Por Andrés Eliceche
Los 30 los cumplirá en Barcelona, el sábado que viene, justo
adonde llegó un mes atrás envuelto en las dudas que nacían de su rodilla
derecha. Sergio Agüero celebrará el cambio de década en la atmósfera de la
selección con un rictus bien distinto al que tenía por aquellos días catalanes.
Estaba atormentado por el déjà vu que le venía a la mente; no fuera cosa que se
repitiera el escenario de hacía cuatro años, cuando las recurrentes lesiones lo
convirtieron en un fantasma que caminó por las canchas de Brasil.
La solución
vino en lo que tarda uno en girar la vista. El muchacho entró y salió del
quirófano con la velocidad del 9 que corre en diagonal, encuentra el pase y
remata: fueron apenas 12 minutos los que hicieron que su cuerpo retrocediera
cinco años. Las manos del doctor Cugat, al que había llegado por recomendación
de Guardiola, obraron el cambio de estado: rodilla sana, cara de contento.
"Desde 2013 que no me sentía así", comparó la semana pasada, ya al
abrigo de Ezeiza, con esa sonrisa recuperada made in Kun. Ahora, a nada de su
tercer Mundial, siente como si fuera el primero de su vida. Porque lo es, en
cierto modo: nunca en los anteriores había transitado la vigilia con la
sensación de que sí sería titular. Ahora sí. A los 30.
En Sudáfrica 2010, ocho años atrás, era un nene que miraba todo con asombro. Venía de atrás, a la cola de Tevez, Messi, Higuaín y también Di María. Titular contra Grecia en un partido descartable, sus minutos los sumó desde el banco; como contra Alemania, cuando Maradona lo puso en medio del 4-0 en contra, sin margen para rehacer ese desastre.
Para Brasil 2014, el primer semestre de ese año lo lastró: cuatro desgarros consecutivos -el último, durante el torneo- hubieran sido suficiente para que ni entrara al Maracaná a jugar la final. Pero una mirada de Messi puede valer más que mil palabras y su amigo tuvo el honor de disputar 74 minutos contra Alemania. De participar, así como estaba, poco y nada.
¿Y qué será de él en Rusia 2018? Llegará a Moscú después de transitar a los tropezones toda la etapa previa:
"No ir al Mundial sería lo más doloroso de nuestras carreras y de nuestras vidas", dijo en octubre de 2016 después de errar un penal, recibir silbidos y que la selección perdiera 1-0 ante Paraguay, en Córdoba, en las eliminatorias, con la amenaza de no conseguir el pasaje latiendo fuerte.
Fue un punto límite, el más oscuro suyo con la camiseta argentina desde que Basile lo hizo debutar en 2006.
Fuente La Nación
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