Por Eduardo Verona
A pocos días del debut de Argentina ante Chile en la Copa
La mochila de la Selección
En plena cuenta regresiva hacia el debut de Argentina ante
Chile el lunes 6 de junio en San Francisco por la Copa América Centenario (los
otros dos rivales del grupo son Panamá y Bolivia a los que enfrentará el 10 y
el 14 de junio), parece oportuno reproducir algunas observaciones del
entrenador de la Selección, Gerardo Martino, en una entrevista que concedió a
Clarín el último sábado.
"Siento que la Selección necesita un título".
"Si no se gana la Copa América que sea lo que Dios
quiera".
"Chile tiene una característica que a nosotros,
evidentemente, nos incomoda".
"Yo lo dije antes del arranque de la última Copa
América: nosotros vamos a manejar la pelota en todos los partidos, menos contra
Chile".
"La idea ya está".
El Tata Martino es claro. Clarísimo. La Selección no viajará
a Estados Unidos a hacer una buena Copa América. Como ya la hizo en Chile el
año pasado perdiendo la final en definición por penales. O en el 2007, en
Venezuela, cuando conducida por Alfio Basile cayó también en la final ante
Brasil 3-0. O en el 2004, en Perú, cuando dirigida por Marcelo Bielsa otra vez
se quebró en la final frente a Brasil en la instancia de los penales, después
del empate agónico de Adriano clavando el 2-2.
Ahora la participación de Argentina tiene un propósito
excluyente: conquistar la Copa América después de 23 años de abstinencia,
considerando que la última que se ganó fue en Ecuador en 1993, bajo la
conducción de Basile. Hoy, Martino interpreta que no queda otra posibilidad que
la victoria urgente. Por eso sentencia que "la Selección necesita un
título". La Selección es él y una generación de jugadores que vienen
dilatando consagraciones inminentes que no terminan de concretarse. Y que por
supuesto multiplican las presiones naturalizadas por el plantel y por el
ambiente, que son los microclimas externos.
Esta generación de jugadores cuya expresión más plena y a la
vez más frustrada es Leo Messi (las decepciones de Javier Mascherano en la
Selección vienen de antes, pero Messi encarna una totalidad simbólica),
necesita sacarse un enorme peso de encima que año tras año le provoca un
desgaste monumental. Que es no ganar lo que por jerarquía individual (en
especial de mitad de campo en adelante) debería ganar.
Haber arribado a la final en el Mundial de Brasil y perder
1-0 ante Alemania en tiempo suplementario y caer ante Chile en la Copa América
de 2015, le quitaron margen de maniobra a la Selección. Por eso quedó atrapada
por una opción unívoca: dar una vuelta olímpica en Estados Unidos. Si no lo
hace, Martino invocó lo que se invoca en estas circunstancias: "Que sea lo
que Dios quiera".
La búsqueda de una explicación a esas palabras del técnico
argentino que pueden ser leídas como un lugar común, no es novedosa. Significa
ver un panorama fulero si las cuentas no cierran. Incluso para su continuidad
inmediata al frente de la Selección.
El debut frente a este Chile que dejó de ser conducido por
Jorge Sampaoli y desde el 29 de enero de 2016 por Juan Antonio Pizzi,
representa para Argentina un compromiso de altísima complejidad. Como ya lo fue
en las eliminatorias para Rusia 2018, cuando la Selección el pasado 24 de marzo
en el Estadio Nacional de Santiago venció a Chile 2-1 jugando un buen primer
tiempo y una floja segunda etapa cuando tuvo que resignar campo y pelota.
¿En qué consiste la dificultad de enfrentar a Chile? En que
Chile, como señaló Martino, juega a partir de la posesión de la pelota. Igual
que Argentina. Y padece Argentina esta condición que intenta imponer Chile en
todos los partidos y en todos los escenarios. ¿Por qué la padece? Porque Chile
es uno de los pocos rivales (el otro es Alemania) que le juega de igual a
igual. Y que además en algunos pasajes que no son breves le roba la pelota y la
iniciativa.
Por otra parte, Martino sostiene que "la idea ya
está". Lo que presupone que la idea está afianzada. O consolidada. Y que
en gran medida los nombres de los titulares también, más allá de los jugadores
desgarrados (Ezequiel Lavezzi y Javier Pastore) y del confuso episodio con
Paulo Dybala.
¿Cuál es la idea de la Selección? Presionar arriba, ganar la
pelota en campo rival, achicar hacia adelante los espacios, promover la
circulación para que aparezcan filtraciones en los adversarios y optimizar los
recursos para elaborar juego acompañando a Messi en tres cuartos y en zona de
definición.
El capítulo de Messi, como siempre, es impostergable. ¿Qué
se espera de él? Que rompa todos los equilibrios. Y que en la gran dificultad
ante un rival muy importante que puede decidir el rumbo en una competencia,
gane un partido él solo. No que los gane todos. Pero en un Mundial o en una Copa
América, hay un partido que únicamente puede ganarlo un jugador iluminado e
irresistible. Como Pelé. Como Maradona. Como Cruyff. Y ese tendría que ser
Messi. Hasta ahora no ocurrió. Esperemos que ocurra.
Fuente Diario Popular
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