Por Christian Alonso
No todo es “soplar y hacer botellas”. Pasó la segunda prueba
de fuego para Pusineri y, aunque quede la espina por no haber podido ganar, hay
que seguir remarcando que todavía se está arreglando con lo que tiene. Y como
viene la mano, seguirá haciéndolo por los próximos días. Independiente no es un
equipo renovado, ni tampoco posee estrellas que hayan deslumbrado al fútbol
argentino en el 2019 (de hecho, todo lo contrario). Pero el cambio de aire que
significó la llegada del nuevo DT sirvió no solo para que los dirigentes gocen de
un hincha ¿más paciente?, sino también para que los jugadores comiencen a
olvidar los inventos tácticos (y sobre todo posicionales) de Beccacece.
Contra River fueron unos 15 o 20 minutos de buen fútbol, una
interesante verticalidad para empatar e ir a buscar el partido y no mucho más.
La expulsión de Barboza no ayudó, es cierto. Contra Boca fue un tramo más largo
y, claro, la expulsión de Izquierdoz fue la que invitó al Rojo a hacerlo,
porque hasta ahí pintaba un partido bastante complicado. Sin embargo,
Independiente había respondido bien en defensa y comenzó a ser punzante en
ataque a partir de ese hombre de sobra en la cancha. Pero esta vez no quiso
entrar.
Hubo varios puntos altos que merecen ser remarcados:
Campaña respondió cuando lo llamaron, Bustos se cansó de
pasar al ataque para ser un recurso más en la ofensiva (Sánchez Miño, en
ocasiones, también, pero es impresionante lo que le cuesta sacar un buen
centro), Franco completó un buen partido -una lástima la del palo- y Silva fue
el mejor de los 4 del fondo. Ahora bien, lo de Pablo Pérez es inentendible ya:
fue, por lejos, el mejor de Independiente en La Bombonera hasta su infantil
expulsión (si, otra más). Marca, quite, distribución, participación constante
en el juego ofensivo, oportunidades claras de gol (se perdió varios) y un final
más que anunciado tras varios partidos realmente malos y la silbatina que
bajaba de los cuatro costados cuando tomaba la pelota.
¿Qué le habrá dicho Pusineri?
Sin dudas que Lucas Romero, Leandro Fernández y Cecilio
Dominguez mejoraron. Y Silvio, que no tuvo la mejor de las noches, se lleva un
poroto por haber ido pícaro al cruce contra Izquierdoz (bien amonestado por
segunda vez).
Pero al igual que la semana pasada, es necesario destacar la
frescura que aporta Chaco Martínez en este equipo. Desfachatado, encarador y
sin pensar para nada en achicarse ante un contexto que invita a hacerlo. Si
sigue así, va a terminar siendo titular mucho antes de lo que nosotros mismos
creemos.
Es cierto que queda una sensación extraña por no haberlo
podido ganar. Pero ojo, es ambigua. Porque Boca también lo pudo haber ganado
con el tiro de Tévez que exigió a Campaña o la descuidada salida del uruguayo
ante la corrida y mala definición de Villa. Pero en situaciones como estas,
donde partimos de un entrenador que se encuentra con un equipo en el que no hay
nombres nuevos, donde se debe lidiar con salidas en lugar de llegadas, donde el
puesto en la tabla de posiciones ya habla por si solo, lo de Pusineri está en
vías de mejora.
¿Para conformarse?
Claro que no. Pero, de a poco, la cosa comienza a tomar su
color. Y si tiene que haber reproches, no debe ser él el destinatario.
Que los dirigentes le den las herramientas que necesita para
sacarnos del pozo. Pero ya. Nosotros como hinchas haremos nuestro propio
sacrificio aportando algo que nos cuesta mucho: ser pacientes. Tiempo al
tiempo. Tarde o temprano (ojalá que temprano), la nave va a despegar.
Fuente Orgullo Rojo
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