AFP
Por Eduardo Verona
El 4-0 a México no fue lo más significativo, sino el
rendimiento individual y colectivo que reveló Argentina en todas las facetas
del juego, instalando además la potente sensación de haber encontrado un perfil
de equipo después del durísimo colapso en Rusia 2018
¿Quién hubiera imaginado hace poco más de un año, después de
la derrota por 4-3 ante Francia por los octavos de final de Rusia 2018, que en
apenas catorce meses podría armarse una nueva Selección que encontrara una idea
y un registro muy cercano a un funcionamiento? Nadie.
¿Quiénes y cuántos eran lo que saludaron con verdadera
complacencia que el presidente de AFA, Claudio Tapia y el Flaco Menotti luego
de una reunión en la AFA programada para el 11 de julio decidieran que Lionel
Scaloni y su grupo de colaboradores fueran confirmados hasta el Mundial de
Qatar, en el caso de superar la instancia de las Eliminatorias?
Pocos, muy
pocos.
Los hechos consumados vienen reflejando que se fue
construyendo una nueva Selección y que la ratificación de Scaloni hace dos
meses fue una medida tan resistida por el ambiente del fútbol argentino como
acertada.
Algo valioso está surgiendo en la Selección. Y lo valioso no
se enfoca con exclusividad en el estupendo 4-0 a México conquistado en Estados
Unidos.
Venía anunciando esta renovada Selección que jugó en el reciente 0-0
frente a Chile y en la rotunda victoria ante México sin la presencia de Messi
ni de Agüero, que tenía un contenido futbolístico en proceso de clara
evolución.
Lo había demostrado en la Copa América en Brasil, después de
un arranque titubeante. Pero a partir del tercer encuentro con aquel triunfo
2-0 contra Qatar, comenzaron a manifestarse señales favorables, luego
confirmadas ante Venezuela, incluso en la derrota con Brasil y en el cruce por
el tercer puesto frente a Chile.
Hablamos de señales individuales (los aportes de Foyth como
lateral derecho, de Paredes como un volante central con presencia, recursos,
timing para anticipar y buen pase ofensivo, de De Paul como un interior con
toque, panorama y lectura de la jugada, de Lautaro Martínez con su polenta y
efectividad para resolver) y de volumen colectivo.
Esos rasgos positivos que se expresaron en Brasil y que
llegaron a ser subestimados por amplios sectores de la prensa que ya habían
destrozado a Scaloni en virtud de su falta de experiencia y del favoritismo que
ostentaba como candidato Marcelo Gallardo, se profundizaron en esta minigira
por Estados Unidos, que terminó arrojando un saldo que superó las expectativas
de los optimistas más convencidos.
Y hay que repetir que este saldo no habría que
circunscribirlo a las cifras finales que adornaron la victoria ante la
selección mexicana que conduce Gerardo Martino, que llegó al partido con el
antecedente de diez triunfos y un empate.
El 4-0 por supuesto no deja de ser impactante.
Pero es más
valioso lo que mostró Argentina. El perfil de equipo que mostró. Y el
funcionamiento que denunció para defender los espacios, para crear juego y para
lograr varias combinaciones en función de ataque y contraataque que
trascendieron la chapa del resultado.
No es que la Selección de Scaloni fue una maravilla
insuperable. Pero la verdad es que jugó como hacía mucho tiempo no jugaba.
Y no
exageramos. Jugó con una autoridad infrecuente, manejando el partido desde el
arranque (el primer tiempo fue demoledor con tres goles de un implacable
Lautaro Martínez y con un penal ejecutado por Paredes, cada vez más influyente)
hasta el cierre.
Este formidable rendimiento de Argentina enriquecido por las
presencias de Martínez Quarta en el fondo y de Exequiel Palacios en el medio y
en tres cuartos, minimizando el potencial de México, pareció concretarse en
sintonía con un crecimiento progresivo del equipo.
Crecimiento que ya había experimentado en el primer tiempo
frente a Chile en Los Angeles. Y crecimiento que antes se advirtió en la Copa
América, aún con un Messi muy por debajo de sus posibilidades creativas. Con un
Messi que de máxima jugó para cinco puntos, la Selección dejó instalada en
Brasil una sensación: podía esperarse un relieve colectivo superior.
Aquellos que no lo veían o no querían verlo, ahora se
encontraron con este presente del equipo. Que no lanza a Scaloni a ningún
estrellato. Pero lo deja muy bien parado de cara a los próximos compromisos
(por ejemplo el 9 de octubre Argentina enfrentará a Alemania en Dortmund y otro
rival a confirmar y tendrá otra doble fecha FIFA en noviembre antes del
arranque de las Eliminatorias en marzo de 2020), ya con una Selección en
marcha.
En definitiva, a catorce meses del colapso en Rusia 2018,
Argentina elaboró el duelo y el diseño de un nuevo plantel que se fue
configurando como un equipo.
Nos decía Menotti en una nota reciente que para
noviembre, Scaloni debería tener “A trece, catorce o quince jugadores que
fueran de él”.
Creemos que el entrenador ya los tiene. Como ya tiene la
Selección una orientación futbolística. Juega y delata una idea en campo propio
y en campo ajeno. No es menor el mérito. El estímulo pudo haber sido el 4-0 a
México. Pero el mejor premio es la perfomance del equipo. Lo que siempre se
buscó. El valor agregado del equipo. Y está latente el salto de calidad que
pueden darle Messi y Agüero. Ya no como salvadores. Sino como integrantes
destacados de una estructura.
Fuente Diario Popular


No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.