Alarmado por el derrumbe del fútbol base, el volante
rastrilla culpas entre incoherencias e impaciencia; "Los formadores han
ido desapareciendo", advierte
Por Cristian Grosso
En la biblioteca de Coverciano se encuentran las tesis de
Marcello Lippi, Arrigo Sacchi, Giovanni Trapattoni, Fabio Capello, Claudio
Ranieri, Roberto Mancini. Egresados ilustres de Il Máster. Rodeado de pinos y
viñedos en la toscana italiana, Coverciano tiene un aire de claustro
universitario. Se parece más a Oxford que a una sede deportiva, pero es la casa
de la Federación italiana de fútbol y la escuela de entrenadores más respetada
del planeta.
Entre sus graduados célebres también se anotan Massimiliano Allegri
(Juventus), Carlo Ancelotti (Bayern Munich), Antonio Conte (Chelsea) y Massimo
Carrera (Spartak de Moscú), todos campeones al término de la última temporada.
Apuntes en mano, por esos pasillos académicos transita Esteban Cambiasso.
"El curso no lo hago pensando en retirarme", avisa. Aún se siente
futbolista, pero el director técnico lo está acorralando.
Después de lograr con Olympiacos el 25° título de su
carrera, en mayo, Grecia comenzó a quedar atrás. Dejó Atenas y durante seis
semanas vivirá en Florencia. En las afueras de la capital del Renacimiento late
Coverciano. Cambiasso concurre ocho horas diarias, de martes a viernes. La
carrera tiene tres niveles y está cursando el segundo, que lo habilitará para
dirigir desde juveniles hasta la Serie C e, incluso, ser ayudante de campo en
primera. Nada lo entusiasma más que el presente, mientras el futuro cercano
siembra intrigas. Espiar el pasado le provoca angustia cuando analiza el
hundimiento de los seleccionados juveniles de la Argentina. Quizá él sea el
diamante mejor logrado de la orfebrería Pekerman: debutó en la selección
juvenil con 14 años y jugó un Mundial de mayores.
Había un plan, el mismo
espíritu con el que hoy Alemania domina el mundo. "Lo primero que hay que
preguntarse es cómo está el fútbol formativo en la Argentina", escarba. No
puede ni quiere hacerse el distraído.
Y abre un imprescindible debate: "Ya no es igual el
baby fútbol que yo jugaba con el baby que se juega hoy. En el mío, el arquero
te la daba en el pie y se empezaba; hoy, en el 90% de los partidos se ve al
arquero que la deja picando y un defensor la patea para que la peine el medio y
ver qué pasa. Y sumale la locura por ganar. Después, de la boca para afuera
dicen que hay que formar, pero mientras echan coordinadores y entrenadores
porque dicen: '¡Pero mirá la pre-novena! ¡Terminamos atrás de este y del otro.!' Entonces habría que tener una coherencia en materia de fútbol
formativo".
-Pero hoy en las inferiores manda el resultado.
-Sí, lo sé. Me tocó jugar en una de las categorías más
recordadas, la 78 de Argentinos, a la que habían subido al 'Leche' La Paglia, a
los hermanos Islas, a mí. y la gente venía a divertirse. Y no salimos
campeones. Los hinchas de Argentinos se acuerdan de ese equipo porque se
divirtieron junto con nosotros, y la vuelta no la dimos. Ni me acuerdo quién
salió campeón y no creo que a los hinchas que iban a Boyaca eso les importara.
-¿Qué pasó en los últimos 15 años?
-Es difícil repartir culpas o establecer porcentajes. Creo
que nosotros somos así. Quizá el paso del tiempo. los formadores con el paso
del tiempo han ido desapareciendo y hoy se confía más en la figura de un
entrenador que tiene más ganas de implementar sus ideas tácticas, trabajar la
pelota parada. Ya en la pre-novena darle más importancia a ganar con un gol de
córner después de dar tres toques y liberar al receptor con un bloqueo, que
saber cuántas paredes tiramos. El problema es que cuando llegan más arriba
necesitás que tiren paredes. O que sepan gambetear, que es el gesto por
excelencia.
