De Felippe encontró en el grupo la confianza para seguir
luchando por el ascenso.
Por Vicente Muglia
De Felippe contó que tras la caída ante Huracán puso su
renuncia a consideración del plantel, que lo respaldó. Ahora el técnico espera
que lo banquen en la cancha...
Eran las 22.30 pasadas del último sábado. Hacía pocos
minutos, Huracán acababa de pegarle otro cachetazo a Independiente. Fuera del
vestuario, el Libertadores de América ardía. Los cantitos agresivos apuntaban a
Javier Cantero, a la Comisión Directiva y a los jugadores. Las balas verbales
no rozaban a Omar De Felippe. Pero tocado por otra decepcionante actuación de
sus dirigidos, y con esa sinfonía de insultos de fondo, el DT de Independiente
reunió a su plantel en esas cuatro paredes y, en ese momento tan caliente, fue
directo, fiel a su estilo. “¿Qué les pasa, muchachos? Si yo soy una traba, me
voy, ¿estamos?”, lanzó, como él mismo confesó ayer en una nota radial, aunque
utilizando otras palabras. Ahí mismo, algunos jugadores, entre ellos un
referente, le contestaron que no, que el problema no era él sino ellos. Esa
banca fue suficiente para que un rato después, en la conferencia de prensa, el
entrenador asegurara que no se irá en este difícil momento del Rojo, con apenas
dos puntos cosechados sobre los últimos 15 en juego. Claro que hoy, nadie de su
entorno garantiza su continuidad en el caso de una caída antes el líder
Banfield, este viernes. El espera, más allá de un buen resultado, que ese apoyo
se traslade al campo de juego. ¿Cómo era eso de las palabras y los hechos...?
En la intimidad, al técnico de Independiente le cuesta encontrar los motivos de
esta pronunciada merma futbolística. “Hoy comparo este momento con el de
nuestra llegada al club. Tenemos que lograr que estos jugadores vuelvan a creer
como lo hicieron en el primera rueda”, explicó en La Red. Conocedor de las
limitaciones del plantel (en cuanto a jerarquía y a recambio en algunos
puestos), su confianza para revertir la situación también pasa por el nivel de
los rivales. “Omar respeta mucho a los equipos de la categoría, pero sabe que
en este torneo no hay cucos y que enderezando un poco el barco, puede lograr
tranquilamente el ascenso”, le contó a Olé alguien que lo conoce.
Para el DT, un problema es la fragilidad anímica del grupo.
El nunca se creyó que el Rojo era una máquina en la primera rueda pese a
hilvanar 13 partidos sin perder, con récord de valla invicta incluida, y a
colocar al equipo en el podio, en zona de ascenso. Pero tampoco esperaba este
bajón, que lo atribuye a un tema mental. “Nos hacen un gol y nos caemos”,
analiza. Su preocupación es el bajo rendimiento individual, en especial de los
referentes. Ya sacó del equipo a Morel y a Insúa. También a Zapata,
titularísimo en casi todo su ciclo. El sábado, en un hecho inusual, reemplazó a
Montenegro, quien suele completar los 90 minutos. Algunos comentan que también
está disconforme con el nivel de Tula.
¿Influirá en lo futbolístico la deuda
que la dirigencia mantiene con el plantel? El malhumor del grupo existe aunque
ese dato no alcanza para confirmar que el bajón responde a ese inconveniente.
Igual, aún resuenan aquellas palabras de De Felippe en el verano. “El mejor
refuerzo sería que el plantel esté al día”, fue aquel sugestivo mensaje que le
envió a la CD a través de la prensa.
Hoy, Omar se siente fuerte para continuar en el cargo y el
incumplimiento económico (sólo cobró septiembre y octubre) no lo ve como una
traba. Pero también sabe las reglas del juego. Una derrota el viernes, la
cuarta al hilo, podría marcar el final de su ciclo.
Un directivo, consultado
por Olé , afirmó que jamás le pedirían la renuncia. Pero no sería necesario si
él observara falta de actitud. Así como la otra noche en el vestuario le
pidieron que se quedara, ahora pretende que se lo demuestren en la cancha.
Fuente Olé
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