En su vuelta a la Selección, Higuaín volvió a convertir: la
única que tuvo, fue gol. No alcanzó para ganar, pero tal vez sirva para que su
historia empiece a cambiar...
Como en la final ante Chile, Higuaín volvió a definir
cruzado, por encima del arquero. Y entró. (Gustavo Ortiz)
Por Hernan Claus
Esta vez sí, Pipa. Justo cuando Argentina más lo necesitaba.
Justo cuando el partido lo pedía. Esta vez, Gonzalo Higuaín no falló: tuvo una
sola chance de gol, una sola... Y fue adentro. ¿Y cómo entró? Casi de la misma
forma que, por caso, había definido ante Bravo en la Copa América Centenario, una
de las tres finales que casi lo condenan al exilio.
Por eso su desahogo. Su grito de furia. Ese abrazo con todos
su compañeros. Porque en esa definición cruzada también se esfumaron varios
fantasmas. Es cierto que la alegría no fue completa porque su gol, ese gol tan
esperado, ese 2-1 que generó Zabaleta con su habilitación, pero que también
empujó Bauza desde su tremendo apoyo, no alcanzó para ganar el partido. Pero
puede tener un peso específico para que el Pipa empiece a cambiar su historia
reciente en la Selección.
Antes de eso, antes de que Higuaín volviera a ser Higuaín,
antes de que dejara su sombra a un costado, el goleador de la Juve no había
pateado al arco. Era un regreso tibio, opaco, flojo. Pero, claro, los
goleadores son así...
El Pipita en su ley
En el primer tiempo, de hecho, el Pipa casi no tuvo
participación en el partido. Su mayor aporte fue una falta que pidió y que le
dieron, y que terminó en un buen tiro libre de Di María que tapó el arquero
Gallese. Después, claro, hubo que contarle las chiquitas: una peinada, una
pelota bien pivoteada... Aunque el arco peruano lo vio de lejos. Demasiado
lejos...
Ojo, es cierto que el nueve vive del gol, aunque también de
lo que el equipo le pueda generar. Y la Selección, en esa primera etapa, no
hizo nada en favor del juego del Pipita. Ni siquiera Dybala, su compañero en la
Juve, pudo asociarse con él. Pocos espacios, mucha gente, un escenario para
nada favorable. Fue la confirmación de que la acumulación de delanteros no
garantiza mayor peso ofensivo.
El segundo tiempo, para colmo, había arrancado como para que
nada cambiara para Higuaín. Tanta era su impotencia que hasta había sido
amonestado por una infracción a destiempo. Pero de repente, apareció esa pelota
en cortada de Zabaleta para que el Pipa demostrara todo su oficio y festejara,
acaso, uno de sus goles más deseados en este tiempo.
Bauza tenía mucha confianza en que Lima podía ser un buen
punto de partida para Higuaín. El Patón había aventurado un “buen partido” de
su nueve. “Lo veo con ganas y con alegría”, había dicho en la previa. Y el Pipa
también había transmitido mucho de eso: “Volví porque acá soy feliz”. Al menos
ayer, pagó con un gol semejante respaldo del entrenador.
LIMA (ENVIADO).
Fuente Olé

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