Por Nahuel Lanzillotta
El Rojo de Falcioni tenía un escenario inmejorable para
traerse los tres puntos de Mendoza, pero no pudo ni supo cómo aprovechar la
ventaja numérica en casi todo un tiempo. Sin ideas adentro y afuera de la
cancha.
Das el golpe sobre el final del primer tiempo, como para no
darle tiempo al rival de una respuesta inmediata. Te vas al descanso con el
resultado a favor. Apenas arranca la segunda parte, al otro equipo le echan a
un jugador… Con todo a favor, no tenés otro camino que hacer las cosas bien y
ganar manejando la ventaja. Pero Independiente se empecina en demostrar que no,
que eso no siempre es así y que se puede desperdiciar todo un escenario
favorable para dilapidar un triunfo necesario y apenas recaudar un punto que en
este contexto paga muy poco.
El Rojo de Julio César Falcioni no supo ni pudo aprovechar
el hombre de más con el que jugó más de 40 minutos en Mendoza, ante Godoy Cruz.
El conjunto local le empató con un zapatazo a los dos minutos de que sufriera
la tarjeta roja el paraguayo Canale y a partir de allí, los visitantes
transitaron el partido con la tenencia casi absoluta de la pelota, aunque
prácticamente sin ideas para doblegar a un adversario en desventaja.
Prefirió no tocar nada el técnico después de que el Tomba se
quedara con diez. Mantuvo todo tal cual, como si sus dirigidos estuvieran
dominando el duelo. No lo hacían once contra once, tal vez sí puedan hacerlo
con superioridad numérica. Eso habrá pensando el técnico, quizá. Pero no. Godoy
Cruz se replegó bien porque tuvo la virtud de cubrir bien todos los espacios
sin meterse del todo atrás. De hecho, le blindó el área a un Independiente que
casi nunca buscó hacer el “dos-uno” contra el rival.
Recién 24 minutos después de la expulsión, el Emperador
movió el banco: metió a Gabriel Hachen para sacar a un Perro Romero impreciso y
correr a Saltita González como cinco posicional. Intentó ir por los costados ya
que los caminos por el medio estaban anegados. Luego fue Toto Pozzo el que
ingresó por Leandro Fernández. Claramente, el DT reforzó la intención de
desbordar. No obstante, apenas tuvo éxito en esa misión una sola vez en todo el
complemento: Damián Batallini apareció por la derecha y tiró el centro bajo
atrás para la llegada de Alan Soñora, que le pegó muy mal.
No hubo más desbordes. Los laterales pocas veces se sumaron
al ataque para hacer dupla con los extremos y así doblegar por las bandas.
Tampoco hubo sociedades interiores. Soñora y Pozzo no se encontraron y la
pelota no le llegó a Leandro Benegas, que tuvo un remate defectuoso y forzado
en la primera etapa. Tan solo eso. Quedó el lamento por la última que casi
convierte otra vez Juan Insaurralde tras un tiro libre. Pero dos chances
concretas de peligro real en casi todo un tiempo con un hombre de más es demasiado
pobre.
¿Sorprende? En el escenario general en el que navega
Independiente anímica y futbolísticamente, no. Sin embargo, no deja de resultar
curioso el hecho de no profundizar la búsqueda con el aporte de la frescura del
banco, que contaba con pibes que, si bien es cierto que carecen de experiencia,
pueden a veces ser la herramienta necesaria para destrabar este tipo de
situaciones. Al cabo, no hay más variantes que probar.
Falcioni decidió que no era prudente. O que no podrían
traerle soluciones Rodrigo Máarquez, Zarza, Julián Romero ni Vallejo. Será
parte de su pensamiento de que este momento delicado es exclusivamente para la
espalda de los más experimentados o de aquellos que tienen más minutos en
Primera.
Pero, al margen de este empate puntual (el tercero
consecutivo), hay un dato alarmante. En 2022, el Diablo estuvo con un
futbolista de más en ocho encuentros y apenas pudo ganar uno de ellos. Con el
entrenador que sea, el cuadro de Avellaneda tiene serias dificultades asumir la
responsabilidad de verse con uno más y sacar ventaja de eso. Todo es parte de
las problemáticas generales que acarrea hace tiempo y que no puede corregir.
Fuente Infierno Rojo
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