La despedida merecida a un ícono de la Selección por Hernán
Claus, periodista de Olé que siguió la carrera del Jefe desde su inicio.
Por Hernán Claus
Pocas cosas les hubieran dado más placer a los argentinos
que tantas veces te alentaron que verte feliz. Que la despedida no fuera con
lágrimas de tristeza: que el adiós fuera llorando pero de emoción. Tu alegría
hubiera sido la alegría de también todos. Te vas sin título en la Mayor, es
verdad, pero ganaste mucho más que eso: el respeto y el reconocimiento de todos
los argentinos.
Alguna vez Diego, en esos rayos de lucidez que le atraviesan
la vida, dijo que no quería más lágrimas de Mascherano. Y lamentablemente ese
deseo no se cumplió. Dejaste la piel hasta el último segundo del último partido
con el resto físico que quedaba y la vergüenza intacta, y ayudaste hasta donde
pudiste. Poniendo el pecho, poniendo la cara, entregando el corazón cuando el
cuerpo ya no era el del pibe de 18 que debutó en la Mayor antes que en la
Primera de River. No por nada los aplausos del final en Kazán. No es para
muchos irse ovacionado de ese modo cuando te quedás afuera de un Mundial en
octavos con una selección importante como la Argentina.
Durante 19 años llevaste esta camiseta. Es tu piel y nunca
cambió, sin importar el rumbo de tu carrera. Desde aquel día de 1999 en que
Jorge Solari te llevó para que Pekerman y Tocalli conocieran a la mejor promesa
de Renato Cesarini. Aquella tarde te subiste al micro con cara de susto porque
arriba del bus ya había algunos consagrados: Riquelme, Cambiasso, Aimar y
varios más que después fueron tus compañeros. Pasaste por todos los
seleccionados: Sub 15, Sub 17, Sub 20 y te diste el gusto de ser dos veces campeón
olímpico, en Atenas y en Pekín. Sos el jugador con más presencias en la
historia de la Selección y a pesar de las cinco finales perdidas, de las
desilusiones de los cuatro mundiales, pusiste el siguiente objetivo por delante
porque el amor por la celeste y blanca es más fuerte que todo.
Siempre serás el Jefe porque siempre estuviste al lado de
tus compañeros, porque privilegiaste el bien común por encima del bien
personal, porque ayudaste a crecer a Messi y lo apoyaste. Le enseñaste a ser el
capitán que ya eras.
Fuiste la voz y el espíritu de una generación, el hombro
amigo en el que se apoyaron todos, el consejero y el confesor, el héroe puertas
adentro.
Gracias por tus lágrimas, por sentir la camiseta, por vivir
en celeste y blanco. Ahora gritarás desde afuera, pero no serás uno más. Fuiste
héroe. Hoy te convertís en hincha.
Fuente Olé
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.