El golazo de chilena de Martín Benítez.
Por Favio Verona
Benítez es como ese pibe revoltoso al que en la secundaria
le llovían apercibimientos incluso cuando se comportaba como si estuviese en la
mesa de Mirtha Legrand.
Ese que la ligaba porque lo tenían de punto. El que
terminaba cada jornada preso en el despacho del director, con amonestaciones,
llamado a sus padres para una reunión inminente y recomendación de ir al
psicólogo para develar los misteriosos trastornos que producían semejante grado
de irreverencia compulsiva.
Al punta le pasa algo similar: muchos hinchas lo
condenan aun cuando tiene buenos rendimientos. Son ataques preventivos. El
partido arrancó hace 30 segundos y quizá no tocó la pelota, pero lo putean por
las macanas que ya van a venir. Pisa el césped y varios políglotas que habitan
la tribuna se acuerdan de su madre en quechua, turco, chino mandarín y, por las
dudas, en castellano. En la implacable búsqueda de culpables, es el primer
enfocado. "Tiene un balde en la cabeza", es el prejuicio que se
instaló. Quizá por eso contra Estudiantes decidió meter una chilena a 1,80 metro
del suelo en lugar de cabecear. O quizá los que tienen un balde son los que lo
insultan hasta cuando aprueba el examen. Porque Benítez jugó bien los últimos
partidos ante Talleres, Arsenal y Estudiantes: aportó desequilibrio, criterio
para tocar y hasta le anularon mal un golazo en Sarandí. Porque se adapta a
jugar por todo el frente de ataque. Porque tiene apenas 22 años y el error es
parte del aprendizaje. Porque si sale a la cancha en ese clima hostil sin
amedrentarse, quiere decir que tiene agallas. El no es el culpable de que los
dirigentes hayan rechazado una oferta millonaria de Turquía por su pase.
Fuente Olé


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