Costará tomar una real dimensión del partido que
Independiente le ganó a Racing, pero fue más importante de lo pensado. Por el
contexto, por la previa y por cómo llegaban los planteles, lo del Rojo fue
claramente trascendental. En el marco de un encuentro clave por el torneo, los
dirigidos por Julio Falcioni respondieron, y se llevaron los tres puntos.
Con la derrota de San Lorenzo por 4-0 ante Unión, el sábado,
los equipos de Avellaneda llegaron al Clásico como los únicos invictos del
campeonato. El Rey de Copas tenía cuatro goles a favor y uno en contra,
mientras que la Academia había hecho tres tantos y no había recibido ninguno.
Es decir, ellos tenían la valla en cero.
Vale destacar, además, que el más grande había jugado con
Tigre en la semana, donde se le lesionó Lucas Romero, pieza clave del equipo.
Si bien el Perro llegó entre algodones, apenas duró quince minutos, y tuvo que
ser reemplazado por Domingo Blanco. El vecino, con todas sus armas, era
favorito, más allá de la localía que, siendo buenos, hoy no pesa teniendo en
cuenta la ausencia del público.
Si algo le agregaba picante al Clásico, era que Racing venía
de ganar los últimos tres, y sus simpatizantes junto con los dirigentes se
pasaron todo el tiempo rosqueando con la actualidad, con que estaban mejor, y
que el que tenía miedo de jugar era Independiente. Pero lo peor que se le puede
hacer al Rey, es querer sacarle el trono.
Callado, sin aires de soberbia pero con la guardia alta, el
más grande llegó al Derby. No brilló por su juego, es verdad, pero fue
convencido de lo que quería, y eso era ganar el encuentro. No toqueteó
intrascendentemente con la pelota en los pies, al contrario, la cedió, pero
cuando la tuvo, lastimó. Siempre por el lado de Eugenio Mena, ese lateral que
ellos pintaban como una eminencia y apenas pudo ver como Fabricio Bustos y
Sebastián Palacios lo pasaron constantemente.
Bueno, Mena no es el único, porque para ellos todos sus
jugadores son mejores que cualquiera del Rojo, pero ni con su equipo de
Selección pudieron doblegar a lo que veían como un rival inferior. El Rey de
Copas, por su parte, hizo un pacto consigo mismo, y salió con mucha más actitud
que en los Clásicos anteriores. Desde ahí, le redobló la apuesta al vecino
agrandado, y por medio de un testazo de Silvio Romero tras un centro de
Sebastián Palacios (el maravilloso lateral chileno de ellos brilló por su
ausencia), le ganó el pleito.
En ese fatídico minuto 23, ese número que tantos dolores de
cabeza les trae a ellos, Independiente le convirtió el primer gol a Racing en
el torneo, le rompió el invicto, y se llevó el derby. Ellos, atónitos, todavía
no lo pueden creer. ¿Cómo pudo su revolucionario equipo perder el encuentro? La
respuesta es fácil: Por mucho que la quieran dibujar, siempre serán hijos del
Diablo.
Y para terminar, hay que bajarle los humos a esa «máquina
aniquiladora». ¿Quiénes son los cracks del equipo? ¿Enzo Copetti, que apenas
hizo seis goles en 28 partidos? ¿Leonel Miranda, que se fue del Rojo por la
puerta de atrás y ahora boquea? ¿Un Ignacio Piatti venido a menos? De un equipo
que le hizo una estatua a Reinaldo Merlo por un torneo y le dio una calle a
Diego Milito por dos, cualquier cosa es posible. Por suerte, Avellaneda es del
Rey de Copas, y así será por la eternidad.
Fuente Infierno Rojo


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