Alguna voz cuestionó que Independiente le hiciera ocho goles
a un equipo inferior. La verdadera humillación sería perdonar.
El primer gol de Benitez frente a Central Ballester
(Fotoreporter).
Por Walter Vargas
La goleada del viernes en Formosa ofrece aristas tal vez más
interesantes que el muy buen rendimiento de Independiente, que la consabida
satisfacción de sus jugadores y de sus hinchas y que el dato que ha ido
derechito al Libro Guinness de la Copa Argentina. Por ejemplo, la dimensión
ética de un equipo que se prodiga a fondo en un mano a mano contra un rival muy
inferior y en ese prodigarse llega a su área decenas de veces y ocho de ellas
rubrica en la red.
Independiente 8 - Central Ballester 0. 32avos. Copa
Argentina 2018. (Fuente: TyC Sports)
Dos son los ingredientes que dejarían abierta a la polémica.
Uno, el de los “códigos”. Otro, el de la ausencia de compasión, piedad o como
se llame.
Primero, por más que tenga la venia del diccionario de la
RAE, hay que ver el ruido que hace la palabra código. Suena a juramentación
mafiosa. A amenaza.
Lo otro, lo de la eventual ausencia de compasión, es todavía
más delicado. ¿No sería más viable y natural que en todo caso se dispense a
personas en situación de carencia grave, que han sido abandonadas, que sufren?
Otra cosa son los integrantes de un equipo, del deporte que fuere, que sin
haber padecido el perjuicio de una injusticia simplemente son dominados,
superados con holgura.
¿Dónde está escrito que levantar el pie del acelerador,
jugar a media máquina, dejar pasar el tiempo y desentenderse de la posibilidad
de hacer más goles son sinónimos de respeto al oponente? Más bien podría
parecerse a lo contrario. La verdadera humillación, la verdadera ofensa no es
considerar al oponente como un par, dar el máximo, sembrar y cosechar hasta
donde se pueda. La verdadera humillación y la ofensa se ocultan bajo el barniz
de lo políticamente correcto, bajo la sospechosa ostentación de las almas
blancas: subirse al púlpito de la superioridad, encender los faroles, activar
las sirenas y violentar a los adversarios de turno con una misericordia que ni
pidieron ni necesitan.
Fuente Olé
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