(Foto: Gentileza familia Berón)
El técnico de Independiente creció en el seno de una familia
de tangueros muy distinguidos. Olé te cuenta su vida y cómo se volcó al fútbol.
Cuando nació, su padre estaba en una gira. Su infancia fue
entre guitarras, bandoneones que rezongaban, tenores, guapos, cafetines, asados
que se extendían en la madrugada, hipódromos y jockeys.
Fernando Berón tiene detrás una historia que muy pocos conocen. Se crió en el seno de una familia de artistas de relieve nacional e internacional. Creció con una guitarra en la mano y una pelota en los pies. Se hizo hombre en los adoquines de la calle Franklin, en Buenos Aires, donde aprendió a jugar al fútbol. Sus primeros pasos fueron una milonga, su hogar un cambalache y su canto el grito de gol de un piantao. No muchos lo saben: el técnico de Independiente es hijo del fantástico guitarrista Adolfo Berón, tanguero que también fue cantor, compositor y poeta. Sí, lo que se dice un jugador polifuncional.
Fernando Berón tiene detrás una historia que muy pocos conocen. Se crió en el seno de una familia de artistas de relieve nacional e internacional. Creció con una guitarra en la mano y una pelota en los pies. Se hizo hombre en los adoquines de la calle Franklin, en Buenos Aires, donde aprendió a jugar al fútbol. Sus primeros pasos fueron una milonga, su hogar un cambalache y su canto el grito de gol de un piantao. No muchos lo saben: el técnico de Independiente es hijo del fantástico guitarrista Adolfo Berón, tanguero que también fue cantor, compositor y poeta. Sí, lo que se dice un jugador polifuncional.
Fernando nació el 1° de julio de 1967. Y sus primeros años
de vida fueron increíbles: para él era habitual llegar a su casa después de
jugar al fútbol con sus amigos y encontrarse con el Polaco Goyeneche, Aníbal
Troilo, Miguel Caló o Alberto Morán, entre otras personalidades ilustres a las
que tuvo la suerte de conocer. Su papá, Adolfo, no fue la única estrella de una
familia que fue bendecida con un talento musical que trascendió fronteras. Sus
tíos, José, Raúl, Rosa y Elba también fueron estrellas en su época. Y el tango
les permitió recorrer varios países de latinoamérica: muchos de ellos tocaron
en Uruguay, Perú, Chile, Colombia y Venezuela.
Con buzo rojo y guitarra en mano, Fernando apareció en
brazos de su papá en la portada del disco "Siempre amor y tango".
El entrenador del Rojo llegó al mundo en el mismo año en el
que su padre inauguró en Mar del Plata un famoso local llamado La Tuerca, en el
que han dado conciertos prestigiosos artistas como Goyeneche, Víctor Heredia,
Ruth Durante, Héctor Maure y Amadeo Mandarino. Durante su infancia, Fernando se
animaba a tocar algunos acordes de guitarra y a cantar. Sus hermanos, Adolfo
(15 años mayor) y Amalia (10 años más grande), también se daban maña con algún
que otro instrumento. Todos ellos salieron en la tapa de un disco de vinilo que
se llamó “Siempre amor y Tango”. “Hoy no puedo tocar ni el timbre”, suele
bromear Fernando, quien finalmente se inclinó por dedicarle su vida a otra de
las pasiones que siempre lo han desvelado: el fútbol.
Cuentan aquéllos que conocían a la familia que la parrilla
de la casa que los Berón tenían en La Paternal, sobre la calle Gavilán,
funcionaba prácticamente las 24 horas del día. La rutina comenzaba alrededor de
las ocho de la noche, cuando Adolfo empezaba a encender el fuego. Y en muchas
oportunidades terminaba a las ocho o nueve la mañana, cuando los ilustres
invitados que solían concurrir sucumbían en la batalla contra el sueño.
Fernando se acostaba tan tarde que debía concurrir al colegio en horario
vespertino. Y podría aseverarse que el tango lo alejó de su sueño de jugar al
fútbol.
De chico, Fernando se animaba a tocar la guitarra y viajaba
a las giras con su papá.
El DT de Independiente, quien por ese entonces repartía su
tiempo entre la música, las giras con su familia, los dardos y la pelota,
comenzó jugando al futsal en dos clubes de barrio: primero en Particulares y
luego en Ciencia y Labor de Villa Mitre. Diestro, solían ubicarlo como puntero
izquierdo para que tuviese la oportunidad de encarar hacia adentro y rematar al
arco. Sus técnicos le veían condiciones para llegar lejos. Y pronto dio el
salto. Luego de un breve paso por Argentinos Juniors, un cazador de talentos de
All Boys lo convenció de irse a probar al club de Floresta, en el que llegó a
jugar durante un año. Después pasó a Atlanta, donde jugó en la Reserva. Las
giras y los asados que se hacían eternos en su casa lo fueron separando de la
pelota. Su vida no era compatible con la de un deportista porque sus tiempos de
descanso no siempre eran los ideales. Cuando su papá falleció, él tenía apenas
15 años. El golpe fue muy duro.
Fernando Berón hizo de todo para ganarse el pan: vendió
moldes para hamburguesas, se encargó de cargar datos en una compañía de
sistemas, trabajó en una empresa de construcción e incluso en el club de un
amigo.
Cuando su vida y el deporte parecían haberse separado, los
caminos volvieron a unirse. Ciencia y Labor, el equipo de barrio en el que
había jugado durante su infancia, le ofreció hacerse cargo de la escuela de
fútbol. El Tano Ricardo Calabria, ex árbitro y entrenador, era quien manejaba
el fútbol en ese pequeño club. Y en 1992 lo llevó a San Lorenzo, donde logró
escalar: empezó dirigiendo en fútbol infantil, pasó a las Inferiores y luego
trepó hasta la Reserva.
Hoy, Fernando tiene 52 años, está casado con Erika y tiene
dos hijas: Micaela y Julieta. Su vida es un tango feroz que comenzó un poco a
la gurda, pero que hoy lo tiene al frente del primer equipo de Independiente,
al menos hasta diciembre. Hugo Moyano aseguró que le va a ofrecer continuar si
le va bien, pero Berón, hombre con códigos de arrabal que tiene el cargo de
coordinador de las Inferiores, prefiere vivir el presente. Después se verá cómo
sigue esta función.
Fuente Olé
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