Por Ezequiel Rocha
Sábado 29 de noviembre de 2014. Van 55 minutos del partido
que Independiente le ganaría a Newell’s con gol de un Mancuello imperial. Los
aplausos se los lleva el Rolfi Montenegro, quien le deja su lugar al por
entonces pibito Martín Benítez para darle frescura y desfachatez al Rojo. Esa
que el Rolfi supo tener en sus inicios quemeros. Aquella sería su última vez en
el Libertadores de América, estadio que visita hoy, después de tres años, aunque
con la camiseta de Huracán, su casa.
Pero claro, si adoptamos el paralelismo popular que encadena
al fútbol con la institución familiar, en su (tercera) casa de Avellaneda,
Montenegro fue muy mimado. Se lo ganó. Allá por enero de 2000 llegó a
Independiente, y dos años más tarde, fue pieza clave del equipo campeón del
Apertura 2002, donde jugó todos los partidos de titular y aportó seis goles.
Con un paso por River en el medio, el Rolfi volvió al Rojo en 2006 para sumar
tres años más de servicio.
Y cuando el Diablo atravesaba uno de los momentos más
críticos de su riquísima historia, el 10 pegó la vuelta de México para ayudar a
mantener la categoría, algo que no pudo lograr. Pero el amor y sentido de
pertenencia pesó y se quedó a levantar al gigante que había caído a la B
Nacional. Fue un ciclo muy duro que lo tuvo como líder del equipo en tanto
goles convertidos (10) para devolver a Independiente a Primera.
Ya de vuelta en la elite del fútbol argentino, el técnico
Almirón lo puso de titular, pero para diciembre le comunicó que no iba a ser
tenido en cuenta. Sin embargo, el agradecimiento del hincha es eterno. Y hoy,
cuando la voz del estadio avise de la vuelta del ídolo, la ovación,
seguramente, estará presente.
Fuente Olé
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