No hay tiempo para lamentos, reproches y angustias. Lo mejor
que le puede pasar a la Selección es clasificar, para luego replantear
seriamente quién debería conducir al equipo en el Mundial
Por Cherquis Bialo
Especial para Infobae
(Amilcar Orfali)
No hay tiempo para quejas ni para maldiciones. Todo cuanto
nos queda es la esperanza y Messi.
No existen razones objetivas para pensar que algo que
comenzó mal termine bien. La contratación de Sampaoli es un hecho inexplicable
en la trayectoria doctrinaria de la AFA como institución.
Pero quien lo impuso es tan responsable como quien lo
respaldó. Y ese es Claudio Tapia. Será una historia que inevitablemente
emergerá a la superficie en un tiempo no muy lejano. Lo importante, ahora, es
que Argentina siga contando con la bendición de los resultados ajenos y con la
prodigación de su jugador emblemático, Lionel Messi.
Si un director técnico está a la altura de sus jugadores,
cualquier proyecto puede funcionar. En cambio, si los jugadores tienen mayor
estatura que su conductor, cualquier emprendimiento se torna caótico. En la
selección argentina, los jugadores tienen más prestigio y más conocimiento que
su director técnico, Jorge Sampaoli.
Amilcar Orfali)
Se sabe que el escenario no gana partidos. Los mismos los
ganan los jugadores en cualquier escenario. Todo ha sido un dislate. Aun bajo
una estructura festiva y direccionada, se intentó sanamente contagiar un clima
por el absurdo: no es la tribuna quien hace que la actuación se pondere, sino
que, a contrario sensu, es la actuación de los actores la que transmite y
enciende a las tribunas cuando de selección nacional se trata.
Hasta aquí, el técnico de la selección argentina de fútbol
no ha tenido ningún acierto. No ha transmitido ningún signo identificatorio. No
terminó la recreación de un cambio generacional y tampoco consolidó el residual
de aquel histórico equipo que jugó tres finales en dos años.
Daría la impresión de que para Jorge Sampaoli resulta auspicioso
generar prueba y error. Tremendo desacierto, ya que en el segmento final en el
marco del significado de las Eliminatorias, lo más importante para cualquier
técnico con experiencia es tomar la estructura, elegir un líder (Mascherano),
aferrarse a un ídolo (Messi), permitir que ellos sostengan una mística de
equipo finalista y terminar la primera etapa, que es la clasificación, para
recién plantear la posibilidad de progresivas y lentas inserciones.
(Amilcar Orfali)
No es tiempo para Papus Gómez, Enzos Pérez o Emilianos
Rigoni que por sus cualidades seguramente serán o serían mucho más importantes
en una selección ya clasificada: menos estrés, menos obligación y mejores
condiciones para mostrar sus innegables cualidades. Este es un tiempo para
hombres hechos con responsabilidades históricamente asumidas. Y el ejemplo más
contundente se llama Pipa Higuaín.
Nos falta el encuentro del próximo martes en Quito frente a
Ecuador, se trata de un partido incómodo que demandará la mayor exigencia
física que haya tenido hasta ahora la selección nacional.
Hemos advertido con preocupación que todos los equipos a
quienes hemos enfrentado saben cómo jugarle a la Argentina. Para cualquier
técnico la solución ha pasado por formar dos líneas de cuatro, dejar un volante
liberado y un solo delantero de punta. Lo hicieron Venezuela y Perú, en casa.
Se trata de darle a nuestra Selección el campo y el balón, achicar la
superficie de juego (lo que conlleva poblar los espacios disponibles) y
disponiendo de tres hombres escalonados para marcar a Messi, los arqueros
rivales terminan convirtiéndose en las figuras (Farínez y Gallese) de los
partidos. O sea, los demás saben cómo jugarnos mientras que nosotros no sabemos
cómo jugarles a los demás. Y esa no es tarea precisamente de los jugadores por
más visitas que recibieren en la ciudad donde residen y por más videos que se
les pase para su visualización.
(Amilcar Orfali)
Esta situación genera un equipo desequilibrado
emocionalmente. Si nuestra selección nacional no consigue un gol en los
primeros quince minutos, el comportamiento táctico comienza a modificarse y
esto obliga a un cambio estratégico que genera situaciones insólitas, como por
ejemplo a Otamendi o Mercado convertidos en delanteros, a Messi transformado en
volante de recuperacion a 40 metros del arco y a todo el equipo, con Benedetto
incluido, tocando entre sí bajo el imperio de la desesperación.
¿Cuándo un equipo es sólido? Un equipo es sólido cuando
atesora convicción, y este es un atributo que otorga la confianza. No deja duda
de que las reacciones eléctricas que provienen del banco argentino también
transmiten aquello que termina conspirando: intranquilidad.
Esta tormenta que ha caído sobre el fútbol argentino,
invadido por la improvisación del vedettismo y el equilibrio emocional, solo
podrá ser conjurada por los jugadores. No será el director técnico Sampaoli
quien podrá lograr el milagro de clasificarnos para Rusia sino que serán los
jugadores, de la mano de Messi, quienes eventualmente podrían llevar a Sampaoli
a un campeonato mundial.
(AFP)
Puesto que ya no hay discusión respecto del dislate que
significó hacer creer al público que cambiando de estadio y pasando del
Monumental a la Bombonera Argenitna jugaria mejor, sería bueno que nos pasaran
dos cosas: clasificar y replantear seriamente si están dadas las condiciones
para que la selección argentina vaya a competir bajo el tutelaje de quien hoy resulta
su conductor.
Es impensable tener que recordar los momentos vividos en
1969, en ese estadio que ayer lució como pocas veces no jugando Boca y que nos
llevó a la más dolorosa deserción del fútbol argentino. Mientras Brasil, de la
mano de Pelé, se lucía en México 70 arrasando a todos los rivales y goleando a
Italia en la final; y Uruguay eliminaba a Rusia y llevaba a suplementario a la
poderosa Alemania de Beckenbauer y Schnellinger, nosotros nos angustiábamos
aquí.
Y aquello que con la cultura de entonces nos resultó
dramático y vergonzoso, hoy, después de los Kempes, los Passarella, los Menotti
y Bilardo, el 86 con Diego en la gesta más extraordinaria del fútbol argentino
vistiendo el país donde nació Messi, el mejor del mundo que nos produciría, nos
preguntamos: ¿cómo entenderlo? ¿Quién o quiénes serían los responsables? Porque
se trataba de ganarle a Venezuela y a Perú jugando como local, y de esos seis
puntos solo logramos dos. ¿Tiene esto explicación futbolística?
Decíamos al comienzo que no hay tiempo para quejas ni para
maldiciones, es un tiempo el que comenzamos a vivir desde anoche tras el
partido contra Perú de esperanza y hasta de milagro.
Fuente Play Fútbol Infobae
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