temperamento, de agallas, de actitudes ni de fortalezas
espirituales extraordinarias. Hablamos de juego. De la falta alarmante de juego
que mostró esta Selección. De la mediocridad, sin pausas, que delató en los 3
partidos que disputó ante Portugal (cayó 2-0), Argelia (ganó 2-1) y Honduras
(empató 1-1).
Ese nivel de torpezas para manejar la pelota e interpretar
las necesidades del juego no pueden responsabilizarse ni en la figura de
Olarticoechea ni en los dirigentes vencidos por el ego, la ignorancia y la
ambición de poder. Es algo de lo que tienen que hacerse cargo los jugadores.
Que no son los chivos expiatorios siempre infaltables en la dinámica que
envuelve a los fracasos. Pero son inevitablemente los protagonistas en las
buenas y en las malas.
Los Juegos Olímpicos les bajaron el precio a esos
protagonistas. No nos referimos a los valores económicos. Nos referimos a la
medida del fútbol. Al juego. Apurarse a consagrar cracks para ilusionar a las
audiencias siempre renovadas y también estafadas en su buena fe, es lo que
Pekerman también definió como "el sistema".
¿Se cosechó en Brasil lo que se sembró? El sí es rotundo. Se
cosechó en función de las ruinas de la AFA y de los intérpretes que valen
muchísimo más en el mercado (y en el ambiente) que en la cancha. Porque la
cancha, a pesar de todos los colapsos, debería ser siempre de los jugadores. Y
no lo fue.
Fuente Diario Popular



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