Por Antony Callero
No fue nada fácil para Pedro Damián Monzón, hacerse un lugar
en el fútbol. Tuvo que pasar por un montón de situaciones y vivencias, que
realzan aún más su carrera.
Comenzó jugando en Huracán de Goya, su pueblo natal, en
Corrientes. De familia muy humilde, a los 15 años emprendió rumbo a Buenos
Aires en busca de un futuro mejor, trabajó de albañil para hacer la moneda, y
alternaba los ratos libres con el fútbol. Probó en varios equipos pero no tuvo
fortuna.
En 1977 se probó en Rosario Central, donde logró quedar.
Vivía en una pensión junto a otros conocidos como Jorge Balbis, Mario
Cornaglia, Pedro Argota y José Celiz.
Les daban el almuerzo y la cena, por lo que para conseguir
un peso extra limpiaba vidrios en tiendas de Rosario, y así poder solventarse.
Dos años después Central lo dejo libre, tenía 17 años y
regresaba abatido a su Goya natal, sentía que el fútbol ya no le daría más
oportunidades.
Sin embargo no tenía pensado resignarse, regresó a Buenos
Aires para trabajar como albañil, esperando una nueva oportunidad en otro club.
A fines de Marzo de 1980 surgió la posibilidad de probarse
en Independiente, donde a Nito Veiga le bastó solo 20 minutos verlo, para
decidir fichar a aquel morochito humilde de Goya.
Su ascenso fue meteórico, en 1981 Pedro Monzón ya estaba
jugando en Primera en el club de Avellaneda, con el cual ganó todo, campeón
Metropolitano 1983, campeón de la Libertadores y la Intercontinental en el 84.
Ya por ese entonces había sido convocado para la Sub 21 de
Argentina que jugó el Torneo Esperanzas de Toulón en 1983, los Juegos Olímpicos
de Seúl en 1988 y la Copa América de 1989, hasta que llegó el momento sublime,
cuando Bilardo lo convoca para el Mundial de Italia 1990 como uno de los
zagueros titulares.
Si bien le queda aquel momento amargo de la expulsión en la
final ante Alemania, el recuerdo de haber jugado una final del Mundo junto a
Diego Maradona, a quién considera el mejor jugador de todos los tiempos, será
un recuerdo imborrable en su memoria.
Además de Independiente jugó en Unión de Santa Fé, Barcelona
de Guayaquil, Huracán, Quilmes, Atlético Tucumán, Alianza Lima y Santiago
Wanderers de Chile, donde culminó su carrera en 1996, tras dar positivo en un
control antidoping.
Reconoció públicamente su adicción a las drogas, y casi en
la ruina Arsenal le dio la posibilidad de salir a flote, brindándole un lugar
para vivir, y entrenando formativas.
Se volcó al culto evangélico, junto al Pastor Hugo Giménez,
y de a poco fue saliendo de esa situación tan complicada. Dirigió varios
equipos, entre ellos a su querido Independiente, aunque su pasó fue muy corto.
La vida de Pedro Monzón…una vida de película
Fuente Historiasyanécdotas.com
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