Por Javier Brizuela
Luego de la derrota en Santa Fé, con una mala actuación del
equipo, fueron innumerables las críticas al plantel y la mayoría de ellas
apuntaban contra Ariel Holan, calificando como fracaso al semestre de
Independiente. Está claro que ese enjuiciamiento fue producto de una calentura
momentánea luego de esa dura caída que malograba uno de los objetivos de estos
primeros meses del 2018. También es cierto que el cariño del hincha para con el
técnico Rojo es indiscutible. Pero el enojo fue claro, con críticas al dibujo,
los cambios, el rendimiento físico (con el recuerdo del querido Profe Kohan) y
futbolístico del Rey de Copas. Y muchos medios, siempre atentos para hablar mal
de Independiente, se hicieron eco.
Ahora, a unos días del triunfo ante Lara, se puede hacer un
balance más definitivo de la actuación tanto en la Copa como en la segunda
parte de la Superliga y la Recopa. Y ya sin la histeria característica de las
horas posteriores a un encuentro decisivo, lejos de descalificar a los hinchas
que mostraron su descontento post derrota ante Unión, lo que ocurrió nos parece
otra de las cosas saludables que están pasando actualmente en el Rojo. Un club
que resurgió de las cenizas, volvió a ser y que gracias a la recuperación de su
identidad, tiene la vara alta después de mucho tiempo. Y eso es en buena parte
por el trabajo de este entrenador.
Ariel Holan solamente logró uno de los tres objetivos
planteados en el semestre, algo que para algunos da fundamentos para tildar de
fracaso este 2018. Y quizá tengan razón.
Fracasó porque perdió la Recopa ante Gremio. Copa a la que
accedió por haber salido campeón en el Maracaná por segunda vez en la historia,
logrando un título internacional luego de 7 años. Jugó gran parte de las dos
finales con un jugador menos y en ningún momento fue inferior al campeón del
máximo certamen sudamericano, que necesitó los penales para vencer a
Independiente.
Fracasó porque no clasificó por puntos a la Libertadores,
sin poder vencer a un débil Gimnasia y cayendo ante Unión. Algo que no había
pasado nunca, ya que el Rojo siempre entró a la copa que ganó siete veces como
campeón. Y de ganar en Santa Fe, se aseguraba jugarla en dos ediciones
consecutivas luego de 31 años.
Fracasó porque tuvo que esperar hasta la última fecha del
grupo para ganarle a un equipo venezolano y avanzar así a los octavos de final
de la Libertadores. Algo que no ocurría desde el 95, ya que en las ediciones
del 2004 y 2011 el Rojo no llegó a esa instancia.
Fracasó porque salió sexto en la Superliga argentina, torneo
que jugó siempre compitiendo internacionalmente y afrontó con juveniles algunos
encuentros del semestre anterior.
Fracasó porque los refuerzos que pidió no rindieron y
costaron muchos millones de dólares. Dinero que tenía el club gracias a las
ventas en muchísimo más que realizó la institución por la gigante
revalorización generada en el plantel desde su llegada. Y mientras se espera
que esos refuerzos que llegaron sobre el comienzo del semestre rindan en el que
viene, se especula con las ofertas que llegarán por jugadores como Benítez, que
nos cansábamos de insultar y ahora disfruta de un idilio con la gente. O de
Maxi Meza, que no rendía y ahora está por disputar un mundial siendo de
Independiente, algo que con un jugador de campo no sucedía desde 1994 (Ustari
viajó como tercer arquero en el 2006).
Más allá de los rendimientos, los gustos y la empatía que
pueda generar en cada uno de nosotros, Ariel Holan nos devolvió al
Independiente que siempre soñamos volver a tener.
Gracias Profesor por este fracaso, porque hasta en eso está
a la altura de nuestra gloriosa historia.
Fuente Orgullo Rojo
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