Argentina-Perú, Eliminatorias. Levantarles el ego, la receta
de Jorge Sampaoli para sacar a los jugadores del bloqueo mental
El entrenador prescindió de ayudas externas para buscarle la
solución al que considera el problema central: el impacto de las críticas
Por Andrés Eliceche
Messi y Di María, en Ezeiza. Foto: AFP
A Di María hay que darle una palmada en el hombro. Banega
necesita menos indulgencia y más rigor. Icardi debe entender que él no tiene
nada que ver con las frustraciones anteriores, lo suyo empezó recién. Regla
número uno: dos personas no responden igual ante un mismo problema.
No hay una receta común que baje como un mantra de Sampaoli
y destrabe el bloqueo mental de la selección. El diagnóstico está claro a esta
altura: el problema no son las piernas, es la cabeza. Lo terminó de aceptar el
cuerpo técnico la noche del 1-1 contra Venezuela en el Monumental. Vieron dos
equipos en uno, pero los conmovió el segundo, "el de los últimos 35
minutos", cuando las mentes se nublaron y el murmullo del estadio
aprisionó a la mayoría de los jugadores.
¿Qué hacer ante eso? Lo primero, cuentan cerca del
entrenador, fue terminar de "sacar la ficha" de cada jugador.
Entender quién necesita una caricia (Di María), quién un mensaje directo
(Banega) y quién una inyección de paciencia (Icardi). Entonces, como una verdad
demorada, cayó la sentencia: había que viajar otra vez a Europa a reunirse con
ellos y bajarles una línea clara. La gira de Sampaoli y Sebastián Beccacece
tocó puertas puntuales: las de Di María (París), Biglia e Icardi (Milán), Messi
y Mascherano (Barcelona) y Banega y Mercado (Sevilla). En el medio, mientras en
la atmósfera futbolera argentina se instalaba como una verdad la idea de que
hacía falta un revulsivo psicológico para salir del problema, Sampaoli tomaba
otra decisión: buscar la salida sin terapias externas ni especialistas en la
materia. Tradicionalmente enemigo del diván, el fútbol no hizo una excepción
esta vez. El entrenador creyó que había que apuntar a la cabeza, claro, pero
desde adentro del grupo. Que la presencia repentina de desconocido podía
confundir, o no lograr el efecto deseado. Los argumentos debían ser aquellos
que levantaran el ego. "Biglia tiene que saber que si Milan pagó 20
millones de euros por él, es por algo. Y Otamendi no puede perder de vista que
juega de titular en un equipo de Guardiola", ejemplifican desde el predio
de Ezeiza.
Lo virtual, entendido como las cargadas vehiculizadas en las
redes sociales -y apuntadas especialmente contra Gonzalo Higuaín-, impacta en
cuerpos que acumulan el lastre de tres finales perdidas.
Esa es la estrategia general amasada en los días posteriores
al último empate, los más difíciles. Sampaoli necesitó salir de esos días de
turbulencias para aceptar que en algo habían fallado: obsesionados por la
pelota, en el cuerpo técnico habían subestimado el peso real que tiene lo que
ellos llaman "lo virtual", que separan fuertemente de "lo
real". Lo virtual, entendido como las cargadas vehiculizadas en las redes
sociales -y apuntadas especialmente contra Gonzalo Higuaín-, impacta en cuerpos
que acumulan el lastre de tres finales perdidas. Esos segundos puestos, motivo
de orgullo en otras latitudes, en éstas se leen como fracasos. Pero los
jugadores no pueden darle valor a esos logros, que encarnarían lo real.
Entonces lo real se desvanece y lo virtual se hace carne.
Jorge Sampaoli, en la práctica del seleccionado. Foto: LA
NACION / Mauro Alfieri
La declaración de Paulo Dybala ("es difícil jugar con
Messi") detonó en Ezeiza como un pequeño temblor. Si bien la frase venía
acompañada de una explicación futbolística, puso sobre la mesa otro problema:
cómo gestionar la convivencia en la cancha entre el mejor futbolista del mundo
y los demás. Que la selección tenga a futbolistas consagrados en los mejores
clubes de Europa no se relaciona, está visto, con la propiedad transitiva: la
mayoría baja el nivel con la camiseta nacional. Para Dybala, la presión de
haber sido señalado como el nuevo socio de Messi lo apichonó, le restó
rebeldía. Y hasta terminó quitándolo del equipo: en este momento cumbre, su
aporte partirá desde el banco, sin que las luces lo enfoquen desde los largos
días previos, con cámaras posadas en el predio 24 horas por día.
"Necesitamos líderes en la cancha, que saquen la cara
cuando Leo se corre del partido. Hay una sensación de que él siempre lo va a resolver,
e inconscientemente a veces alguno puede descansar en eso", sigue el
diagnóstico. Si la Bombonera va a latir, tendrá que ser también porque Di María
y Banega, por ejemplo, den un paso al frente. O porque lo haga Marcos Acuña,
que representa la antítesis de aquellos a los que se les congelan los músculos
ante semejante instancia. El volante de Sporting de Portugal es la desfachatez
o la pretendida inconsciencia, justamente. Así lo describen. Sampaoli valoró su
aporte ante Venezuela, cuando entró y jugó desatado, sin complejos, en el
momento más oscuro del recorrido de la Argentina en unas Eliminatorias ya muy
chamuscadas.
¿Y el factor Messi? El cuerpo técnico apoya sus convicciones
en las del capitán: lo ven implicado, con el deseo intacto, comprometido como
siempre y como nunca. "Se bajó del avión y ya estaba a full",
destacaban ayer, al verlo entrenarse durante la mañana, apenas cinco horas
después de que hubiera llegado desde Barcelona. Rodearlo bien sigue siendo el
desafío no cumplido, porque el de afuera de la cancha lo perciben asegurado:
ven al 10 ganado para la causa, enchufado en una dinámica grupal positiva. Lo
ven terrenal: Beccacece se sorprendió una tarde en la que Messi le hizo un
comentario sobre Defensa y Justicia, el equipo que antes entrenaba el asistente
de Sampaoli. En eso se puso el foco, también: llegar a Rusia será más fácil si
todos ven al número uno como un número más. Como el que va sentado en el
asiento de al lado del avión y no como el que tiene poderes para hacerlo despegar.
La campaña de apoyo a la selección en redes sociales
Fuente Cancha Llena


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