Yo mucho no la usé, porque no era mi cualidad número 1, pero la
gambeta es el gesto más importante del fútbol. Es el gesto que te hace superar
al adversario. Y cuando superás a un adversario cambia el panorama, se abren
más opciones. Pero en la Argentina hoy le tienen miedo a la gambeta porque la
pérdida genera un contragolpe, y si tenés un contragolpe es riesgo de gol. Y
bueno, entonces que no gambetee más nadie y no corremos más riesgos.
A mí un
día el Flaco Menotti, cuando empecé, me dijo: 'Si tenemos miedo quedémonos en
el baño, porque si salimos a la calle se nos puede caer en la cabeza una maceta
del balcón del segundo piso y nos mata. O cruzamos la calle y nos mata un
colectivo. Entonces, si tenemos miedo de todo, encerrémonos en el baño y no
salgamos'.
Entiendo que hay momentos y hay lugares para gambetear, pero lo digo
como concepto de formación. Para mis maestros de Parque y de Argentinos, lo más
importante era el gesto técnico, no dónde lo estabas haciendo ni cuándo... Y
mucho menos, el resultado. Lo importante era saber gambetear, saber cabecear
con los dos parietales, saber pararla de pecho, saber jugar con los dos
perfiles. Porque lo aprendés ahí o ya no., después es difícil.
-Muchos entrenadores de primera división cuentan que tienen
que enseñar cuestiones que ya tendrían que estar aprendidas.
-Claro, porque hoy, cada vez con los más chicos, hay mayor
preocupación por el sistema a emplear que por el gesto técnico. Se pasa más
tiempo buscando un sistema para encontrar un resultado inmediato que el que se
le dedica a enseñar a jugar. Y después, claro, en primera es difícil explicarle
a un central que puede jugar con defensa a tres o defensa a cuatro, les suena
una locura, y es simplemente cambiar una posición, y sin embargo se hace un
drama. A veces los entrenadores, a propósito, para provocarlo, ponen a un
central de 9 y les cambia todo el partido, y a un 9 de central ni hablar, y
esto es un juego. La idea sería que cada jugador tuviera al menos el
conocimiento mínimo de todas las otras posiciones. También para valorizarlo,
porque si uno sabe todo lo que hace el lateral derecho, y hasta las
obligaciones que tiene un arquero y sus presiones psicológicas, probablemente
va a valorar más a ese compañero, en vez de pensar que los que lo hacen ganar
son el número 10 y el delantero.
-¿A vos en qué puestos te faltó jugar?
-Me faltó atajar y jugar de 9. Es que a mí me enseñaron
muchas cosas de chico, ya en el baby. El club Parque se caracterizaba porque
siempre estaban los mejores y coincidentemente por cinco años seguidos, el
mejor que venía de otro club, jugaba en mi puesto. Y me toco que venga el mejor
wing izquierdo cuando yo jugaba de wing izquierdo y me pusieron de medio, y
vino el mejor medio cuando yo jugaba de medio y me pusieron de defensor, y
menos mal que no vino el mejor defensor porque a lo mejor me sacaban. Ya desde
chico me tocó la adaptación. Así, creo, he tenido más chances de jugar, pero
también de alguna manera he sido penalizado por esa versatilidad, ya que en la
selección he jugado muy pocos partidos de volante central. Muy pocos.
-¿La Argentina va a contramano del mundo?
-Hay países que ha dado un vuelco increíble. Cuando llegué
en el 96 a España, ellos no eran una potencia deportiva y mantenían métodos de
entrenamiento que nosotros desde la Argentina podíamos considerar muy
escolares. Todos los equipos jugaban casi a lo mismo. Y hoy el jugador español
es buscado, es un jugador de buen pie, de calidad, que por lo general sabe
variar posiciones. Pienso en de qué juega Cazorla, de qué juega Cesc, de qué
juega David Silva, de qué juegan Iniesta o Xavi.
¿Qué son? Son jugadores de
fútbol.
