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domingo, 20 de marzo de 2022

Independiente y cómo perder un clásico en dos jugadas

Independiente perdió el clásico de Avellaneda contra Racing por dos jugadas puntuales.

Por Nahuel Lanzillotta 

Racing se llevó el triunfo por aprovechar los regalos de un Rojo que todavía esta verde y se defiende muy mal. Esas fallas tapan las mejorías en ataque y anclan el crecimiento del equipo.

 

La bronca y la calentura todavía dura y va a seguir durando en los estómagos de los hinchas de Independiente. La dura derrota de local en el clásico fue otro golpe directo a un corazón que ya viene recibiendo varios impactos hace tiempo y ya no resiste más. Pero detrás del enojo, hubo un partido que en el análisis global se dio parejo, con un dominio repartido por tiempos. Lo ganó el menos verde, el más oportunista, el más consolidado como equipo, el que saca la diferencia en los detalles y el que no perdona cuando el rival le regala espacios. Ese fue Racing, que en dos jugadas puntuales sacó provecho del desorden rojo.

 

Fue así: Independiente perdió el clásico de Avellaneda en dos jugadas que expusieron una vez más las terribles fallas del equipo en el retroceso y en las marcas de mitad de cancha hacia atrás. Pero también hay que mirar más arriba, porque las complicaciones del Diablo nacen a su vez de una floja labor en marcar en ataque.

 

El primer gol de los vecinos, a los dos minutos de juego nomás se gestó de un lateral defensivo de Racing, que atrajo marcas y jugó largo a espaldas del lateral derecho, Alex Vigo, que quedó siempre corriendo desde atrás y muy lejos de los centrales, Sergio Barreto y Juan Manuel Insaurralde. Barreto también había salido lejos y solamente pudo tomarle la patente a Chancalay en su corrida. Y el Chaco, en una sucesión de errores, pifió al calcular mal al momento de intenta cortar de frente y quedó pagando como un amateur. El último error -horror- estuvo en que nadie acompañó a Gabriel Hauche, quien tomó el rebote del palo con total libertad entrando por el medio del área.

 

Un concierto de desconciertos desde el vamos producto de bajos niveles en el mediocampo y en la defensa, pero también de un mal planteo inicial de Eduardo Domínguez. Lo corrigió en el entretiempo con los ingresos oportunos de Saltita González y de Alan Soñora. Diagramó un 4-3-3 en el que Lucas Romero tenía más visión de pase corto para comenzar a construir el juego que no se pudo elaborar en toda la primera etapa.

 

Independiente pasó a ser dominador absoluto de inmediato. Llegó al merecido empate con ese zurdazo demoledor de González y tenía todo a disposición para ganarlo. Sólo le faltaba ver de qué manera iba a convertir el segundo grito. Tiros en los palos y atajadas del Chila Gómez. Racing estaba contra las cuerdas, a punto del nocaut. El clásico se había dado vuelta como una tortilla. Pero todavía le quedaba una vuelta final más porque Independiente lo permitió.

 

Un pelotazo cruzado de izquierda a derecha y una asistencia de cabeza de Mura que desarticuló por completo a los centrales rojos. Entre ellos, Enzo Copetti no perdonó. Otra vez Insaurralde leyó mal la jugada. Falta de timing, lentitud y floja reacción. Barreto tampoco se salvó, aunque venía cumpliendo una correcta tarea a lo largo de la noche ganando los duelos individuales. Pero el Rojo falla en su conjunto, en lo colectivo. No termina de funcionar en el todo. Y eso lo hace inseguro, vulnerable, desprotegido.

 

Puede ser esta la respuesta al interrogante de por qué cada situación de gol que le generan es gol. Tiene una grieta que lo recorre en toda su estructura y por allí se le filtran los puntos que va perdiendo y que lo van alejando de los primeros planos fecha a fecha.

 

Se insiste, dos jugadas necesitó Racing para ganar un clásico que tenía para perderlo. Dos jugadas a las que Independiente todavía les está buscando alguna explicación. Dos jugadas que tapan las mejorías en ataque y que anclan el crecimiento. Dos jugadas y una derrota que deja huella.

 

 

Fuente Infierno Rojo


 

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