Por Nahuel Lanzillotta
Independiente no podía contra un
débil rival y destrabó el partido gracias a una destreza individual de Domingo
Blanco. Ganó un duelo clave en Venezuela, pero esto no debe maquillar una
realidad futbolística que no mejora.
Independiente hizo lo que tenía que
hacer en Venezuela. Ganó por 2-0, se trajo los tres puntos a Buenos Aires y así
sigue dependiendo de sí mismo en el Grupo G de la Copa Sudamericana para lograr
el objetivo de clasificar a la siguiente fase. Esto, en efecto, es cierto. Sin
embargo, en gran parte de los 90 minutos la realidad fue otra y la labor del
equipo de Eduardo Domínguez puso en jaque otro objetivo más en el semestre.
Lo salvó una individualidad: el tiro
libre que Domingo Blanco sacó de la galera tras 67 minutos en los que el visitante
apenas había pateado al arco dos veces ante un rival de visible menor
jerarquía.
El análisis podría quedarse
únicamente en el resultado final, que fue satisfactorio. Pero los “cómo”
importan. Y la de Independiente en Caracas fue otra actuación que dejó más
preocupaciones que alivios. Es verdad que había que ganar por sobre todas las
cosas para no quedar complicado en el plano internacional, la gran meta
futbolística del año. Pero las penurias del equipo quedaron al desnudo hasta
que Blanco frotó la lámpara y se puso la ropa de salvador. Que la
individualidad no tape el bosque.
Antes que nada, la aclaración:
siempre se celebra un triunfo. Luego quedan las formas. Y el partido del martes
siguió en la misma sintonía de un contexto difícil. Lo positivo es que sin
jugar bien y lejos de relucir, esta vez logró ganar. Lo negativo es que el
nivel nuevamente fue demasiado bajo y todo se potenció por la precariedad del
adversario de turno.
La Guaira salió a defenderse y a
respetar la historia de Independiente, el Rey de Copas. Se refugió en su área
con cinco defensores, más dos volantes de contención. Y dejó tres delanteros
para apostar a algún contraataque. Sin ruborizarse, le regaló la pelota al
Diablo, que se embarulló en sus dudas y no supo qué hacer para fluir y romper
con el cerrojo de los venezolanos.
Faltó más encare y valentía para
gambetear de Gastón Togni y de Tomás Pozzo por los costados. Faltó conexión
entre Domingo Blanco y Alan Soñora. Faltó movilidad de Leandro Benegas para
generarse espacios y líneas de pase en el área de enfrente. Faltó seguridad del
cinco, Lucas Romero. Faltó atención en una defensa que se complicó solita ante
cada avance rival.
Independiente jugó contra sus
limitaciones. Ni siquiera pudo aprovechar los regalos que hizo el arquero Olses
en el primer tiempo. La Guaira comenzó a darse cuenta de que este Independiente
nada tiene que ver con su riquísima historia internacional y se animó a
faltarle el respeto. Pateó más veces al arco que los de Avellaneda.
Sin profundidad y con serios
desajustes en el fondo, Independiente no cambió más allá del cambio de esquema
y las variantes con respecto de la goleada sufrida el fin de semana. Domínguez
sigue sin encontrar el equipo y continúa haciendo modificaciones con el afán de
dar en algún momento con un rendimiento que convenza. Lo que no le faltó al
Rojo fue perseverancia.
Aun con incertidumbres, Independiente
apretó en el segundo tiempo. De la mano de Blanco y de Togni pisó más el área.
Disparó bajo los tres palos por primera vez. Y luego de 67 minutos llegó el gol
salvador de Mingo, el hombre que se esfuerza por ser el mejor del plantel en
cada presentación y que todavía no tiene resuelta su continuidad más allá de
junio.
Una destreza personal (la calidad en
el remate de Blanco), destrabó el encuentro para el Diablo. Sin posibilidad de
hacerlo desde el juego, bienvenida la opción de la individualidad. Luego pudo
sellar la noche con el tanto de Leandro Fernández en el final, tras haberla
pasado mal con los ataques de los caraqueños.
Pero ojo, esto puede salvarlo en un
partido. Dos, a lo sumo. Pero de ningún modo puede conformarse el entrenador
con esto. Domínguez sabe que es imperioso encontrar un funcionamiento
fructífero para no apartarse de la senda de la victoria y alejarse de la irregularidad.
Las individualidades son necesarias en todo equipo, pero no son la solución
para todos sus problemas. Apenas pueden funcionar como un parche. Ahora,
Independiente tendrá que aprovechar para inflar su confianza y buscar
herramientas colectivas que le permitan empezar a pisar firme de una buena vez.
Fuente Infierno Rojo
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.