Después la posición depende de lo que el técnico quiera hacer y los
ubica, pero por sobre todo son jugadores de fútbol, que saben cuándo acelerar,
cuándo frenar, un pase corto, una entrega larga, saben cómo darle la pelota al
compañero: al rápido en el espacio y al lento en el pie. Les enseñaron a ser
jugadores de fútbol, después les dieron una posición. En aquel momento eso
parecía una cosa rara y hoy nos dimos cuenta que así evolucionaron. Apostaron a
un modelo formativo, pero se necesita algo que en nuestra mentalidad es muy
difícil: paciencia.
-Nico Diez, Aimar y Placente fueron campeones del mundo en
Malasia 97 con vos. ¿Te entusiasma que puedan estar al frente de una
refundación?
-La verdad. no sé cómo terminará esa historia. Sé que Nico
podía tomar la Sub 20 para darle continuidad al proceso de Sampaoli. De Pablo
había escuchado algo, de Diego no había escuchado nada.
-¿Qué opinás de la llegada de Sampaoli?
-Apuntar a ser protagonistas es nuestra historia. Después aparece
la otra gran palabra del fútbol: equilibrio. Y el equilibrio no es más ni menos
que todos estén en la misma sintonía. No se es más equilibrado por tener la
misma cantidad de defensores que atacantes., te hace equilibrado que todos
piensen lo mismo, que todos sientan que hay que jugar el mismo partido. Y el
mayor obstáculo que tiene Sampaoli, como cualquier otro entrenador de una
selección, es el tiempo. Siempre corto para transmitir una idea.
-¿En Europa siguen con asombro qué sucede en la Argentina?
La violencia, las elecciones en la AFA, un torneo de 30 equipos,
Martino-Bauza-Sampaoli.
-En la Argentina hay una tendencia a atacar al jugador
argentino que está en el exterior, en teoría por falta de hambre y esas cosas
que se dicen sin mucho sentido, pero hay que agradecerles a éstos jugadores
porque son los que mantienen en alto la imagen de nuestro fútbol. Porque son
más los españoles que ven todos los domingos a Leo jugar -y digo Leo porque es
el ícono, pero podría nombrar a varios- y sienten admiración por él, que los
que están analizando que está pasando en el campeonato argentino. La noticia de
las elecciones de la AFA duró dos días, en cambio el rebote que tiene el
rendimiento de Leo, de Pipita, de Chiquito, de Mercado o del Kun es más continuo.
Entonces esto hace que todavía el fútbol argentino, a través de sus exponentes
que son sus jugadores, se mantenga en alto.
-¿Nos cubren, enmascaran enfermedad?
-Bueno, peor sería que ni siquiera tuviéramos a éstos
exponentes.
-¿Somos ingratos con ésta generación de futbolistas que hace
una década está en la selección?
-Se cae en lugares comunes y en críticas sin argumento. Son
las mismas que le señalaban a Leo por no cantar el himno. Leo ya era un ídolo a
nivel mundial y a la vez era resistido en nuestro país. Increíble. Ejemplo
mayor que ése no hay. Pero es así, uno no puede entrar en la cabeza de todo el
mundo. Para los jugadores, especialmente los sudamericanos, desde la comodidad,
las ventajas económicas y la exposición social, lo mejor es no ir más a la
selección. El dirigente de su club se lo agradecería, y hasta planteado el tema
en una mesa, pagaría más porque correría menos riesgos con su capital. Pero el
futbolista argentino no abandona a su selección.
"Muy pocos disfrutaron la decisión de volver"
En Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque siempre lo
dijeron. Tímidamente, Cambiasso les da la razón. "Jugaba mejor al
básquetbol que al fútbol, me sentía más determinante. Me divertían los dos
deportes y elegí el fútbol, pero a nivel calidad, sí, sin dudas era mejor
jugador de básquet que de fútbol". Cuchuflito, el primer apodo que luego
derivaría en Cuchu, salía del jardín de infantes y corría al club de la calle
Tinogasta, en la Paternal. Carlos, el jefe de familia, jugaba en GEVP.
