Almeyda, como antes Gareca, se tira de cabeza a la
Selección. En circunstancias normales, no serían primeras opciones.
Matías Almeyda.
Por Antonio Serpa
Uno podría elogiar la nobleza de los tipos que, como
Almeyda, enseguida se ponen a disposición de la Selección en un momento
difícil: Argentina sacó el peor resultado de 2002 a esta parte, hay una
generación -que ha llegado a ser considerada “brillante”- en plena retirada y un
recambio tardío que aún no demostró si está a la altura de la camiseta. Hay una
dirigencia poco confiable que se comió tres técnicos en dos años y está
dividida en la búsqueda del cuarto. Y también hay que lidiar con el
gataflorismo de una sociedad donde reina el deber ser hasta que llegan los
resultados: todos piden proyectos serios y a largo plazo; todos putearon -luego
del fracaso del Mundial- cuando se enteraron, por los cinco años de vínculo que
le habían firmado a Sampaoli. Y habría que discutir si lo de Rusia fue fracaso:
¿estábamos para mucho más? Queremos seriedad pero no estamos dispuestos a
aguantarnos los avatares del tránsito hacia el puerto deseado.
No es, ciertamente, el mejor contexto. Ni siquiera los
dirigentes tienen claro qué quieren. O bueno, hay algunos nombres que les
gustaría tener, como Simeone, Pochettino o Gallardo, y que parecen difíciles
cuando no imposibles. Almeyda, en cambio, dice que vendría nadando. Gareca, más
o menos lo mismo. Y seguramente Caruso Lombardi también: “Nadando, en bolas y
en un mar de hielo”, podría decir como carta de presentación. En su momento,
pasó con Martino. Luego con el Patón Bauza. El último de la lista es Sampaoli.
Con mayores o menores méritos, unos y otros se tiraban de cabeza en las
circunstancias que fueren por una razón principal: era, posiblemente, la única
chance que tenían de llegar a ese cargo. ¿Eso invalida el gesto? De ningún
modo. Pero la realidad es que, hoy, por todas aquellas cuestiones contextuales
ya mencionadas, la AFA tiene a quien puede, y no a quien quiere.
Fuente Olé
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