En poco tiempo, Julio Falcioni logró convertir a un Rojo
endeble en un equipo duro y el plantel se ilusiona. Olé te cuenta cómo hizo el
DT para cambiarle la cara al Rey de Copas.
El clima cambió de forma abrupta en Independiente. Y el
responsable es Julio César Falcioni. El técnico tomó el timón de un barco que
navegaba sin rumbo y logró comenzar a enderezar el camino. Pasaron apenas 48
días desde que el entrenador asumió en su cargo en el Rojo. Y transcurrieron
sólo 25 desde la derrota en la primera fecha de la Copa de la Liga ante Lanús
por 1-0, una caída que produjo un incendio en un vestuario que habría terminado
a las trompadas si no hubiese sido por la rápida intervención del entrenador
para calmar a los futbolistas. Jugadores que, por cierto, venían en llamas por
una situación de arrastre.
“No podemos comernos a otro técnico”, expresó uno de los
referentes del plantel luego de esa caída ante el Granate. El ambiente que se
percibe ahora es tan diferente que el capitán, Silvio Romero, no ocultó su
entusiasmo luego de cuatro triunfos consecutivos ante Patronato (1-0), Gimnasia
(1-0), Newell’s (2-1) y Villa Mitre (1-0). “La gente se puede ilusionar.
Estamos para seguir creciendo y las victorias son importantes para eso y
también para sumar confianza. Estos arranques ilusionan y nosotros también
estamos ilusionados. Tenemos que seguir mejorando como equipo”, comentó el
delantero de 32 años.
A Falcioni lo trajeron por su experiencia. Ése fue el
argumento al que se aferraron los dirigentes para inclinarse en la elección. El
secretario general del club, Héctor Maldonado, le planteó al presidente, Hugo
Moyano, que era indispensable traer a un hombre con mucha trayectoria y buen
manejo de grupos para reorganizar la estructura de un plantel devastado desde
el punto de vista anímico y que incluso se encontraba mal en lo físico. Al
entrenador de 64 años lo rodearon con Pedro Monzón, un hombre de la casa que es
querido por los hinchas y tiene espaldas. Además, llegó con su ayudante, Omar Píccoli,
y su preparador físico principal, Gustavo Otero. Se trata, en definitiva, de un
cuerpo técnico en el que impera la mano dura siempre.
Falcioni supo interpretar de inmediato que para reconstruir
a Independiente era necesario edificar desde las bases de una defensa sólida.
Consciente de que cuenta con zagueros que no se distinguen por su velocidad
como Sergio Barreto y Alan Franco, el Emperador comenzó a aceitar durante la
pretemporada una línea de cinco en la que incluyó a un caudillo al que había
dirigido en Boca entre 2011 y 2012: Juan Manuel Insaurralde, quien a los 36
años llegó libre desde Colo Colo para cumplir su sueño de vestir la camiseta
del club del cual son fanáticos él y toda su familia. El técnico apeló a la
receta de construir desde una estructura sólida. Apostó por fortalecer al
equipo desde el punto de vista defensivo y de arranque priorizó tapar las
grietas que se vieron en el tramo final de la Copa Maradona, donde al Rojo le
convirtieron nueve goles en los últimos partidos de la Zona campeón, incluyendo
duras derrotas ante Huracán por 3-2 y Arsenal por 4-3.
Falcioni le dio orden, rigor táctico y principalmente más
temperamento a un conjunto que venía golpeado. Al Rojo le llegan menos y la
última línea se muestra más firme. Falcioni explicó cuál fue la clave para el
despegue:
“Casi no nos llegan y eso nos da tranquilidad. Buscamos la
solidez. Es un buen arranque, pero no nos podemos creer más de los que somos”.
Fuente Olé


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