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Por Eduardo Verona
El Mundial de 1978 que conquistó Argentina un 25 de junio de
hace 34 años quedó manchado para siempre.
Hay que reconocerlo. El genuino y
auténtico espacio del fútbol que construyó aquella estupenda (y hoy
subestimada) Selección dirigida por el Flaco Menotti y liderada por Daniel
Passarella, quedó superado por la impresionante dimensión de los años de plomo
que desató la dictadura militar.
Para rubricarlo, quizás alcanzaría con
reproducir lo que declaró Passarella en marzo de 1984, desde Europa:
“El Mundial
del 78 sostuvo el régimen y tapó todo”.
O recordar las afirmaciones de Menotti
a la prensa italiana en junio de 2008:
“Fui usado por la dictadura. Claro que
el poder que se aprovecha del deporte es tan viejo como la humanidad. Nadie
imaginaba que en esas horas que se jugaba el Mundial se arrojaban personas al
río. Si se hubiese sabido, los trabajadores, los ciudadanos, los intelectuales,
los futbolistas, todos tendríamos que haber pedido que se terminara esa
mierda”.
Es cierto, quedó
fuertemente estigmatizado aquel Mundial. Pero la Selección lo ganó dentro de la
cancha, más allá de la interminable variedad de sospechas que provocaron el 6-0
sobre Perú, en Rosario. Sospechas que nunca se formalizaron en nada concreto.
Sospechas en muchísimos casos oportunistas, vacías e insustanciales.
Lo real es
que la Selección se preparó para ganar el Mundial jugando bien y lo ganó en la
inolvidable final de 120 minutos ante Holanda (3-1) jugando muy bien.
Esa consagración le
abrió las puertas a otras consagraciones.
Hasta podría afirmarse que a partir
de que Argentina ganó en el 78, pudo reconfirmar su jerarquía internacional en
México 86 con Carlos Bilardo de técnico y Diego Maradona como paladín
insuperable de la belleza y la eficacia.
El gran logro de Menotti en la etapa
previa del Mundial fue jerarquizar la institucionalidad de la Selección , hasta
ese momento inexistente. Antes de Menotti la Selección era tierra arrasada.
Ni
los jugadores querían participar para no perder prestigio.
A partir de ahí todo
cambió. Y quizás fue este el contenido más valioso que dejó Menotti de cara al
futuro.
Esa herencia logística para que sus sucesores hayan encontrado una
estructura y una plataforma para elaborar un proyecto.
Desconocer que la
magnitud de la represión que ejecutó la dictadura en esos años logró oscurecer
el perfil futbolero y la conquista del Mundial, tendría que estar asociado a la
ceguera o a la ignorancia.
Pero la realidad es que el fútbol estuvo ajeno a los
estruendos mesiánicos.
Los jugadores y el cuerpo técnico de aquellos años lo
saben.
Como también saben que la gloria y el drama quedaron atrapados en el
túnel de la memoria.
Fuente Diario Popular
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