Gabriel Milito, un crack de los elegantes que dice adiós con
la camiseta de sus "amores"
Acosado por las lesiones en la rodilla que no lo dejan
rendir de manera adecuada, el "Mariscal" consensuó con su familia y
su círculo íntimo la difícil decisión de abandonar la práctica profesional del
fútbol cuando había regresado a Avellaneda para defender la camiseta del
"Rojo" por varias temporadas. Zurdo, fino, capitán y líder, cerrará
en estos dos partidos una carrera admirable y repleta de distinciones
Nacido un 7 de septiembre de 1980 en la localidad de Bernal,
provincia de Buenos Aires, Gabriel Milito adquirió desde pequeño el gusto por
el buen fútbol y aprendió a querer los colores del Club Atlético Independiente.
Su enorme fanatismo lo llevó a elegir las inferiores de dicho club para
comenzar su carrera y lanzarse a la fama.
Digno de una clase poco habitual en los marcadores
centrales, llegó a debutar en la Primera División del "Rojo" el 21 de
diciembre de 1997, en una victoria por 2 a 0 sobre Ferro Carril Oeste en la
vieja "Doble Visera". Con apenas 17 años de edad pero hecho de una
personalidad avasallante debutó, después se afirmaría con el paso de las
temporadas y a los 20 ya se transformaba en capitán de una de las instituciones
más representativas del país.
Pichón de crack, se ganó inmediatamente el mote de
"Mariscal" y fue comparado con grandes leyendas del fútbol nacional
como Roberto Perfumo, Enzo Trossero y Hugo Villaverde. Ídolo indiscutido de su
club, soportó varias campañas para el olvido pero se dio el máximo logro de su
extensa trayectoria: campeón del Torneo Apertura 2002 en un inolvidable equipo
formado por Américo Rubén Gallego.
Distinguido en la formación ideal del continente americano
en 2002, siguió un semestre más defendiendo la camiseta del elenco de
Avellaneda y a mitad de año de 2003 pegaría el gran salto de su carrera, aunque
con un serio inconveniente de por medio.
Cuando parecía todo dado para incorporarse al Real Madrid de
los "Galácticos", no superó con éxito los estudios médicos y lo
"descartaron" por considerarlo propenso a lesionarse en la rodilla
derecha. Finalmente arregló su llegada al humilde Zaragoza y también se
convirtió en ícono de un equipo que subió a los primeros planos con la
conquista de la Copa del Rey ante el propio "Merengue" y la Supercopa
de España en la temporada 2004/2005 frente al Valencia.
Sus enormes y destacados rendimientos le valieron una
transferencia a uno de los más grandes del mundo, el Barcelona, a cambio de una
cifra impresionante de 20,5 millones de euros. Pero desde 2007 en adelante la
fortuna no lo acompañó para nada: inconvenientes en ambas rodillas,
recuperaciones más extensas de lo esperado, recaídas en sus rehabilitaciones y
más apariciones en los quirófanos que en las canchas.
Recién en el verano de 2010 catapultó en el olvido la
inactividad y volvió al ruedo con la camiseta "blaugrana". Desde ahí
se ubicó casi siempre en el banco de los suplentes pero igualmente fue citado
para jugar la Copa América 2011, una decisión polémica de Sergio Batista que le
valió duras críticas.
Los catalanes anunciaron que no lo tendrían en cuenta y allí
le hizo caso al corazón: regresar a su segunda casa, Independiente. Pisó
territorio nacional tras la derrota en la Copa Suruga Bank, se puso en forma
rápidamente para la Recopa contra Internacional de Porto Alegre y las cosas no
salieron nada bien. Bajos desempeños y otro "cachetazo" internacional
lo elevaron al "Ojo de la Tormenta".
Hasta la actualidad alternó buenas y malas pero como él
mismo lo confirmó en la conferencia de prensa, "estoy agotado física y
mentalmente". Tras 15 años de momentos con cuatro camisetas distintas
(contando la del seleccionado nacional), tomó la decisión de poner punto final
después de enfrentar a San Lorenzo y a Tigre por el Torneo Clausura. Pero a
pesar de mil reconocimientos, distinciones, elogios y títulos, el mayor premio
lo obtendrá con la merecida ovación que le regalarán los hinchas que lo amarán
toda la vida.
Fuente Play Futbol

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