Federico, el mayor de sus hijos, también. Luego se sumaron Nicolás y el pequeño
Esteban, que entre los 4 y los 11 años aprendió los primeros secretos de un
buen base. Se escondía del maestro Ramón Maddoni para que no le insistiera con
dejar el básquet y venirse al club Parque., algo que finalmente ocurrió.
Cambiasso habla de básquetbol con autoridad. Acompaña la
Liga Nacional a la distancia y consume la NBA, pero esta vez no siguió la
definición que consagró a los Warriors de Kevin Durant ante los Cavaliers de
LeBron James. "La NBA se terminó en la final de la Conferencia Oeste
digamos., soy un gran admirador de Manu y con la eliminación de San Antonio no
quise ver más. Manu es un tipo admirable, y lo mismo toda la generación: Chapu,
Luis [Scola], Delfino, Montecchia, Lucas Victoriano que es un amigo, Oberto,
Pepe Sánchez., toda gente que nos ha dejado muy bien parados", cuenta con
admiración.
Y se apoya en el básquetbol para intentar explicar por qué
él, un volante central lento, ya convirtió más de 100 goles en su carrera.
"El que pasa al ataque no tiene que pensar más en nada defensivo. Tiene
que haber una estructura para confiar, y después el optimismo y la
determinación influyen mucho. Ahí lo tenés a Gaby Mercado. Tiene muy pocos
goles de remate directo, pero tiene muchísimos de segundas pelotas. Y sí, le
caen a él, pero porque va. Es como el tipo que en el básquet va a todos los
rebotes y la gente dice 'mirá, le cayó'. ¡No, le cayó nooo!'. El pobre saltó 20
veces: hubo 18 que saltó al pedo y dos fueron suyas. Mentalmente creo en eso, y
aunque jugué toda mi vida en el medio, sé que los partidos se ganan en las
áreas, entonces uno tiene que tener la capacidad de defender a muerte en su
área y creer que es un delantero en el área rival".
De alguna manera, Cambiasso pertenece a otra época.
Construyó una sólida carrera en tiempos tan líquidos. Recuerda con alegría
haber disfrutado de los River-Boca e Independiente-Racing con público
visitante. También jugó Real Madrid-Barcelona y Olympiacos-Panathinaikos, pero
por encima de todo elije los Inter-Milan. En agosto cumplirá 37 años y el final
se acerca. Pero no se desespera. "Hoy disfruto de jugar. Y como
físicamente me siento bien, trataré de seguir jugando. Veré qué opciones
aparecen y qué ganas tengo. No es lo mismo a los 19 años, que vas adónde te
lleva el fútbol, que a 36 y con dos hijos, porque mi decisión afecta a toda una
familia".
-¿No descartás el retiro?
-Y..., no hay muchas opciones: es jugar o no jugar. No hay
un impase, no creo en el impase. Hoy me siento jugador, veré. El tema es que el
razonamiento y la elección son mucho más complejos que cuando tenía 18 años. Me
fui de Inter hace tres, me tocó jugar estos años en dos países diferentes, y
eso genera crecimiento pero también adaptación. Y adaptación es estrés, personal
y familiar. Veremos en algunas semanas.
-¿Y volver a la Argentina?
-Es una situación mucho más compleja. ¿Por qué? Porque me
fui hace mucho. Vuelvo todos los años, tengo familia y amigos, es cierto. Pero
Argentina es un país que requiere volver con una fuerza importantísima. Yo soy
una persona que no hace nada a menos del 100%, pero para una readaptación al
fútbol argentino y en el rol que me tocaría cumplir a mí, necesito el 120%. Y
para eso hay que estar muy, pero muy preparado porque no es fácil. La tentación
es grande, siempre, pero si analizamos cuántos jugadores han vuelto y cuántos
han sido felices, ese porcentaje es muy bajo. Y no digo que hayan ganado, como
tuvieron la suerte Diego [Milito] o la Bruja [Verón], digo felices, que hayan
disfrutado con su decisión., han sido muy pocos.
Fuente Cancha Llena
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