Por Cristian Fernández
Omar De Felippe parará ante Villa San Carlos el esquema con
los jugadores de mitad de cancha hacia adelante que más rédito y alegrías le
dio a Independiente. Claro, el Pocho Insúa, afuera.
Con Brindisi el equipo no era tal y naufragaba los partidos.
La única esperanza era ese Enano que había llegado desde Chacarita y parecía
ser algo diferente. Es más, cuando se juntaba con Daniel Montenegro era como
que se conocían de siempre y ambos de a poco fueron necesitándose. Lo que se
dice una relación de amor futbolístico, en la que se habla el mismo idioma.
Por eso, con la llegada de Omar De Felippe y algunos ajustes
sobre la marcha se comenzó a forjar ese 4-3-2-1 que llevó al cabo de la primera
rueda a cumplir el objetivo de ser uno de los tres en puestos de ascenso. Así
fue que con alguna variante en defensa se leía: Marcelo Vidal, Martín Zapata,
Federico Mancuello o Leonel Miranda (Doble función: Ayudar con sacrificio en la
marca y en la creación con juego), Matías Pisano, el Rolfi y Facundo Parra.
Con este esquema afianzado el DT del Rojo obtuvo 32 puntos
sobre 45 posibles. Todo comenzó ante Banfield en el Libertadores de América.
Más allá de la igualdad, la dupla Montenegro-Pisano se aferraba tanto en la
cancha como en la aceptación de los hinchas. Y así pasaron los partidos y los
mayores triunfos se dieron con Vidal en cancha. Fue clave el rendimiento de los
tres para que Independiente terminara en zona de ascenso.
Si bien sufrió empates como el de Unión de local y la
derrota ante Almirante Brown – el día de la famosa frase de Omar De Felippe
“acá empezó la B Nacional” – lo cierto es que el esquema se asentó y los
festejos le dieron vigencia. Con este 4-3-2-1 y sus variantes de nombres, el
Rojo le ganó a Villa San Carlos, Sarmiento, Crucero del Norte, Sportivo
Belgrano, Gimnasia y Esgrima de Jujuy, Ferro, Douglas Haig, Instituto y
Patronato.
Sin embargo en la segunda etapa de la Temporada hubo cambios
y un imponderable que afectó la armonía. La lesión de Marcelo Vidal, que le
impidió hacer la pretemporada y arrancar en el once inicial, y la llegada de
Federico Insúa, que terminó en el ojo de la tormenta. Sí, parece irrisorio,
pero el peso específico de una figura como la del Pocho provocó que el DT le
armara un lugar entre los titulares, renuncie a su esquema y, de a poco, a esa
solidez que se había conseguido.
El 4-3-2-1 pasó a ser 4-2-3-1. El equipo perdió equilibrio,
aunque claramente el inconveniente fue la desconexión futbolística del triple
enganche y la carencia de un circuito de juego que permita hacer daño con la
pelota en los pies. El triunfo ante Brown de Adrogué en Temperley con un primer
tiempo que ilusionó fue sólo eso, un espejismo. Con el correr de los partidos,
el equipo se fue desmoronando.
Así llegaron dos empates (Boca Unidos y Aldosivi) y tres
derrotas consecutivas (Atlético Tucumán y Huracán en el Libertadores de América
y en Mendoza ante Independiente Rivadavia). Hasta hubo rumores de alejamiento y
de barco a la deriva. Es que el Rojo había cosechado tan sólo 5 de 18, los de
arriba se alejaban y los de abajo se acercaban, aunque nunca dejó la posición
de ascenso.
Fue, justamente, ante el Globo en Avellaneda que De Felippe
decidió recuperar alguna base y lo dejó en el banco de suplentes a Insúa. Esa
tarde noche, el Rojo arrancó mejor, pero tras el penal errado por el Rolfi y el
gol de Toranzo, se desmoronó.
Como cierre, llegó el vertiginoso empate en Banfield en el
que ni Insúa ni Pisano vieron acción. Se notó que el DT intentó poblar el
mediocampo y ganar allí una batalla clave contra el puntero del campeonato. No
obstante, eso ya es historia y tal como anunció De Felippe (“Probablemente
vuelvan Pisano y Parra”, dijo) el once inicial regresará a sus raíces para
intentar obtener los resultados de la primera rueda y lograr el objetivo
ansiado.
Que así sea…
Fuente Infierno Rojo
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