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domingo, 24 de abril de 2022

Lejos de construirse, Independiente se empeña en su autodestrucción constante

Independiente pagó caro sus errores ante Rosario Central y se volvió con una goleada impensada. (Foto: Clarín)

 


Por Nahuel Lanzillotta

 

Eduardo Domínguez intenta construir sobre un terreno infertil, pero sus errores y los de sus dirigidos tanto en defensa como en ataque colaboraron con una involución que dejó al equipo desfigurado.

 

El rival siempre juega, claro. Pero si hay un responsable de la goleada 3-0 que Rosario Central le propinó exageradamente a Independiente en el Gigante de Arroyito es el propio equipo de Avellaneda. Eduardo Domínguez diseñó un planteo que se le volvió un boomerang incontrolable con el correr de los minutos. Y las deficiencias del Rojo tanto en ataque como en defensa permitieron que, lejos de seguir poniendo ladrillos para construirse como equipo, Independiente se autodestruyera un poco más.

 

Domínguez tiene crédito. Es el menos culpable entre los culpables de esta actualidad que hace tiempo vive envuelta en crisis. Pero tiene culpa. En la tarde del sábado se equivocó, aunque sus dirigidos hicieron todo lo posible para empeorar las cosas.

 

El DT volvió a usar un esquema que ya había fracasado. La línea de cinco defensores no había funcionado ante Central Córdoba y apenas había durado 45 minutos. La idea en Rosario fue utilizar el ancho del campo y elegir los carriles como vía de acceso rápido hacia el campo de enfrente. Sin embargo, justamente terminó sufriendo por esos sectores el Diablo.

 

Los tres goles del cuadro local vinieron por envíos desde los costados. Las espaldas de Damián Batallini y de Thomas Ortega invitaron a los rosarinos a ocupar esos espacios y sacarle el mayor jugo. El gol tempranero al minutos de juego atentó claramente contra la planificación de Domínguez.

 

Así y todo, Independiente trató de no apartarse de su libreto. Y atacó por afuera. De hecho, las jugadas de riesgo que tuvo fueron producto de ello: desbordó Batallini y también Ortega y los volantes que pisaron el área, Alan Soñora primero y Carlos Benavídez después, no tuvieron puntería.

 

La primera falla de este Independiente es la falta de contundencia. No mete lo poco que genera y en el fútbol eso se termina pagando demasiado caro. Todo empeora cuando el boomerang vuelve por el mismo lado. Central pegó duro por las bandas con un Marcelo Benítez endemoniado que fue imparable tanto por la derecha como por la izquierda. Los centros atrás encontraron futbolistas libres para rematar de frente al arco y en dos minutos todo quedó liquidado.

 

Domínguez ya había echado mano de manera extraña: hizo cuatro cambios de golpe. Desfiguró la idea original y puso a hombres de ataque. Eso, lógicamente, generó huecos indisimulables en el fondo, que el dueño de casa aprovechó.

 

Independiente se ahogó en sus deficiencias. No amortizó el dominio de la pelota cuando la tuvo y se dejó derrumbar con la misma receta con la que había pisado suelo santafesino. La expulsión de Juan Insaurralde por insultar al árbitro es el resumen de la impotencia y el desorden general.

 

Domínguez intenta construir sobre un terreno infertil producto de varios años de malas cosechas por los problemas institucionales. Pero sus errores y los de sus dirigidos, este fin de semana, solo colaboraron con una autodestrucción que va dejando a Independiente cada vez más partido.

 

 

Fuente Infierno Rojo


 

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