Miguel Angel Santoro en la Peña de Independiente en Comodoro
Rivadavia.
Terminó su viaje en micro por los fuertes vientos. Y hasta
se hizo tiempo para ver fútbol de inferiores.
Los ídolos del fútbol nacen en el campo de juego por lo que
hacen con la pelota, pero se vuelven eternos en el corazón de los hinchas por
sus acciones fuera del campo, en donde la grandeza va más allá que un caño, un
golazo, una atajada o unos cuantos títulos.
En Independiente tienen varios de esos. Uno que hace largas
décadas está en el podio de las glorias rojas es Miguel Angel Santoro.
Pepé, que a los 77 años sigue trabajando todos los días en
el club, bien podría relajarse y disfrutar del cariño ganado por la gente en
todos estos años. Sin embargo, continúa dando muestras de humildad que definen
su grandeza.
El fin de semana pasado recibió una invitación para ir a
celebrar los 10 años de la Peña de Comodoro Rivadavia que lleva su nombre junto
con el de Sergio Agüero.
Le enviaron los pasajes y se subió al avión. Sin embargo, el
vuelo no pudo aterrizar en esa ciudad por los fuertes vientos y la poca
visibilidad.
“Había ráfagas de 120 kilómetros por hora. Se zarandeaba el
avión y tuvimos que ir a Trelew”, le contó el exarquero a Clarín. Allí debió
esperar un par de horas pero como la situación no mejoró le ofrecieron la
posibilidad de volverse a Buenos Aires o bien de ir en micro hacia Comodoro.
“Nosotros teniendo en cuenta su edad, el cansancio y todos
los demás factores, le insistimos para que tomara el vuelo de vuelta y ni se lo
ocurriera subirse a un colectivo durante más de seis horas”, le dijo Ezequiel
Bonino, integrante de la Peña, a este diario.
“Pero yo no lo pensé, me tomé el micro”, narró Pepé, que
llegó pasadas las 22 horas, pasó por el hotel a dejar sus cosas y asearse y se
fue a la cena en donde lo estaban esperando más de 150 fanáticos de
Independiente.
“Este año me enfermé y la mejor cura es Independiente. ¿Cómo
no iba a estar acá?”, les dijo Santoro, que superó un problema de próstata, con
el micrófono en mano.
Ovación.
“Se sacó fotos con
todos y se quedó hasta después de la medianoche. Siempre con una sonrisa. Todos
le agradecieron el gesto que tuvo. Nos emocionó”, relató Ezequiel.
Pepé devolvió la pared:
“No queda otra, yo le debo todo al club y a su gente”.
Durmió unas horas, se levantó a las 7 y llamó a los chicos
de la peña para ir a visitar el merendero “Una sonrisa para mi barrio”, con el
que estos simpatizantes suelen colaborar.
“Había muchos chicos, se te partía el alma. Pero están bien
contenidos”, comentó Santoro, que antes de volverse se hizo tiempo para ver un
poco de fútbol: pasó por el club local Jorge Newbery para ver los partidos de
inferiores.
Fue todo un periplo, pero el histórico arquero retornó a
Avellaneda con la satisfacción de haber devuelto un poco del amor que le dan
los hinchas.
Fuente Clarín
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