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martes, 19 de noviembre de 2019

Opinión - La transformación de Messi - Por Eduardo Verona



Por Eduardo Verona

Aunque ya no es frecuente que asombre con jugadas monumentales, la presencia del astro del Barça en la Selección viene acompañada por relieves que definen una evolución y un compromiso con el equipo que merece ser celebrado.

A falta de genialidades, Lionel Messi está ofreciendo en la Selección lo que siempre se le reclamó: mayor compromiso futbolístico. Para profundizar en el área de las genialidades que con la camiseta argentina y en el gran plano internacional (por ejemplo ante Brasil y Uruguay), Messi no puede regalar, se hace necesario apelar a una mirada que no sea cortesana ni indulgente.

Este Messi de 32 años que por una cuestión biológica está en una curva descendente de su rendimiento, no puede realizar ahora lo que en la Selección no realizó antes. Si no ganó partidos él solo ante rivales de primera línea mundial mientras tenía 25, 26, 27 o 28 años, menos lo va hacer cuando ya superó las tres décadas.

Esto no significa que Messi no pueda destacarse. De hecho lo hace. Como lo hizo en el reciente 1-0 a Brasil y en el 2-2 contra Uruguay. Se destacó, pero no la rompió. No dejó un tendal de brasileños y uruguayos persiguiendo la magia inalcanzable de su figura. No está Messi para protagonizar en el crepúsculo del 2019 estas aventuras excepcionales. Ya no tiene el cambio de ritmo fulminante que dejaba a los adversarios pegados en el piso. Ya no mete la quinta velocidad porque esa quinta velocidad la fue perdiendo. Sigue siendo muy veloz, pero no es un rayo. Antes era un rayo. Ni en el Mundial de Brasil en 2014, con 27 años, fue ese rayo que en Sudáfrica 2010, aun sin convertir goles, era una flecha que causaba asombro.

Ese Messi reconvertido en rayo o flecha, ya se despidió. Continúa siendo un enorme jugador, pero no el monstruo que apilaba rivales como si fueran muñequitos. Le pasó a Maradona. A los 25 años, Diego fue majestuoso e inigualable en México 86. En Italia 90, con 29 años, su registro de fútbol no fue el mismo, más allá de su obra maestra cuando en Turín se colgó al hombro a cuatro brasileños y le sirvió el gol de la victoria tan recordada a Claudio Caniggia.

Messi puede encontrar la gran inspiración en una jugada, pero cada vez es más difícil que construya lo que en otros momentos más plenos no alcanzó a construir. Esto por un lado. Lo valioso es que Messi se está reinventando en la Selección. ¿De qué manera? Jugando a tiempo completo. Mostrándose a tiempo completo. Participando a tiempo completo. No esperando que le lleven la pelota. La va a buscar. Es más activo. Más solidario. Porque el equipo también le reclama ese aporte.

Esta Selección que dirige Lionel Scaloni terminó operando para que se exprese esta versión celebrada de Messi que se había insinuado en la Copa América realizada en Brasil. Ahora se reconfirmó esa impresión.
No hay jugadas monumentales que generen espasmos en las tribunas, pero hay un Messi que siendo la pieza más importante del equipo, colabora sin pausas con el equipo. Está ahí. Menos genial que antes y más comprometido que antes. Como si interpretara el contexto y las necesidades de la Selección.

En este punto, creció. Y encontró un lugar que lo conecta con todos. Quizás por eso se lo ve durante los 90 minutos. Y se lo ve cuando la Selección tiene viento a favor y cuando sufre viento en contra. Se lo ve en las buenas y en las malas. Incluso participando en cruces verbales con técnicos y adversarios que hasta pueden sorprenderse con este Messi confrontativo que no se refugia en el silencio.

Reivindicamos esta presencia de Messi. Le hace bien a la Selección. Y le hace bien a Messi. Por lo menos esto es lo que se irradia. Lo que se transmite. Y lo que contagia. Plantear que Messi se enriqueció con esta Selección es transformar las señales en palabras. Se enriqueció sin sentirse obligado a crear obras maravillosas.

El equipo que no es un gran equipo pero sí es un buen equipo, lo respalda. Y él no es ajeno a ese respaldo colectivo. Por eso su entrega es superior. Nadie le pide milagros. Le piden sin pedírselo que esté en los lugares que el equipo precisa. Y no falta a la cita. Esta evolución que va más allá del juego, habla bien de Messi. También de los compañeros de Messi. Y del cuerpo técnico de la Selección.


Fuente Diario Popular

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