Por Diego Latorre
La personalidad y el orgullo son componentes básicos en un
deportista.
La jerarquía no. La jerarquía no tiene que ver con el virtuosismo
ni con el dominio de la pelota.
Más que una cuestión técnica se trata del
atributo que permite a un futbolista enfrentar las dificultades de forma un
poco más natural, imponer sus cualidades ante la adversidad, superar las
pruebas, utilizar sus condiciones a favor de la eficacia en el juego. La
jerarquía es la que establece las escalas, los niveles.
Como actividad lúdica, creativa, dinámica y variable que es,
el fútbol necesita de estabilidad emocional. Cada vez que recibe la pelota, un
jugador piensa y siente; hay una carga emocional inevitable detrás de cada
determinación. La cabeza manda, direcciona, te hace acertar y también anticipar
el fallo. Es ahí, en la cabeza de los jugadores de la selección, donde quedará
sellada la suerte de la Argentina en el partido del martes y en estas
eliminatorias, porque no existe asunto táctico ni estratégico que no guarde
relación con una cabeza que funcione bien.
Todos los jugadores de fútbol tienen carácter. Todos están
acostumbrados a las tensiones, a atravesar momentos delicados y situaciones
límite. Aunque quizás ninguno -por lo que significa para la Argentina, una
nación donde el fútbol es una liturgia- sea tan exageradamente dramático como
el que les tocará vivir a quienes salgan a la cancha en Quito a jugarse la
opción de estar en el Mundial de Rusia o quedar eliminados.
Y en ese contexto, en esa atmósfera irrespirable que rodea a
la selección, y que transforma a un gran jugador en uno apenas bueno y al bueno
en regular, es cuando hace falta que aparezca la jerarquía. Porque ya queda
poco lugar para la magia, al margen de que uno ante la ausencia de juego
colectivo (más allá de lo que haga Messi ) tienda a aferrarse a señales como el
inexplicable triunfo de Paraguay en Barranquilla para mantener encendida la
ilusión.
El fútbol tiene su lógica, y si no hay jerarquía y
personalidad que contrarresten factores como la inhibición, el exceso de
responsabilidad o los interrogantes sobre lo que puede suceder ante un error o
una eliminación, cualquier obstáculo se ve como insalvable. Creer que en cada
gol fallado está en juego el destino de la patria ata las piernas en la
siguiente jugada.
La elección de los jugadores que vayan a enfrentarse al
desafío del martes debería entonces comenzar por este punto y necesitará fundamentalmente
del conocimiento y la capacidad del entrenador para observar y descubrir
quiénes están preparados y quiénes no tanto para afrontar y superar este
momento. Tendrá que evaluar quiénes cuentan con la experiencia y personalidad
suficientes para salir rápido de la contaminación; quiénes son capaces de
moverse en lo consciente/inconsciente para mantener el coraje y el
atrevimiento, para no perder su esencia aun sabiendo lo que está en juego.
El ejemplo de Mascherano
Se trata de una decisión muy compleja, porque sólo en la
cancha y durante un partido puede verse fehacientemente qué clase de jugador es
cada uno. Lo demostró Mascherano ante Perú. Se equivocó, acertó más o menos,
pero en ningún momento le pesó el compromiso, y en días donde hay enemigos muy
tangibles como la presión, el clima externo o el riesgo de quedarse afuera de
un Mundial uno espera que ese tipo de jugadores de cabeza fuerte estén en la
cancha.
A partir de ese punto, nunca hay que olvidar que el fútbol
es un juego desconcertante. Cada partido es una página en blanco, que empieza
en el pizarrón o en la imaginación y la preparación del entrenador, pero
después puede tomar rumbos impensados.
En Quito chocarán un equipo con urgencias y otro eliminado,
pero que tendrá enfrente una camiseta tan admirada como rechazada, a la que
siempre se le quiere ganar. Y a priori resulta imposible saber cómo pueden
incidir estas cuestiones en el desarrollo del encuentro.
No tengo la bola de cristal ni tampoco muchos argumentos
razonables para la esperanza. Salvo algunos destellos, Argentina jugó mal
durante toda la eliminatoria, se ha improvisado permanentemente, se ha atentado
contra nuestra forma de ser y entender el fútbol, pero aun así quiero confiar
en un buen partido del equipo en Ecuador; en que aparezca la jerarquía, o en
ese mínimo espacio que todavía queda para la magia.
Fuente Cancha Llena La Nación
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