Ilustró rrrojo
Antonio Alzamendi
Un puntero vecino de la raya y amigo del gol.
Tres años le bastaron para estar entre los ídolos.
Gran socio de Bochini.
Siempre le rindieron los uruguayos a Independiente y él no
fue la excepción.
Cuando lo llamó el Pato Pastoriza en 1978 para que dejara su
Durazno natal, fue para que volviera loco al defensor que osara ponérsele
enfrente.
Además de calidad tenía olfato de gol y fue el segundo uruguayo con
más partidos con la camiseta roja, detrás del Chivo Pavoni.
Le decían la
Hormiga y su juego era sinónimo de velocidad, escape y gol, un dotado capaz de
hacer un nudo de piernas defensoras en un segundo y en un metro cuadrado.
Algunos lo comparaban con Raúl Bernao, pero no por su habilidad sino por su
vocación de encarar por la punta.
Era de esos wines pegados a la raya que ya no
se ven más.
Tan completo resultó que, cuando se metía en el área, tenía
oportunismo hasta para agarrar los rebotes.
Siempre fue un jugador de
rendimientos parejos pero los hinchas recuerdan la final del Nacional 78 cuando,
frente a River, le pegó un baile bárbaro a Héctor López y fue clave para que
Bochini hiciera los dos goles del título.
Su sociedad con el Bocha era la
mezcla perfecta entre pensamiento y ejecución
Fuente El Gráfico 100 IDOLOS DE INDEPENDIENTE
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